Teatro

José Sanchis Sinisterra

La última escena. Valladolid debate el futuro del teatro español

31 enero, 2001 01:00

Falta de compromiso, complejo de inferioridad, resurgimiento y dictadura del texto son sólo algunos de los "pecados" del teatro actual. A partir del próximo lunes, Valladolid debatirá todas estas cuestiones en el foro "El teatro español ante el siglo XXI", una iniciativa coordinada por César Oliva que reúne a la mayor parte de los nombres relacionados con nuestras tablas. Directores, autores, actores, productores, gestores y críticos pondrán sobre el escenario del Teatro Calderón temas como la repercusión social de nuestra escena, la función de la crítica, la formación del actor, la organización de espectáculos, la creación de textos, la orientación de las políticas teatrales y, en definitiva, si la cacareada crisis del sector ha sobrevivido a las pirotecnias digitales de finales del siglo XX. EL CULTURAL ha querido entrar en el debate y ha solicitado la opinión de algunos de los participantes. Conclusión: autocomplacencia, desconocimiento y muy poco respeto por el autor. Uno de los participantes, el autor Sanchis Sinisterra, habla sobre sus obras en cartel y la situación del teatro en Madrid y Barcelona.

M uy pocos nombres de teatro tienen la relevancia y el significado que José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) ha tomado en los últimos años. Por una "casualidad", varias de sus obras se encuentran en la actualidad en las carteleras españolas, especialmente distribuidas entre Madrid y Barcelona, dos ciudades en las que reparte su tiempo creativo, sus lecturas y... sus críticas. Proyectos como el Teatro Fronterizo, la sala Beckett, y el Laboratorio de Dramaturgia Actoral son, o han sido, algunas de sus principales creaciones.

-Háblenos de lo más nuevo. ¿Cómo se puede adaptar al teatro La Odisea con autores tan personales como Juan Mayorga y Yolanda Pallín?

-Es una extraña aventura. Convertir el texto de Homero para rapsoda y coro es un registro nuevo para nosotros. Para empezar es una labor de síntesis impresionante. Lo primero que hemos tenido que hacer es concentrar y condensar su monumentalidad literaria. A partir de ahí, todo puede teatralizarse, ésa es una teoría que defenderé siempre. En esto sigo la máxima de Antoine Vitez: "Hacer teatro de todo".

Actualidad balcánica

»Vamos a intentar dar nueva vida a La Odisea a través de un rapsoda, de un regreso a la patria y de un coro con identidad de grupo vagamente balcánico. Se trata de dar la máxima actualidad posible al texto sin que pierda su tono arcaico. Se está convirtiendo en un trabajo fascinante.

-¿Qué le parece que coincidan en la cartelera catalana dos obras suyas de los años ochenta como La noche de Molly Bloom, en el Teatre Lliure, y Ay, Carmela, en el Nou Tantarantana? ¿Responde a la actividad frenética que tiene últimamente?

-En este caso no sabría decirle. Tengo un montón de proyectos, sí, pero en esos casos en concreto son fruto de una casualidad que no puede explicarse fácilmente. Esta aglomeración es más producto del azar que de otro factor. En compensación, existen otros periodos más tranquilos en los que conviene dedicarse a la reflexión.

-Parece que las críticas han sido buenas. ¿Qué actualidad tienen ambas en la escena actual? ¿Por qué mantienen su vigencia?

-ésa es una de las cosas que más me han llamado la atención, especialmente con Ay, Carmela, una obra ambientada en otro contexto histórico y que sin embargo siempre ha sido bien recibida por el público. Respecto a La noche de Molly Bloom, qué añadir, tenga en cuenta que son devaneos de Molly escritos hace ochenta años por Joyce y siguen teniendo la misma frescura. Creo que siempre conservarán unas dosis inigualables de provocación y escándalo. Al fin y al cabo, esto es lo que convierte a las obras en historias perfectas para llevarlas a escena en cualquier momento.

-¿Considera La noche de Molly Bloom una de sus mejores creaciones? ¿Cómo recuerda las representaciones con Magöi Mira?

-Podría decirse de una forma un poco pedante que se trata de un texto inmarcesible. Imagínese, lo escribí como un ejercicio experimental prescindiendo del conflicto y el clímax de Joyce. Pensé que iba a ser recibido como un trabajo minoritario y resultó que se estuvo representando durante más de ocho años en un montón de sitios. La interpretación de Magöi era esencial. Con este texto llevé a cabo la citada teoría de que se puede dramatizar todo, incluso a Joyce. Busqué en la opción teatral y en el discurso joyceano. Mi aportación, en este caso, era fabricar el "artilugio" para que esas vivencias pudiesen subir a un escenario.

-Una obra suya en el Teatre Lliure. ¿Cómo ve su situación? ¿Qué necesita la sala de Gràcia para alcanzar la consolidación definitiva?

-Parece que existe un nuevo talante pero no sigo demasiado su evolución ni tengo una información completa sobre el tema. Lo único que puedo hacerle es una reflexión en voz alta, vivencial, y es que va a ser muy difícil que el "espíritu" del Teatre Lliure se pueda trasladar al Palau de Agricultura. Está tan ligado a las paredes de Gràcia que la empresa será algo complicada. También he de decirle que es normal que los organismos vivos evolucionen pero, como sabe, las mutaciones son muy peligrosas y, en ocasiones, provocan la extinción.

Inercia y riesgo

-Posiblemente sea usted uno de los pocos dramaturgos que puede hacer una comparación entre el teatro madrileño y el barcelonés. ¿Podría valorar la situación de ambas carteleras?
-Son distintas. Creo que la cartelera de Barcelona sintoniza más con la actualidad. Hay más innovación, una oferta más variada y arriesgada. En Madrid, salvo en la escena alternativa, que es donde está el futuro, veo más inercia, por no hablar de determinado teatro comercial, que es un auténtico sarcófago. En el teatro no pueden seguirse sólo criterios cuantitativos. Hay que ir más allá. Lo cierto es que en Madrid asistimos a una incipiente permeabilización entre la escena alternativa y la comercial.

-... Y sin embargo, hay un "boom" de autores, voces distintas que algunos ya lo han etiquetado como de generación.

-No sé si tanto, pero se está desperdiciando una creatividad dramatúrgica impresionante. Esta nueva hornada está siendo ignorada por las instituciones y por muchos directores, que se siguen refugiando en los clásicos para desplegar su autoridad frustrada. Los nuevos autores son los que fertilizan el teatro. Todo el sistema teatral debe darse cuenta de que el texto está renovando la escena. Y ése es un hecho al que no se le puede dar la espalda. En Barcelona hace ya tiempo que el teatro comercial se ha abierto a los nuevos autores.
-¿Qué opinión le merece el cisma en las alternativas?

-Pues que es algo catastrófico. En este sistema de mercado de la estupidez que nos invade no nos podemos permitir este lujo. Creo que al final se impondrá la lógica y el sentido común.