Image: Una alternativa al texto

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Teatro

Una alternativa al texto

Las salas pequeñas marcan la pauta de la temporada

6 septiembre, 2000 02:00

Con los estrenos de Historias de un matrimonio y Te quiero, eres perfecto... ya te cambiaré, arrancó tímidamente la temporada teatral madrileña. Esta semana son las salas alternativas las únicas que suben el telón y lo hacen con obras que suponen una clara apuesta por el teatro de texto que hoy se escribe. Los españoles Paco Zarzoso, con El mirador, Raúl Hernández Garrido, con Los engranajes, y Arturo Sánchez Velasco, con Más al sur de Carolina del Sur, comparten su interés por describir una realidad fragmentaria. Como contrapunto, el ácido humor de la americana Eve Ensler, de quien se representa Los monólogos de la vagina, y el teatro más experimental de un viejo conocido de nuestro país, Eduardo Pavlovski, que estrena Cerca.

Son espacios de invisible telón que recuerdan más a un garaje que al Teatro de la Comedia. Y una vez más se convierten en el -casi único- escaparate de los trabajos de autores contemporáneos, directores, actores y productores que en nuestro país ponen el siguiente peldaño en esa historia de una escalera que es el teatro. Búsqueda, innovación y cierto riesgo caracterizan los próximos estrenos en las alternativas.

El dramaturgo valenciano Paco Zarzoso estrena en la sala madrileña Cuarta Pared, del 7 al 24 de septiembre, El Mirador, texto con el que ganó el VII Premio SGAE de Teatro en 1998. En él propone una realidad fragmentaria hecha de retazos de vidas, y "un juego de miradas" entre gente que vive fuera de las reglas sociales e individuos integrados en lo establecido. Seis personajes que no buscan un autor sino asomarse a un mirador, que hablan de la vulnerabilidad del hombre y de la dificultad de reconocer "tus propias heridas".

Y con ella Zarzoso demuestra, al igual que en sus anteriores trabajos (Umbral, Cocodrilo, Intèmperie), que en España la escritura dramática busca nuevos caminos, pero que tampoco es oro todo lo que reluce. "Hay un cierto fenómeno de escrituras que es muy interesante y en el que se da un mestizaje", dice el autor.

"Pero aunque se habla de un cambio en la escritura dramática creo que ese extraño ‘boom’ de una nueva textualidad ha entrado en decadencia. Ahora hay muchos musicales, muchas obras basadas en el cine, pero no veo una efervescencia creativa. Estamos en una época de poco riesgo donde se buscan fórmulas demasiado fáciles que no benefician a la escritura. Hay un vacío".

Un espacio de encuentro

El mirador está dirigido por Xavier Albertí, quien ha sido invitado por la compañía Hongaresa Teatre para este trabajo. El montaje es una coproducción de Moma y la compañía valenciana -creada hace cinco años por Zarzoso (quien además de autor es también director), la actriz valenciana Lola López y la autora catalana LLuïsa Cunillé-.

Todo lo extraño y tenebroso que surge de la más pura cotidianidad también llevó al autor y miembro del grupo teatral El Astillero, Raúl Hernández Garrido, a escribir Los engranajes. Desde hoy y hasta el 23 de septiembre, la obra se presentará en la Pradillo, donde Francisco Vidal dirigirá a la compañía El grito.

El texto, con el que ganó el Premio Lope de Vega en el 97, parte del hecho real del asesinato en Rusia de un amigo a manos de un matrimonio que convirtió el cadáver en fresca carne picada para hamburguesas. "Los personajes de esta historia son sujetos rotos, descuartizados, que no han evolucionado de una forma normal. Por eso la obra tiene una estructura rota, hecha a base de fragmentos. Por fragmentos y saltos en el tiempo vamos conociendo sus vidas y lo que les ha llevado a cometer ese crimen. En ese sentido es cubista, tiene un punto psicótico y además exige del espectador un punto de implicación".

Hernández, además de haber ganado los premios Rojas Zorrilla en el 96 y el Calderón de la Barca en el 94, ha estrenado las obras Caliban. Mil. Novecientos. Noventa. Seis y Los Malditos.

Aunque las salas alternativas han sido el espacio habitual de sus obras, Hernández tampoco duda en criticar los "criterios excesivamente comerciales" de algunos de estos espacios y el poco tiempo de permanencia en cartel de los montajes, "lo que se traduce en desprecio hacia nuestro trabajo. Es necesaria una mayor difusión de las nuevas escrituras y un apoyo de salas con más aforo y de otras instituciones", dice el autor. "El problema de las alternativas es que en muchos casos las posibilidades de difusión se reducen al boca a boca".

Por otro lado, estas salas también ofrecen, según Zarzoso, "un espacio donde trabajar con mayor rigor y al mismo tiempo ‘poner los pies encima de la mesa’. En este sentido, trabajar con ellas es un privilegio".

Tanto Zarzoso como Hernández son una representación "territorial" de los dos núcleos principales de escritura teatral: el área castellana y la zona catalanoparlante. "En Cataluña, Valencia, etc... hay una gran uniformidad en la escritura mientras que el área madrileña, que engloba otras zonas, tiene una disparidad tremenda", señala Hernández Garrido.

Otro premio Bradomín, en este caso del 98, viene a sumarse a los estrenos de las salas alternativas. Arturo Sánchez Velasco presenta en Pradillo su galardonada Martes, 3 a.m. Más allá del sur de Carolina del Sur, una especie de "cuento con tres personajes en eterna búsqueda", según el autor y que se presentó el año pasado en Madrid y en Alicante.

Un cómic dramático

La historia nació en un carril bici y en él se desarrolla parte de la obra. El mundo exterior y el universo subterráneo que representa un extraño parking marcan las pautas escenográficas. Una chica que recuerda a Caperucita o a la Dorothy de Oz y una especie de profesor chiflado hacen que la obra tenga algo de cómic. Aunque no hay que dejarse engañar por la apariencia. "Bajo el cuento se esconde el dramatismo de unos personajes desubicados que buscan algo, y que luchan contra su propia condición de marginados", confiesa el propio autor.

Pero la dirección de Luis Miguel González al frente del Teatro del Astillero aporta una visión hiperrealista y "cierta esperanza que contrarresta esa visión cruda de laberinto donde no hay salida para los personajes", explica el director. "Quería llevar el espíritu que recorre El cielo sobre Berlín, de Wenders, a la representación".

Tanto Sánchez como Zarzoso y Hernández representan a una "generación" de autores -aunque sólo sea por edad- que se criaron al calor de autores como Fermín Cabal o José Sanchis Sinisterra, entre otros muchos. "Mi generación -dice Hernández- se ha movido entre lo más experimental y lo más comercial, y creo que todavía existe una cierta timidez. Tampoco ha tenido el apoyo que necesitaba. Por otro lado, los textos de autores más jóvenes son una continuación de lo que hicimos nosotros. En este sentido no hay un nacimiento de algo nuevo". Para Zarzoso y Sánchez Velasco tampoco cabe hablar de generaciones en la escritura más reciente debido "a la gran cantidad de universos distintos", asegura Zarzoso.

De Pavloski a Ensler

Dos autores extranjeros, el argentino Eduardo Pavlovski y la estadounidense Eve Ensler ponen la nota transoceánica. De Pavlovski, se estrena a nivel mundial, en Ensayo 100, Cerca -del 5 al 27 de septiembre-, una propuesta en la línea de las textos más experimentales del autor. La compañía argentina Puesta en abismo siguen el desafío propuesto por Pavlovski de buscar un nuevo rumbo en el teatro. Los límites espacio-temporales se diluyen aquí "para dar rienda suelta a un torrente de estados emocionales con los que el espectador se identifica. La obra es toda una búsqueda y un riesgo" confiesa la actriz argentina Natalia Gottic.

Directo al genital

Identificación también es lo que propone Eve Ensler con Los monólogos de la vagina, una obra que ha sido interpretada en Londres por actrices como Melanie Griffith, Kate Winslet, Calista Flockart o Cate Blanchett y que llega al teatro Alfil el 7 de septiembre.

Las actrices Maite Merino (que ha producido también el espectáculo) y Magdalena Broto junto a la directora y adaptadora del texto, Antonia García, son las responsables de esta valiente propuesta.

En ella se habla "del miedo a llamar a las cosas por su nombre", dice Broto. Además de ser un texto divertidísimo y de ritmo trepidante, Merino destaca de él "que habla de los tabúes, rompiéndolos, y también del drama de la ablación del clítoris en millones de mujeres". "Es un texto muy valiente que a veces hace que se te congele la sonrisa porque en el fondo está hablando de cosas reales y muy dramáticas", explica la directora.