El Real entra en el corredor de la muerte
Dead Man Walking. Foto: Félix Sánchez
El estadounidense Jake Heggie sublimó para la ópera la historia de la monja Helen Prejean en Dead Man Walking , famosa por la versión cinematográfica de Tim Robbins de 1995 (en España Pena de muerte). La mezzosoprano Joyce DiDonato y el baritono Michael Mayes, con los que hablamos, protagonizarán este montaje que podrá verse en el Teatro Real a partir del 26 de enero con dirección musical de Mark Wigglesworth.
El asunto desarrolla la peripecia de la hermana Helen Prejean, de acuerdo con la historia que ella misma escribiera. Muy conocida es la adaptación cinematográfica llevada a cabo por Tim Robbins en 1995, que se estrenó en España con el título de Pena de muerte, con Sean Penn y Susan Sarandon en los papeles principales. La aventura del resuelto Heggie fue coronada por el más sonriente de los éxitos; hasta el punto de haberse representado ya en 60 coliseos de todo el mundo; el último, ahora, el Real. Aunque el compositor californiano continúa escribiendo óperas -la más reciente La vida es maravillosa, sobre la histórica película de Frank Capra-, ninguna hasta ahora ha tenido el mismo reconocimiento.
Heggie es un creador netamente teatral, que le ha cogido el gusto a la escena. En una reciente entrevista publicada en Scherzo, el músico afirma que la ópera es teatro: “Es una celebración de la voz a través de la narración de una historia y de su desarrollo dramático, lo cual puede realizarse de muchas maneras. Yo he tenido la inmensa fortuna de acceder al mundo de la ópera justo en un momento de transición. Si Dead Man Walking ha ejercido un efecto positivo para el género, no puedo sino estar agradecido por ello”.
Para él estamos ante una forma artística fecunda, versátil y tremendamente bella, que es necesario compartir. Su credo al respecto puede resumirse en tres elementos básicos: contar con grandes cantantes-actores, tener entre manos una historia emocionalmente conmovedora y disponer de un lugar donde poder llevarlo a cabo.
Sincero arrepentimiento
“A partir de ahí -añade- el territorio está abierto. Y encuentro todo ello increíblemente esperanzador e inspirador”. Heggie lo ha sabido aprovechar partiendo de la potencia de la historia de la tenaz monja, que persigue, y consigue al fin, que el condenado, Joseph DeRocher, acabe asumiendo su situación y formule un sincero arrepentimiento.En el extenso y variado proceso de creación el compositor ha sabido navegar entre distintas aguas estéticas manteniendo siempre su norte, haciendo acopio de materiales de diversa naturaleza, pero ahormándolos con sabiduría, inteligencia y enorme desparpajo. Como él mismo reconoce, hay una figura central, un anclaje esencial en su modus operandi: Britten, que se le reveló tras una representación de Peter Grimes en 1984. A su lado, Heggie espiga influencias de Bernstein, Sondheim, Gershwin, Ravel, Debussy, Prokofiev, Janácek... Hasta Mozart, Verdi y Puccini. Nosotros citaríamos, además, en esta tan ecléctica relación, a Menotti.
Consecuencia de todo ello, de la propia inventiva y de la habilidad para amalgamar, es un lenguaje de base tonal, pero pleno de modernidad en sus efectos y tratamiento tímbrico, claro en sus armonías, resolutivo, que se organiza sobre un discurso hecho de largos e intensos recitativos dramáticos, ligados a pasajes melódicos de eficacia muy directa y eminentemente teatral, que va edificando una narración de episódicos fulgores, de dinámicas alternas y electrizantes en las que la voz mantiene una línea continua muy expresiva. El coro, ora sigiloso, ora exaltado, con episódicos instantes en forma de grito, con impactantes exclamaciones, es un factor muy importante en el entramado.
Son un acierto los minutos finales, antes, durante y después de la ejecución de DeRocher, con sus parlati, sus sombríos pedales, sus oscuras y ondulantes líneas, sus disonancias estratégicas, sus secos y mortuorios acordes y su crescendo postrero. También cabe señalar el empleo de algún leitmotiv, como el de la hermana Helen Prejean, que se basa en el himno He Will Gather Us Around y cantan los niños en la primera escena.
Una secuencia que da paso a una narración dramático-musical dividida en dos actos, el primero con diez escenas, el segundo con ocho. A modo de secuencias cinematográficas de un realismo y un mordiente espectaculares en las que han de intervenir hasta un total de quince solistas vocales.
La crítica de la época -y la posterior- se volcó en elogios. El San Francisco Chronicle escribía: “Fue un triunfo tal que ni siquiera los augures más optimistas podrían haber predicho”. Años más tarde The Australian añadía: “La razón de su gran atractivo está en la casi perfecta fusión de ideas y emociones”.
Gozo vocal
Nada menos que Joyce DiDonato, la gentil mezzosoprano lírica que nos encandiló hace unos años como Octavian de El caballero de la rosa de Strauss, será la Hermana Prejean, un papel que ya ha hecho suyo y que ha cantado en numerosas ocasiones. Su voz ligera, flexible, aérea y de atractivo color, es ideal para el cometido. A su vera, el DeRocher del compacto barítono Michael Mayes y la Hermana Rose de la muy sólida Measha Brueggergosman.Hay que resaltar la presencia, en el extenso reparto, de nueve cantantes españoles. Como no es muy corriente en el Real, queremos consignar aquí sus nombres: Damián del Castillo, Roger Padullés, María Hinojosa, Toni Marsol, Vicenç Esteve, Enric Martínez-Castignani (que canta dos personajes), Celia Alcedo, Marifé Nogales y Tomeu Bibiloni. La puesta en escena proviene de la Lyric Opera de Chicago y aparece firmada por Leonard Foglia. Desde el foso dirigirá el complejo fresco el competente Mark Wigglesworth.