Image: Independientes y en compañía

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Teatro

Independientes y en compañía

por Helena Pimenta

2 enero, 2002 01:00

Helena Pimenta. Foto: Mercedes Rodríguez

Helena Pimenta se está revelando como una de las directoras más interesantes de la escena. Su último trabajo, Sigue la tormenta, ha sido elegida por los críticos de El Cultural como la mejor obra de 2001. Ahora ensaya La dama boba, de Lope de Vega. Miembro de Ur Teatro, analiza en este artículo las dificultades para mantener hoy una compañía de teatro independiente.

Hoy es difícil mantener una compañía de teatro estable e independiente. Me gusta creer que Ur Teatro lo es. Hace catorce años que la fundamos en Rentería aunque sus miembros participábamos ya de un colectivo anterior, Atelier, que inició su andadura teatral en el seno del Instituto de Bachillerato de la misma localidad, en 1979. Ya son años de trabajar juntos pero, aunque creo que el tiempo vivido en común es importante, lo que distingue a una compañía de una productora o empresa de teatro es el trabajo que desarrolla, el objetivo que se ha impuesto alcanzar. En Ur seguimos en el empeño de un proyecto artístico con el que desarrollar una nueva forma de narrar desde el escenario y que, además, sea coherente con nuestra trayectoria. Nuestro objetivo no es la rentabilidad económica, sino hacer un teatro de investigación artística de nuevos lenguajes escénicos. Tras muchas vicisitudes, en la actualidad la compañía la forman cinco personas que se han mantenido fieles porque han sido capaces de alternar varios oficios, por ejemplo, el de actuar y el de hacer producción, fabricar una escenografía, llevar la iluminación, regentar un proyecto teatral municipal que abarcaba creación, formación, sala de exhibición...

En todo este tiempo hemos tenido que contrarrestar ciertos efectos perniciosos del trabajo en equipo. El peor de todos ellos es el de la endogamia. Te acostumbras a trabajar con la misma gente y corres el riesgo de acabar aislado. Para neutralizarlo, hemos optado por alternar nuestro trabajo con otros proyectos fuera de Ur Teatro. Llegar hasta esta solución no ha sido fácil, el trabajo en grupo siempre genera susceptibilidades, pero lo hemos conseguido. En estos momentos dirijo para la Compañía Nacional de Teatro Clásico La dama boba, con producción de la citada compañía, mientras que en Sigue la tormenta hemos producido la obra con Walter Vidarte como actor invitado. Hemos aprendido que tiene que haber un equilibrio entre las necesidades individuales y el proyecto colectivo. El teatro es un trabajo en equipo y ejerce una presión tremenda sobres sus miembros, pero es un oficio del que uno se enamora y quizá por ello está dispuesto a renunciar a ciertos privilegios.

A pesar de este riesgo que corren las compañías, para mí sigue siendo ventajoso trabajar con un equipo estable. Estable no quiere decir inamovible sino ,como he señalado antes, abierto a influencias de otros profesionales, con actores, técnicos y directores invitados. De esta manera tiene ventajas trabajar con un colectivo que sigue una metodología propia, que mantiene unas relaciones personales y laborales ajustadas, que tiene claro cuál es la responsabilidad de cada uno de sus miembros y que, en definitiva, es capaz de continuar con una labor de investigación que interesa a todos sus miembros. Esto no quiere decir que el trabajo en producciones ajenas a la compañía no sea fructífero. En general, siempre que trabajo fuera de Ur intento hacerlo en las mismas condiciones que si estuviera en mi compañía.

Cuando intento indagar por qué hoy no funciona o se ensaya poco esta fórmula de trabajo, la más primitiva del teatro y la que ha permitido mantener una tradición, se me ocurren varias causas. No se puede obviar la presión del mercado, que obliga a fórmulas laborales más flexibles. Es el camino que eligen las productoras privadas y algunas unidades de producción públicas, es decir, contratar un equipo artístico y técnico para levantar una obra de teatro y girarla durante un periodo determinado. En el caso de las compañías como la nuestra nos sería más fácil si buscáramos la rentabilidad económica, hay espectáculos que dan mucho dinero. No es nuestro caso, entendemos el teatro como Arte y el asunto se nos complica.

Pero es la apreciación que hoy se tiene del oficio de actor una de las razones que explicarían la crisis de las compañías estables. Del actor, se tiene una visión romántica, extraordinaria, fuera de lo común, tanto es así que a algunos, recién salidos de las escuelas, les cuesta decir que son intérpretes. Nuestros actores sólo encuentran tres salidas para trabajar en el teatro: los centros públicos, las productoras privadas o las compañías independientes. Y éstas últimas se contemplan como una aventura, un proyecto raro, en vez de ser asumidas por la sociedad como un bien social al que hay que apoyar porque de lo contrario seguirán con su supervivencia hipotecada.