Image: Eduardo Mendoza

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Teatro

Eduardo Mendoza

“Sólo el título de la obra ya vale el precio de la entrada”

9 octubre, 2003 02:00

Eduardo Mendoza

Miguel Narros ha vuelto a poner en pie El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, que llega mañana al Centro Cultural de la Villa de Madrid. Ha usado la misma adaptación que Eduardo Mendoza le escribió en 1987, cuando la montó por primera vez. Si el director presenta su obra como una producción completamente distinta de aquélla, no así el traductor, que apenas ha modificado su versión. Aficionado a la escena, Mendoza habla en esta entrevista con El Cultural de las obras de teatro que ha escrito en catalán y del atrevimiento que hay a escribir novelas.

"Una noche de verano: sólo el título ya vale el precio de la entrada". Así anima el novelista Eduardo Mendoza a ir a ver esta comedia de Shakespeare cuya adaptación le encargó Miguel Narros en 1987. Entonces se estrenó en el Teatro Español de Madrid convirtiéndose en uno de los montajes más aclamados del director. Ahora, el escenógrafo y productor Andrea D’Odorico ha puesto nuevamente en pie el título, con dirección de Narros y con un nuevo reparto en el que figuran Verónica Forqué, en el papel de Titania, Vladimir Cruz en el de Oberon, David Zarzo en el del diabólico Puck y catorce actores más. La obra es una trama fantástica que sucede a lo largo de una noche sobre la barrera que separa los sueños de la realidad, un tema que le permite a Shakespeare hablar de teatro como hace en muchas de sus obras. Es por este camino que el autor construye un divertido juguete escénico en el que se ven reflejados actores y público, nuestras ilusiones enfrentadas a la triste realidad. No es casual que el escenógrafo D’Odorico haya dispuesto espejos en el suelo para recrear este juego de sombras.

Adaptación o versión
Para esta reposición, Mendoza sólo ha acortando algunos pasajes de la traducción inicial para adaptarla a un elenco más reducido del que lo interpretó originalmente. Ya entonces, el autor de esta versión explicó que sus aportaciones han consistido en un par de fragmentos y una modificación sustancial al final de la obra con la que, al modo de los autores de la época, intenta ganarse el favor del público. El texto, al igual que Panorama desde el puente, de Arthur Miller, que también Mendoza adaptó para Narros, ha sido editado por D’Odorico Producciones.

-Narros me explicó que cuando en 1987 quiso hacer El sueño... pensó en usted para la versión por su fina ironía y sentido del humor, pero que usted prefirió mantenerse fiel al autor. ¿Esperaba Narros que usted se tomara más licencias?
-No sé cuánto más esperaba Narros. Dios sabe que me tomé más de la cuenta. Pero, si no recuerdo mal, él me pidió una traducción o una adaptación, no una versión nueva del Sueño. Si me lo hubiera propuesto, no creo que hubiese aceptado el desafío. Lo que hice ya es una muestra de osadía y de desfachatez por mi parte.

Un texto limpio y tranquilo
-Ha pasado bastante tiempo desde aquel estreno. ¿Ha necesitado introducir cambios a aquella primera adaptación para esta reposición?
-No se ha introducido ningún cambio: lo hecho, hecho está. Sí he suprimido algunas escenas superfluas para ajustar la duración de la obra a un tiempo más razonable.

-Su versión huye precisamente de la vertiente poética del texto para hacerla más teatral, pues dice que todas las que ha conocido le parecen muy literarias: "Me conformaría con haber dejado un texto limpio y tranquilo", dice en el prólogo. Entiendo lo de limpio en coloquialismos, arcaísmos, y otras rarezas pero puede explicarme lo de texto "tranquilo".
-Quise decir, simplemente, que se pudiera oír sin esfuerzo ni tormento. Luego he tenido serias dudas sobre lo acertado de mi propósito: a veces pienso que un texto clásico ha de ofrecer alguna dificultad al público. Y me arrepiento de haber limado algunas aristas a costa de metáforas o arcaísmos. Pero no se puede tener todo.

-Narros encuentra muy actual el texto, por la guerra de sexos, por el uso de drogas, por la fantasía de la obra... y por hablar del teatro como representación del mundo, y del mundo como teatro, algo corriente en los autores del Barroco. ¿A usted, que es lo que más le gusta de la obra?
-Lo que más me gusta de la obra es la obra. No es una perogrullada. Me parece una genial combinación de temas, historias y situaciones que se hacen, se deshacen sin un momento de desmayo ni de retórica. Y todo en el transcurso de una noche. Una noche de verano: sólo el título ya vale el precio de la entrada. En cuanto a las drogas, no sé qué decir. Me temo que los sentimientos, las pasiones, la vanidad, la contradicción interna y, en general, todos los desvaríos del alma, hacen innecesario el consumo de estupefacientes.

-Cambiemos de tema, no hace mucho Sergi Belbel decía en estas páginas que el teatro es un arte con el que se atreve todo el mundo y que, en este sentido, le irritaban los novelistas que se metían a hacer teatro. ¿Le sobra o le falta razón?
-Si lo decía por mí, le sobra razón. Pero no creo que se pueda generalizar. Hay casos de novelistas que también son grandes dramaturgos: Thomas Bernhard o Valle Inclán, por ejemplo, aunque admito que son la excepción. Lo que no entiendo es lo de que con el teatro se atreve todo el mundo. Al menos en este país, el número de dramaturgos es mínimo. Y si lo comparamos con el de los que se atreven a escribir novelas, ya no te digo.

-También otros autores, de teatro claro, andan molestos con la posición dominante de la novela, y el desprecio del teatro dentro de la Literatura. ¿Cree que un texto teatral es un género para ser leído o un pretexto para su representación?
-Es verdad que el teatro ha sido injustamente excluido del estudio de la Literatura. De esto no tenemos la culpa los novelistas. Sí acaso, el excesivo estrellato de algunos directores, que a posta o no subordinan lo que el teatro tiene de literatura a lo que tiene de espectáculo. ¿Vale la pena pelearse por esto? No. En definitiva, lo que importa es el público, no los profesionales.

-¿Para cuando una obra dramática de Eduardo Mendoza? ¿No es un asunto con demasiada tramoya para un autor que le gusta ahorrarse ciertos "impuestos" como la promoción?
-He escrito varias obras de teatro, y una se estrenó y todo, lo que ocurre es que las escribo en catalán y tienen una difusión más limitada. En cuanto a la promoción, es menos grave que con la novela: al teatro se le hace muy poco caso.

50 años de aficionado
Mendoza es de los pocos novelistas que se ve por los teatros. Fue su padre quien le llevó por primera vez. él ha recreado los ambientes faranduleros de principios de siglo en Una comedia ligera, por la que desfilan actrices, empresarios y un protagonista autor dramático. Según ha dicho, el teatro le sirvió para recrear en su novela una época en la que la mayor distracción del público era precisamente ir al teatro.

-¿Va al teatro? ¿Cree que el teatro ha perdido el prestigio social que tenía, sobre todo entre las élites culturales?
-Sí. Voy mucho al teatro. Y no creo que haya perdido prestigio social: basta con ir a cualquier festival para comprobarlo. Por supuesto, el concepto de prestigio ha cambiado en los 50 años que llevo yendo al teatro con regularidad, y también el concepto de social. Y el de cultura. Hablar de todo esto nos llevaría mucho tiempo.

-Como hombre que ha vivido en Nueva York, ¿goza allí de una mejor recepción y consideración social?
-Comparar el ambiente teatral aquí y en Nueva York llevaría menos tiempo, pero sería un tiempo perdido.