Image: Alberti con uñas y dientes

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Teatro

Alberti con uñas y dientes

Salvat vuelve con Noche de guerra en el Museo del Prado

27 noviembre, 2003 01:00

Marisol Rozo y Javier Ruiz Alegria son Venus y Adonis, cuyo amor rompe Marte

El 27 de noviembre se estrena en el teatro Madrid la séptima versión que Ricard Salvat hace de Noche de guerra en el Museo del Prado, de Rafael Alberti. La obra vuelve a Madrid, a iniciativa de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 25 años después de que la escenificara por encargo del Centro Dramático Nacional. Un ejemplo del mejor teatro político de Alberti en el que hace una defensa de la República y del heroísmo del pueblo de Madrid.

Escrita en los años 50, Noche de guerra en el Museo del Prado está considerada por los profesores Francisco Ruíz Ramón y Ricard Salvat como la mejor obra del teatro político de Rafael Alberti, por ser un ejemplo de teatro popular no adulterado por formas didácticas. En ella, el poeta hace una defensa de la República, de sus ideas revolucionarias y del heroísmo del pueblo de Madrid recreando un universo de personajes inspirados en el Goya de Los fusilamientos del 3 de mayo, de Martes de Carnaval y de su serie de grabados los Desastres de la Guerra.

La obra tiene una estructura dramática de un único acto que Salvat logra, afortunadamente, levantar. Desde un punto de vista argumental, el director señala que "creía que el texto había envejecido, pero pude comprobar, después de una lectura que hicimos en Barcelona con actores contra la guerra, y a modo de cantata, que sigue vivo". ¿Es pues un ejemplo de ese teatro que cobra sentido en situaciones de urgencia?

Comunión revolucionaria
Desde un punto de vista ideológico, la obra comulga con los postulados revolucionarios del Alberti comunista. En ella, el autor establece un paralelismo entre la Guerra Civil del 36 y la Guerra de la Independencia con motivo de la evacuación de 300 cuadros del Museo del Prado durante la Guerra Civil, primero a Valencia y después a Francia. La acción transcurre durante una noche en el Prado, en los días más graves de noviembre del 36 en el que la capital sufre el asedio más duro por los nacionales. Hasta allí han llegado los milicianos republicanos para llevar los cuadros al sótano, y allí se encuentran con los fantasmas de las escenas de Goya como huidos de sus lienzos. Nos cuentan la invasión naopoleónica hasta culminar con el ajusticiamiento de los representantes de la monarquía, concretamente de Godoy y la reina Maria Luisa de Parma, en el mejor estilo revolucionario: juicio popular y horca.

El tono más lírico lo ponen dos poetas: un joven que nos descubre ese museo, símbolo de España, y otro poeta maduro que sale al principio y fin de la obra como si quisiera devolvernos al presente, poeta que no es otro que el Alberti de vuelta a España tras su largo exilio. Luego hay tres escenas añadidas, -dificultosas, que rompen el ritmo dramático, en opinión de Salvat- y que a modo de alegoría representa una, el amor de Venus y Adonis roto por Marte, el dios de la Guerra; la otra, nos retrotrae a los años de Alberti en la Residencia de Estudiantes, con Lorca y Dalí representados por dos arcángeles, y una tercera, un diálogo entre el rey Felipe IV y su enano Sebastianillo.

Estreno forrado de policías
En conjunto, es la escenificación muy plástica y cercana al esperpento de una noche de guerra, que puede ser la de 1808 o la del 36, es lo mismo, porque lo que pretende Alberti es subrayar el caracter popular y heroico del pueblo de Madrid y animar a la lucha "con uñas y con dientes", "con la risa en la boca", aún con los pocos medios que se tengan, como así fue.

Ricard Salvat ha representado la obra en repetidas ocasiones en el extranjero, pero la puesta en escena que se recuerda en nuestro país fue cuando Adolfo Marsillach se la encargó para inaugurar el Centro Dramático Nacional, en el María Guerrero, en 1978: "Sentí mucho que luego no la quisieran estrenar para abrir el centro", explica Salvat. Sorprende que un texto claramente antimonárquico se llevara a escena en aquellos conflictivos años de la Transición, pero entonces se hicieron tantas cosas sorprendentes: "Recuerdo que fue un estreno muy tenso, el teatro estaba forrado por dentro y por fuera de policías, pero la obra tuvo bastante éxito. Contaba con Juan Diego y Carmen Maura, entre muchos otros, y desde luego puedo decir que casi todos los actores eran miembros del PCE. Sí, desde luego que Marsillach puso en nómina a los actores comunistas", comenta Salvat.

Séptima versión
ésta es la séptima adaptación que Salvat dirige y lo hace, según cuenta, tras desestimar otros títulos del poeta y a sugerencia de César Oliva, asesor de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, quien para esta producción se ha unido a la empresa Artibus. Salvat también ha preparado la edición del segundo volumen del teatro de Alberti que pronto editará la citada sociedad en colaboración con Seix Barral.

Esta versión ofrece algunas novedades respecto a sus predecesoras. "Me aburre repetir", dice, "y por ello cada una de las versiones que hago es distinta. La primera que estrené fue en Roma, en 1973, siguiendo la edición de Losada (1956) y luego, al año siguiente le pedí a Alberti que incluyera dos escenas más para presentarla en el teatro Belli, en el Trastevere, muy cerca de donde vivía". Una de ellas hace referencia a la inclusión de Picasso junto a los grandes maestros que cobija el Museo del Prado, tal como el pintor deseaba y que Alberti plasma aquí. La versión del CDN, con un prólogo de álvaro del Amo y Miguel Bilbatua fue la quinta, y llegó tras otras dos que hizo para México y Europa. La que estrena mañana tiene la particularidad de haber integrado como personaje a la mujer del poeta, Maria Teresa León, que en el prólogo lee un artículo que publicó durante su exilio en Argentina.

Para esta ocasión Salvat se ha rodeado de un joven y amplio equipo de actores que llegan a interpretar tres y hasta cuatro papeles cada uno. Vicente Gisbert hace de poeta maduro, mientras del joven se ocupa Pablo Rojas. María Luisa Armenteros da vida a Maria Teresa León, pero también es una de las tres esperpénticas brujas que hacen Yolanda Diego y Luisa Gavasa. Manu Aguilar, Marisol Rozo, Juan Nieto y Raquel Ortega, Leandro Rivera, José Antonio Ferrer son algunos nombres del elenco. Respecto a la escenografía dice el director que también es completamente nueva, aunque sigue las indicaciones de Alberti que contemplaba reproducir la sala central del museo con un dibujo en perspectiva proyectado sobre una pantalla. Los muros están desprovistos de los cuadros que han sido evacuados y en el suelo, sacos terreros. Antes se proyectan muchos de los cuadros que al autor le gustaban especialmente y que menciona en la obra. El final se reserva para unos versos de Machado: ¡Madrid,! ¡Madrid! ¡Qué bien tu nombre suena!/ Rompeolas de todas las Españas./ La tierra se estremece, el cielo atruena./ Tú sonríes con plomo en las entrañas.

La obra se estrena el 27 de noviembre en el Teatro Madrid, donde permanecerá hasta el 14 de diciembre, y luego girará por la Comunidad de Madrid, Murcia y Canarias.

Ricard Salvat
Reconocido por ser el introductor en nuestro país del teatro de Bertolt Brecht, a Ricard Salvat (Tortosa, 1934) también se le identifica por crear en los 60, en Barcelona, la Escuela Adrià Gual junto al propio Gual y Maria Aurelia Capmany, que ha contribuido a promover la dramaturgia catalana y en la que se han formado generaciones de actores. A pesar de ello, Salvat se siente maltratado por los políticos catalanes, reconocimiento que sin embargo sí ha tenido en el extranjero. Es también profesor de la Universidad de Barcelona, prolífico ensayista, y autor de numerosas adaptaciones. Uno de sus éxitos escénicos ha sido Ronda de mort a Sirera.