Teatro

Mario Gas

"No me conformo con hacer un teatro pobre"

17 octubre, 1999 02:00

El director catalán Mario Gas es protagonista esta semana por partida doble: el día 15 reinaugura el Teatro Principal de Castellón con un texto de un autor desconocido, "Top Dogs", del suizo Urs Widmer, y a la vez prepara el espectáculo que inaugurará el Festival de Otoño de Madrid, el día 25. Éste será una "jam session" en torno a la poesía española del siglo XX, que contará con primeros espadas como Fernando Fernán Gómez, Nuria Espert y Paco Rabal.

aMario Gas le llueven las ofertas. Estos días ensaya en Barcelona "Top Dogs", un arriesgado texto de un autor desconocido hasta ahora en nuestro país, el suizo Urs Widmer. Simultáneamente, el director prepara el espectáculo que inaugurará el Festival de Otoño de Madrid, un recorrido poético por el siglo XX, con la participación de Nuria Espert, Fernando Fernán Gomez, Paco Rabal, Berta Riaza y Adolfo Marsillach, entre otros.

-¿Qué criterios ha seguido para elegir los poemas?
-Me he guiado por su potencia. El siglo XX ha generado una poesía muy potente: hay importante poesía amorosa, existencial, social…Va a ser una muestra de cien poemas emblemáticos. Me gusta definir este espectáculo como un ágora cívica:. ante el milenio, la palabra. Va a ser un espectáculo sin artilugios teatrales, basado en la potencia de la palabra, los actores y cantantes. Será una "jam session" literaria.

-Hablemos de "Top dogs" ¿Qué es lo que le interesó del texto?
-Widmer tiene mucho que ver con Dörrenmat y con esa causticidad suizo-alemana de tintes expresionistas. "Top dogs" habla de unos altos ejecutivos que tras ser despedidos son sometidos a terapias de grupo. Detrás de todo eso, afloran las miserias humanas de los personajes. Es un texto diferente, que no se estructura de principio a fin, sino a base de fogonazos yuxtapuestos, a fuerza de asociación de ideas. Los personajes llevan los nombres de los intérpretes y el texto no se limita a contar una historia de ficción. Eso ha obligado a los actores a olvidarse de sí mismos.

-Para el espectáculo, una coproducción de Palangana Teatro y la Generalitat Valenciana, cuenta con gente muy próxima a usted

Trabajar en familia

-Es un equipo de gente diversa, algunos de mi familia teatral de los últimos años: Mónica López, Ricardo Moya, Pep Molina, Juli Mira, Vicente Genovés, ángela Castilla, Sergi Calleja y Fernando Guillén. La escenografía es de Jon Berrondo y la banda sonora de álex Polls. Me gusta trabajar con gente que se juega el tipo para poner un proyecto en pie. Además, me interesaba zambullirme en esta historia de descalabros casi shakesperianos.

-Uno de sus trabajos más celebrados, "La reina de belleza de Leenane", se verá también en el Festival de Otoño. ¿Esperaba el éxito que ha obtenido el montaje?
-Uno cuando dirige no cuenta con el público, aunque trabaja para conectarse con él. De todos modos, el éxito siempre es una sorpresa.

-Recientemente ha rechazado una oferta de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) para dirigir un Calderón esta temporada ¿Prefiere el teatro privado?.
-No me decanto por el privado. El proyecto con la CNTC no pudo ser porque me había comprometido ya con el Nacional de Cataluña para dirigir "Olors", de Benet i Jornet.

-Tiene usted fama de derrochador, y en ese sentido, tal vez le convenga el teatro público.
-Creo que no soy derrochador. Cada espectáculo tiene sus determinadas necesidades. Creo que cuando se va de gira hay que montar con tiempo suficiente para que el público perciba el espectáculo como era en Madrid o en Barcelona, hay que contratar a unos técnicos competentes, ensayar unas determinadas semanas…, a fuerza de reducir todos esos presupuestos puede haber gente que piense que soy un director caro. Muchos directores manejan presupuestos mucho más elevados que los míos. Claro que los hay que los manejan menores. No me conformo con hacer un teatro pobre. Creo que yo tiendo a lo justo. Cuando empecé en el teatro independiente se postulaba aquello que defendía Fabià Puigserver: la "escenografía necesaria". No me gustan los alardes, pero cada espectáculo debe tener lo que honestamente merezca. No me voy a preocupar a estas alturas por la fama de derrochador que tengo.

-Y.en el debate teatro público-teatro privado ¿cuál es su postura?
-Hay modos diferentes de entender el fenómeno teatral y a veces salimos todos trasquilados. El teatro público, como está entendido, es dirigista, a veces anodino y a veces funcionarial. Por tanto, la realidad de la empresa privada y del teatro público está llena de nepotismos, cambalaches y dirigismos. Pero si nos sustraemos a ello y hablamos de la verdadera dicotomía, las cosas son de una claridad meridiana: hay gente que cree que con el teatro puede ganar dinero y supedita su producto a los gustos mayoritarios de un mercado que nada tiene que ver con lo artístico ni con las preocupaciones de determinado momento. Es obvio que frente a eso tiene que haber un teatro público serio, económicamente potente y con carta de naturaleza absoluta, que no debe ser dirigido por los políticos de turno.

Atonía del teatro público

-¿Y entonces por quién?
-En otros países de Europa, junto a lo público y lo privado, caben compañías concertadas, semipúblicas, asociaciones de gestión. Aquí tenemos, además, el inconveniente de que muchas empresas privadas están muy protegidas por las instituciones. Yo trabajo tanto con unas como con otras, siempre que haya un resquicio para poder sorprender al público. Eso me lleva a veces a equivocarme. Está claro que en el teatro público hay más medios, pero también una atonía.

-También tiene fama de dirigir demasiados montajes al año...
-En este país un director tiene que trabajar bastante. La figura del director no está considerada económicamente como para permitirte el lujo de trabajar menos. Desde el 92 dirijo de forma muy continuada y ahora siento la necesidad de depurar los proyectos, trabajar con gente afín, recuperar mi faceta de actor y buscar huecos para algunos proyectos de cine. A veces pienso que me saturo: trabajo de ocho a diez semanas por espectáculo, enlazo uno con otro y no me voy a quedar tumbado a la bartola si tengo cosas que decir. De todos modos, por cada proyecto que acepto, rechazo diez. Eso no significa que la situación del teatro sea buena, ni que en Cataluña no nos estemos durmiendo.

Barcelona se duerme

-En febrero estrena en el Nacional "Olors", el último texto de Benet i Jornet, la segunda parte -30 años después- de "Una vella, coneguda, olor" ¿Hay cierta nostalgia generacional en la obra?
-No me incluyo en esa generación ni en ninguna otra, ni soy muy dado a las nostalgias. Pero este texto es muy reflexivo y por eso me parece interesante.

-Decía que en Barcelona nos estamos durmiendo.
-Cuando se observa desde el resto del Estado español, es evidente que Barcelona es una capital teatral importante. Muchos nos hemos preocupado de que así sea en los últimos 25 o 30 años. Pero ahora impera la idea de que lo comercial es lo que hace reír. El teatro público es débil, las vanguardias son esquematizadas y las salas alternativas son salas pequeñas. Hace falta un cambio profundo que haga avanzar el teatro como elemento de reflexión de la sociedad.

-¿Y qué solución propondría usted?
-Lo dijo muchas veces Maragall en su campaña. Hace falta más dinero para la cultura. Hay que potenciar la independencia de los teatros públicos, crear una legislación que beneficie la aparición de grupos y ver cuál es el teatro comercial que merece ser apoyado. Por parte de la administración, hacen falta responsables con criterio. De eso hemos carecido sistemáticamente. Y lo digo con bastante dolor.