Image: Fermín Cabal Ramírez de Haro

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Teatro

Fermín Cabal Ramírez de Haro

Cara a cara con los dramaturgos que mañana estrenan sus últimas obras

7 noviembre, 2001 01:00

Mañana se cita la dramaturgia contemporánea. Por un lado, Fermín Cabal estrena obra, lo que suele interpretarse como su retorno a las tablas. La verdad es que nunca se ha ido, sino que se prodiga poco. Su "rentrée" tiene lugar en la sala Mirador de Madrid, donde estrena Otra noche sin Godot, un collage en el que ha convocado a sus personajes preferidos del Teatro Universal. El segundo estreno viene firmado por íñigo Ramírez de Haro, quién se presenta por primera vez en Madrid con Hoy no puedo ir a trabajar porque estoy enamorado, en el Galileo Teatro. Los dos autores, cercanos en edad pero con una trayectoria y escritura dispar, revelan cómo ven su oficio y el mundo del teatro en general.

Otra noche sin Godot es el nuevo espectáculo escrito y dirigido por Fermín Cabal (León, 1948). El dramaturgo vuelve a la dirección -"algo que me cansa bastante"- con un texto por el que pasean los personajes más importantes de la Dramaturgia Universal en uniones imposibles que van a hacer reír al respetable, pero que también le hablarán de política, sexo, traición ... en fin, de lo que nos habla el teatro. Hamlet, los tres donjuanes, Romeo y Julieta, Marat y Sade, Estragón y Vladimiro, Max Estrella, Tío Vania... y algunos otros desfilan por "un collage en el que algunos verán eso que hoy se llama intertextualidad pero en el que yo, como hizo Picasso con Las meninas, he rescatado textos y personajes de un paisaje cultural que me pertenece porque es el que yo he mamado y los he recreado a mi gusto", explica el autor.

ésta no es la última obra de Cabal. El autor de Tú estás loco, Briones o Caballito del diablo, acaba de entregar a la compañía extremeña de Eugenio Amaya su último texto, Tejas verdes, sobre los desaparecidos de Chile y con la que dice sentirse muy contento por el resultado. Por su maestría técnica, su ingenio, su calidad literaria, su ironía... en fin, se ha dicho que en Cabal hay un autor dramático de raza.

Por otro lado, íñigo Ramírez de Haro (Zarauz, 1954) estrena por primera vez en Madrid, en el teatro Galileo. Lo hace con Hoy no puedo ir a trabajar porque estoy enamorado, una tragicomedia ácida y desmesurada que ha dirigido Natalia Menéndez y protagoniza Vladimir Cruz y Leire Berrocal. La pieza la publicó en 1993 con el título Viaje a la cabeza de un contemporáneo, texto que ha revisado incluyendo algunas modificaciones como el final. En el teatro de Ramírez de Haro, la vida carece de toda lógica, así que el autor se dedica a aplicarla, a llamar a las cosas por su nombre y que estalle el conflicto dramático.

Ingeniero y diplomático, el autor ha trabajado como director de escena en el Teatro Naconal de Bolivia y como ayudante de dirección en España. Pero es la escritura dramática la que centra su atención, habiendo publicado otras piezas como Luz i death, Apolo de menta o Aún más turbación. En la actualidad es el director de la programación cultural de la Casa de América, institución desde la que ha contribuido a dar a conocer el teatro suramericano.

- ¿Cómo surge esta obra? Puede adelantar sus intenciones al escribirla.

Fermín Cabal- Cuando uno llega a cierta edad se da cuenta de que nunca va a poder dirigir muchas de esas escenas que le apetecen, esos grandes personajes de la historia del teatro que uno ama. Y esta obra, que nació como un encargo del Teatro Gayarre de Pamplona, es, en cierto modo, un truco para poder encontrarme con ellos. Es una especie de fiesta teatral en la que mostramos las infinitas posibilidades expresivas del teatro, mezclando la tragedia con la comedia, el absurdo con el discurso político, el naturalismo con la farsa. Y por otra parte es un espectáculo ambicioso, con 20 actores en escena, que solo es posible hoy en día en los grandes teatros institucionales, a los que yo, evidentemente no tengo acceso, o en un sitio como éste, la escuela de Cristina Rota, donde el entusiasmo y el talento de los actores y de los técnicos suple las limitaciones técnicas. Pero ya se sabe que con dos actores y una pasión se pueden hacer milagros, así que con 20 no caben excusas.
íñigo Ramírez de Haro- Esta obra surge del horror que me producen a diario la religión, la nación, la familia, el capital...Mi intención es claramente subversiva: no vayas a trabajar si estás enamorado, si aún sigues vivo por dentro, si te emocionas...Es la reivindicación del amor frente al capitalismo. Es la reivindicación de la persona libre, racional, atea, igualitaria y solidaria frente a las estructuras gigantescas de poder y acumulación, gregarias, étnicas, religiosas, nacionales, siempre mafiosas, represoras y jerárquicas. Es la reivindicación de un teatro social y político que atañe al 95% de la ciudadanía de hoy. Es la reivindicación de un teatro comercial inteligente que cubre el abismo entre un teatro cutrecasposo dominante y un teatro alternativo marginal.

- ¿Se identifica con alguna generación de autores de teatro o va por libre? ¿Cree que la dramaturgia española vive un buen momento?

I.R.H- Me identifico con esa degeneración de autores que viven en la incertidumbre: el teatro puede ser cualquier cosa que no sea teatro y puede hacerse en cualquier sitio que no sea un teatro. Todo por inventar, empezando por el mismo concepto de teatro. En la marginación social sin precedentes que vive el teatro (sin subvenciones públicas apenas existiría), yo ya estoy preparado para el cartel de "liquidación por cambio de negocio. Se traspasa". Yo veo un gran futuro en que los teatros se transformen en peluquerías.

F.C- Supongo que el hecho de habitar el mismo paisaje, y vivir las mismas cosas, tiene que facilitar el entendimiento entre las personas. Si eso es suficiente para hablar de generaciones, no tengo inconveniente en aceptar la idea. Y sí, creo que la dramaturgia española vive un buen momento. Hay gente muy buena ahora escribiendo, yo creo que ha habido una recuperación sorprendente de la vocación por la escritura dramática, sobre todo si comparamos el momento presente con la situación que se vivía hace 25 años, cuando yo empezaba a escribir.

- ¿Por qué y para quién escribe teatro?

F.C- No escribo mucho, la verdad, y casi siempre de encargo. Pero me gusta tanto que es raro que rechace meterme en algo. Creo que los motivos para escribir son muy variados, y en gran parte inconscientes, así que no estoy muy seguro de mis motivos, y no sé si son nobles y dignos, o miserablemente venales...Supongo que a todos nos gusta que nos rían las gracias, y el teatro es un lugar estupendo para eso, por que los que se ríen están ahí, puedes tocarlos, hablar con ellos...Claro que a veces en vez de reír, bostezan... es la otra cara de la moneda. Y hablando de monedas, pues también está el asunto del dinero. Escribir puede ser una profesión y de hecho es la mía. Pero yo escribo profesionalmente para la televisión y en el teatro me resisto a hacerlo (a veces, yo, pecador) y procuro más bien engancharme en cosas que me tocan el corazón, como es el caso que nos ocupa.

I.R.H- Escribo teatro para no suicidarme.

-¿A quién espera usted atraer con sus obras compitiendo en una cartelera donde los musicales son la tónica?

I.R.H- Para entrar en mis obras es obligatorio: no haber leído a Hegel; ver tres hora de televisión por día; creer en dios, en la publicidad y en las tradiciones; ir de compras los sábados a un centro comercial; pensar que el mundo está bien hecho...; pero aburrirse en los musicales.

F.C- No pretendo competir por el público ni con los musicales ni con nadie. Al final, vendrá quien quiera venir, y si les gusta se lo contarán a sus amigos y así sucesivamente. No podemos hacerlo de otra manera y por lo tanto no tiene sentido preocuparse por eso.

- Para muchos autores sigue sonando peyorativo hacer un teatro de entretenimiento. ¿Es su caso? Si es así ¿Qué tipo de teatro persigue?

F.C- El teatro de entretenimiento no me interesa, básicamente porque me parece muy aburrido. Como yo hago teatro para divertirme, y como casi siempre lo consigo, sospecho (y espero) que algo de esa energía se comunique a los espectadores.

I.R.H- De la pregunta cambie peyorativo por preservativo y entretenimiento por entrepierna y ya tiene la fórmula para el espectáculo de éxito. Un negocio como las patatas fritas. Mi problema es que el entretenimiento no me entretiene. Y siempre me sorprende que la repetición ad nauseam de fórmulas y temas manidos, como por ejemplo, el sexo, pueda todavía sacar a alguien, tenerle entre. Yo persigo un teatro cargado de rabia, un teatro que renueve temas, estructuras y lenguajes.

- Uno de los aspectos del teatro que más se critica es la falta de sintonía con la realidad, frente al cine o al arte ¿Está de acuerdo? o ¿cree que el teatro es el último reducto que queda para la denuncia?

I.R.H- Nunca he sabido qué significan esos singulares tan hinchados: "la realidad", "el teatro", "la denuncia", "la rebelión"...Es la carga del monoteísmo que se empeña en que sólo hay un dios, una verdad, una forma de hacer teatro... Hay que erradicar el monoteísmo y ver el mundo en plural.

F.C- Su pregunta presupone un conocimiento del teatro, del cine y del arte del que carezco. Sí me atrevo a decir que en mi teatro no persigo denunciar o defender nada. Simplemente, trato de responder a las preguntas que me hago en cada momento, y no siempre lo consigo. Naturalmente respeto todas las opciones posibles, pero en este momento la mía va por ahí: un teatro de interrogación, más que un teatro de comunión. Es decir, que más que un público que venga a comulgar en una ceremonia ritual, que venga a afirmarse en lo que ya se sabe, pues trato de dirigirme a la gente colocándola en otro lugar: en lo no sabido, en la oscuridad de la ignorancia. No lo consigo, es obvio, si lo consiguiera sería un verdadero artista, pero la idea me tira y en eso estamos.

- Y el público español ¿cree que está preparado para recibir, por ejemplo, a autores del estilo de Samuel Beckett ?

F.C- Por supuesto.

I.R.H- Tampoco sé qué es eso de "público" y mucho menos "español". Artaud decía que para que haya público primero tiene que haber teatro. La publicidad demuestra que para que haya público lo de menos es el teatro. Aplicado a Beckett : por lo primero, ya tiene su público; y por lo segundo, podrá ser digerido por la mayoría cuando se convierta en marca de hamburguesa rápida. Para entonces seré vegetariano.

- ¿Cómo interpreta que, al menos en Madrid, más de la mitad de los teatros sean institucionales y que la producción de obras teatrales tenga una gran depedencia de los presupuestos públicos?

I.R.H- El teatro de Madrid es el mundo al revés: los teatros públicos son cortijos privados del director de turno; los empresarios privados están adscritos a las nóminas públicas; las autoridades culturales están desaparecidas salvo para inauguraciones; el respetable prefiere la litrona o el fútbol; y los autores buscamos trabajo. Yo propongo que el teatro en lugar de seguir bajo los ministerios, consejerías y concejalías de Cultura pase a Agricultura bajo la ley de protección de las especies en extinción. Como las rapaces.

F.C- Creo que es una situación muy mala para los creadores, y me temo que de persistir (y todo apunta a que va a durar un buen rato) tendrá gravísimas consecuencias para el teatro vivo.

- Los autores dramáticos jóvenes se abren paso a los ya consolidados y, en algunas ocasiones, incluso gozan de mayor promoción que éstos últimos. ¿Qué opina? ¿Cree que lo de ser joven es una valor añadido?

F.C- Lo de ser joven es una enfermedad que desgraciadamente se pasa enseguida. Hay personas, es cierto, que nunca podrán superar las secuelas, pero la mayoría se restablece bien. La atención a los jóvenes es lógica, universal y necesaria. Quizá lo patológico, socialmente hablando, esté más en la desatención a los viejos, pero esto sí que se va a arreglar enseguida:somos una sociedad que envejece a toda marcha y el peso de las mayorías pronto se hará notar. Paciencia (para los que se preocupan de eso. A mí me tiene sin cuidado).
I.R.H- El mercado teatral como cualquier otro es la ley de la jungla. Ya lo dijo Hobbes, el dramaturgo es un lobo para el dramaturgo. Así ha sido siempre y así será. Cada uno se busca la vida como puede; unos enseñan los dientes, otros los sesos y otros los falos o las tetas. El valor de ser joven es uno más de los valores y estrategias del capitalismo avanzado. No me interesan. Para mí ser joven es ser innovador. No es cuestión de edad. Y constato desolado que como generación histórica la juventud actual en su mayoría, siempre hay excepciones, es la más reaccionaria en muchas décadas.