Image: Las Minas cantan su medio siglo

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Escenarios

Las Minas cantan su medio siglo

Trío de ases con Morente, Paco de Lucía y Sanlúcar

30 julio, 2010 02:00

Paco de Lucía. Foto: Sergio Enríquez-Nistal

El Festival Internacional del Cante de las Minas celebra sus cincuenta años de existencia con un programa que combina, del 3 al 14 de agosto, el aire ilustrado de Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar o Enrique Morente con las nuevas fórmulas del flamenco del siglo XXI en manos de Miguel Poveda o Israel Galván.

De la boca de una guitarra, del fondo oscuro de su caja, surge una voluta con vocación de giro incesante, como si el sonido que de ahí sale se extendiera sin limitaciones en el tiempo y en el espacio. Es el cartel que, siguiendo la estela de Tàpies, Chillida, Saura, Valdés, Canogar o Barceló, ha realizado Martín Chirino para anunciar la próxima edición del Festival Internacional del Cante de las Minas, en La Unión, Murcia. Él lo llama la espiral del viento, pero en realidad lo que se expande a través de esa gruta en remolino infinito, no es un soplo de aire más o menos rabioso, sino los ecos de las músicas mineras anunciando su propagación, lo mismo que el interminable movimiento rotatorio es la metáfora de su continuidad y una confirmación de su permanencia entre los más importantes ciclos flamencos del mundo.

Por lo pronto, el festival cumple cincuenta años, y esta circunstancia, además de un sólido prestigio, le confiere la facultad de sorprender con un programa, del 3 al 14 de agosto, que reúne algunos de los nombres más rutilantes de estas últimas cuatro décadas: desde clásicos ilustres, como Enrique Morente, Paco de Lucía o Manolo Sanlúcar, hasta jóvenes que marcan el camino hacia el futuro y consolidan su presencia en los grandes escenarios, como Miguel Poveda o Israel Galván, pasando por veteranos de lujo, que se encuentran en los primeros puestos del escalafón, como José Mercé o Mayte Martín.

Callejero de Algeciras Paco de Lucía sigue manteniendo sus largas giras internacionales, aunque últimamente más centradas en ciudades europeas -Vienne, Montreux, Lucca, Milán, Antibes, Venecia, Praga o Marciac, si nos atenemos a los itinerarios veraniegos- , haciendo frecuentes escalas en otras españolas: Madrid, Vitoria, Valencia, Barcelona o Girona, y en dos acontecimientos de campanillas: el Festival de la Guitarra de Córdoba, con un concierto en el Teatro de la Axerquía, y, más tarde, la Bienal de Sevilla, con un concierto en el Teatro de la Maestranza. A pesar de sus innumerables galardones -entre ellos, la Medalla de Oro a las Bellas Artes, el Príncipe de Asturias o el reciente nombramiento de Doctor Honoris Causa por el Berklee College of Music de la Universidad de Boston-, siempre ha mantenido la misma actitud: "Yo, antítesis de la educación formal, niño callejero, currante de nacimiento, agradezco a esta institución, en mi nombre y en el de todos los flamencos, que incluyan en sus honores a mi cultura, una cultura que no se puede aprender en los libros, pero que importa al menos tanto como los libros", dijo cuando fue investido Doctor Honoris Causa de la Universidad de Cádiz.

El Castillete de Oro, uno de los premios institucionales de las Minas en su cincuenta aniversario, será concedido a Enrique Morente, que mientras ha recuperado en dos discos memorables parte de su obra concertística grabada en teatros -Morente, flamenco en directo y Morente + Flamenco- , acaba de publicar otro, una joya de apenas quince minutos, teniendo como fondo los textos de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca, en sus pasajes La cogida y la muerte y Alma ausente, un trabajo conmovedor y de alta dimensión poética, doloroso y profundo, el de más entrega y verdad por parte del cantaor granadino.

Alguien, en la presentación del festival, celebrada en el madrileño Corral de la Morería, preguntó a Morente en qué iba a consistir su actuación la noche del seis de agosto. Vana pretensión, producto más del desconocimiento acerca del per- sonaje que de un razonable afán por cubrir la noticia con datos concluyentes. Enrique no condiciona sus apariciones públicas con planteamientos previos. Ahora anda representando -aunque no se sabe por cuánto tiempo- el concierto espectáculo titulado El barbero de Picasso, un homenaje flamenco a Eugenio Arias, el que durante su exilio fuera no sólo peluquero del maestro malagueño, sino su amigo, confidente y receptor de un buen lote de su obra, sobre todo cerámica y dibujos, ahora expuesta en un museo de Buitrago de Lozoya, en Madrid.

Manolo Sanlúcar, que ya advirtió que "el traje de la guitarra flamenca estaba lleno de parches y había que hacer uno nuevo", abrió las puertas para la creación de un lenguaje distinto, primero con Tauromagia, y más tarde, ya en 2000, con Locura de brisa y trino, donde las estructuras que él proponía adquirieron otra magnitud sonora, basada en conceptos melódicos originales que no se habían utilizado hasta ese momento. Locura estrena, pues, una etapa inédita, fresca y sorprendente en la expresión flamenca. Para este "monje del flamenco", como él mismo se define, proclamando que "todo mi ser está al servicio de mi cultura", "lo extremadamente difícil es crear un género nuevo que dé a luz cosas que no se conocen, que sean distintas", y él, según afirma, lo ha conseguido hacer en el flamenco. Sus conciertos, como el que ofrecerá en el antiguo Mercado de Abastos de La Unión, un edificio de 1900 llamado La Catedral, son siempre una oportunidad para la reflexión sobre el papel de la música flamenca en nuestro tiempo y su proceso evolutivo a principios del siglo XXI.

El café de Juan Antonio
Ante la celebración de sus bodas de oro, el Festival Internacional del Cante de las Minas se inicia con El Café de Chinitas, el espectáculo, con decorados de Salvador Dalí, que en 1943 estrenara La Argentinita en Detroit como homenaje a Federico García Lorca. La recreación, coreografía y dirección es de José Antonio, al mando del Ballet Nacional de España, más dos insignes artistas invitados, la cantaora trianera Esperanza Fernández y el pianista gaditano Chano Domínguez.

A todo esto hay que añadir las actuaciones de los finalistas y ganadores de los concursos de cante, baile, guitarra e instrumentistas, con jugosos y diferentes premios, entre ellos, el más anhelado en el panorama flamenco de hoy, la Lámpara Minera, que ganaron en su momento, entre otros, unos desconocidos Miguel Poveda y Mayte Martín. "Realmente", asegura su coordinador general, Manuel Navarro, "el concurso es la base del festival, pues es el que revitaliza, conserva e impulsa los estilos mineros, que son la marca musical de la región y forman parte de su paisaje y de su historia".