Image: Andrea Arnold

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Cine

Andrea Arnold

La directora se sumerge en el cine social con una soberbia indagación en la violencia femenina

30 abril, 2010 02:00

La directora británica Andrea Arnold.

No es una película más sobre adolescentes. Ni un drama social al uso. Es Fish Tank, el último ejercicio de la británica Andrea Arnold que ya ha ganado el Premio del Jurado en Cannes y el Bafta a la Mejor Película con la perturbadora historia de una adolescente. La directora atiende a El Cultural para descifrar los códigos del que ya se anuncia como el último milagro british.

No deja de ser curioso que coincidan en cartelera tres teenagers inglesas enfrentadas al inevitable fin de la adolescencia. La primera en llegar fue Jenny (Carey Mulligan) en An Education, una jovencita victoriana enamorada de un turbio hombre de negocios que descubre a través de esta relación la crudeza del mundo adulto. Aún recientísima está la aparición de esa mítica Alicia que Tim Burton convierte -en su libérrima versión del clásico de Lewis Carroll- en una feminista avant la lettre enfrentada a un futuro planificado del que no quiere formar parte. Y completa el trío ahora otra ilustre teenager en pie de guerra, Mia, a la que da vida Katie Jarvis, en la multipremiada Fish Tank, nueva vuelta de tuerca al imaginario del paradigmático cine social británico en clave estilizada y eminentemente femenina. Nos encontramos ante una película soberbia en la que los ecos naturalistas de Tony Richarson o Ken Loach conviven de forma armoniosa con los rasgos más artificiosos de David Lynch, Wong Kar Wai o, de forma especialmente acusada, Gus Van Sant, con el que comparte no pocas obsesiones en esta película. Sin duda, no es casualidad que su directora, Andrea Arnold (Kent, 1961), haya sido colaboradora de Lone Scherfig, responsable de An Education y Red Road, con quien cierra el círculo de influencias.

Realismo estilizado
"Siempre parto de una imagen a la hora de plantear mis películas -explica la directora a El Cultural- y en este caso fue un caballo. En un principio era un caballo feo y marrón, no uno blanco y esbelto, pero el caballo estuvo siempre ahí. Algunos han querido ver en ello una metáfora de las cosas más sofisticadas pero para mí no tiene una explicación lógica. Simplemente vi el caballo y ya está", remata.

Andrea Arnold es una mujer curiosa que jamás concede entrevistas para la televisión y da muy pocas a los medios escritos. Parte de la teoría de que "es bueno que los espectadores lleguen al cine sin tener todas las claves. En los tiempos de internet, cualquier comentario se propaga como la pólvora y el resultado es que todo el mundo llega con un exceso de información a la sala". La trayectoria de Arnold también es atípica. En Gran Bretaña es muy famosa desde hace décadas gracias a su participación en los 80 como actriz y presentadora en No 73, un magacín infantil. En los 90, escribe la serie familiar A Beetle Called Derek y debuta en el cine con el corto Milk (1998).

El Oscar le llega por su tercera pieza como directora, Wasp, un cortometraje sobre una madre soltera con cuatro hijos que miente en su primera cita con un hombre en años asegurándole que en realidad es la canguro de los niños. La citada Red Road (2006) marca el debut de Arnold en el largometraje. Producida por Lars Von Trier y partiendo de una historia de Lone Scherfig, el filme inaugura el movimiento Dogma en Gran Bretaña y da buena cuenta del talento de Arnold para inmiscuirse en la torturada psique de una mujer. En Fish Tank trata abiertamente la violencia femenina: "Me interesan las historias sobre mujeres porque muchos las han tratado con banalidad. La violencia femenina que yo describo no se resuelve a base de tópicos, sino que hay que entenderla como consecuencia de la frustración, el dolor y la rabia".

A lo largo del metraje, Arnold profundiza en la tensión entre los rigores de la maternidad y la necesidad de amor. "El problema del niño es que no se da cuenta de que los padres también son seres humanos, con las mismas necesidades que el resto. Para mí resulta difícil juzgar muy severamente a la madre protagonista porque entiendo su soledad y su necesidad de afecto. Pero los hijos, por desgracia, solemos ser muy duros con nuestros padres. Les pedimos demasiado". La ambigüedad moral marca el tono de la película. Los tres personajes principales ponen a prueba nuestras emociones. Mia es una quinceañera faltona y violenta, una adulta en ciernes que mantiene una brutal pelea con su entorno y cuya incapacidad para aceptar las reglas sociales más elementales no se ve justificada por sus condiciones de vida. Su madre (Kierston Wareing) es una mujer con poco más de 30 años, una de esas miles de ex madres adolescentes que forman parte del paisaje demográfico de Gran Bretaña. Ambas forman la pareja más fascinante de la película. Una madre y una hija que, llegadas a cierto punto, comienzan a ser demasiado parecidas en edad y apetencias. En el centro de la discordia se sitúa Connor (Michael Fassbender), otro treintañero, en este caso un enigmático vigilante de seguridad que se erigirá en objeto de las disputas familiares y sexuales de ambas féminas.

"Mi intención era que los personajes no fueran ni buenos ni malos. Ése fue mi principal reto y en lo que trabajé más. No se trata de una ambigüedad en el sentido clásico, sino de crear personas de carne y hueso, con sus contradicciones y sus miserias pero también con su pequeña dosis de grandeza. Me interesaba, además, que el espectador se cuestionara sus acciones, que profundizara en ellos". Con estos elementos, la directora recrea un angustioso proceso de iniciación a la vida en el que el paisaje suburbano en el que se mueven los protagonistas adquiere una hiriente y descarnada belleza, muy lejos del tremendismo del cine social. En este sentido, Fish Tank es un prodigio de composición, de color y de fotografía. Supone la apoteosis de las constantes estéticas de la cineasta, que nos ofrece la realidad como un espacio siniestro y bello a través de atmósferas perturbadoras de gran recorrido psicológico, dejando ver en la sexualidad una fuerza que convierte a los seres humanos en esclavos de sí mismos. Deja el listón muy alto para su próxima entrega, una nueva versión de Cumbres borrascosas.