Image: Benh Zeitlin: No tenía sentido rodar una película convencional

Image: Benh Zeitlin: "No tenía sentido rodar una película convencional"

Cine

Benh Zeitlin: "No tenía sentido rodar una película convencional"

25 enero, 2013 01:00

Benh Zeitlin

Es la más insospechada y estimulante película de la temporada 'indie' en Estados Unidos. Después de recoger grandes premios en Sundance y Cannes, su director, el debutante Benh Zeitlin, ha sido nominado al Oscar. Retrato impresionista y semi-fantástico del sur deprimido de América, 'Bestias del sur salvaje' propone un insólito viaje de supervivencia, completamente sensorial, a través de la imaginación de una niña.

Ningún país en el mundo ha sido tantas veces retratado por el cine como Estados Unidos. De las colinas de San Francisco a las llanuras del cañón del Colorado, hay pocas cosas más difíciles que sorprender con una visión nueva y original del país que nos dé la impresión de estar viéndolo por primera vez. Eso es precisamente lo que consigue Benh Zeitlin (Nueva York, 1982), un joven director que con su debut ha logrado lo que parece casi imposible: ganar primero el Gran Premio de Sundance, después la Cámara de Oro en Cannes (que distingue a la mejor ópera prima de todas la secciones del festival) y finalmente ser nominado al Oscar como mejor director, una categoría en la que este año no están ni Ben Affleck ni Quentin Tarantino ni Paul Thomas Anderson. Pero sí lo está este chico de Queens con aspecto indie de los jóvenes artistas neoyorquinos, aunque vive en un caserón en plena naturaleza a las afueras de Nueva Orleans. Siguiendo la estela de Precious, Bestias del sur salvaje también acumula nominaciones para mejor película, actriz y guión, y quién sabe, quizá rubrica su deslumbrante trayectoria coronándose en febrero otra vez contra pronóstico. La película cuenta, con un tono poético de colores saturados, la relación entre un padre y una hija afroamericanos (Hushpuppy, una niña de seis años que es el alma del filme, interpretada por la nominada Quvenzhané Wallis) que sobreviven en la "bañera", una remota zona del Misisipi absolutamente salvaje y sometidos a los continuos vaivenes de las catástrofes climáticas. Entre realidad y fantasía, Zeitlin construye un filme donde la naturaleza cobra vida propia y resucitan los animales mitológicos.

"Me instalé en Nueva Orleans poco después de la catástrofe", explica Zeitlin. "Nada más llegar, empecé a rodar la devastación que había dejado tras de sí y fui consciente por primera vez en mi vida de hasta qué punto vivimos en una falsa idea de confort porque por mucho que avancemos y nos civilicemos siempre habrá algo más poderoso que nosotros, la naturaleza. En las ciudades hemos perdido ese contacto directo con ella y me impresionó conocer a esa gente que vive en el delta del Misisipi, no muy lejos de Nueva Orleans, en un lugar que ellos llaman el fin del mundo y que nos conduce hacia ese primitivismo en el que la vida humana estaba marcada por los ciclos naturales y no la tecnología". Glory at Sea, un corto de 25 minutos que puede encontrarse en YouTube, es un emocionado y lírico homenaje a las víctimas de las tormentas que asolan esa zona (el Katrina fue la más grande, pero son constantes) en un paisaje de devastación en el que la civilización parece suspendida y donde, como en Bestias del sur salvaje, negros y blancos conviven pacíficamente porque están unidos por una pobreza que no distingue de razas ni culturas. "Glory... trata sobre el dolor y el duelo", explica, "y Bestias... sobre la supervivencia y la imaginación, son distintas. Pero desde el primer momento sentí de una manera muy poderosa la manera en que en Louisiana la gente tiene una conexión muy profunda con la tierra. Es una relación sagrada".

-Esa conexión es tan fuerte como para que suceda algo realmente insólito, que la gente no se marche de allí aunque sus propias vidas estén en peligro.
-Esa era una pregunta que al principio yo hacía a la gente constantemente. Es difícil de explicar, es un sentimiento de pertenencia y una forma de vivir que no tienen nada que ver con lo que es habitual en Estados Unidos. Hay una gran pobreza pero también esa sensación constante de estar en contacto con el universo, las mareas, los ciclos de las estaciones. Poder levantarte y bañarte en el agua. En general hay un gran desprecio por esta gente, se les llama paletos porque ya no valoramos esa sabiduría. Muchos de los que viven allí, sin embargo, consideran que el mundo moderno de hecho es más peligroso porque está plagado de enfermedades y de delincuencia. Sienten que si se mudan a otra parte estarán en un lugar inhumano en el que perderán esa capacidad de estar en contacto con algo esencial para sus vidas. También existe esa sensación de orgullo por ser supervivientes.

La niña Quevenzhané Wallis, nominada al Oscar

-Esa comunión con la naturaleza se produce a través de la imaginación desbordante de Hushpuppy, mezclando realidad y fantasía.
-Ese era el mayor reto, porque la mayoría de las películas se basan en los diálogos y en la mía hay muy pocos. Aquí la heroína está muy sola, apenas tiene amigos y su padre está siempre de juerga. Hushpuppy interactúa con los animales y los objetos inanimados y esas relaciones se producen en su propia cabeza. Lo que vemos es un mundo salvaje y libre, una celebración sinfónica de lo que significa no actuar en el mundo como muchos hombres, como amo y señor, sino como una pieza más del universo, formando parte de un equilibrio global.

De esta manera, la joven protagonista se erige como una suerte de insospechada heroína ecologista. "Si una pequeña pieza se rompe, se rompe el universo entero", es la teoría animista de una filósofa de seis años cuya imaginación está poblada por animales semejantes a los mamuts que pueden aparecer en el momento más insospechado en ese paradójico caos armónico que refleja el filme: "Esta fauna viene del futuro como un reflejo de esa naturaleza que volverá a ocupar un lugar predominante", opina Zeitlin, que reconoce entre sus influencias a Terrence Malick -por su capacidad para reflejar en cine una realidad subjetiva y poética- y el celebrado libro Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak.

-¿Por qué rodó la película con actores no profesionales?
-Siempre fue muy importante mantenerme fiel al espíritu del lugar, de sus habitantes. No tenía sentido aparecer allí a rodar una película convencional de Hollywood, hacerlo y marcharnos. Se convirtió en un proceso muy orgánico que culminó con la redacción del guión con mi antigua colaboradora Lucy Alibar. Después pasamos muchas horas con las personas que iban a actuar en la película para convivir con ellos y llegar a conocerlos bien. De esta manera, las propias historias que nos contaban se iban incorporando al filme y podíamos adaptar sus personajes a su carácter. Cuando trabajas con actores no profesionales tienes que hacerlo a un nivel muy íntimo y emocional, tienes que implicarte al máximo.