Image: Autores. La hora de los valientes

Image: Autores. La hora de los valientes

Teatro

Autores. La hora de los valientes

Juan Mayorga, Alonso de Santos y Julio Salvatierra

27 noviembre, 2003 01:00

De izquierda a derecha: Juan Mayorga, Alonso de Santos y Julio Salvatierra en la sala Guindalera escena abierta

La cartelera madrileña está viviendo un fenómeno insólito: en poco menos de una semana se estrenan cuatro montajes de autores españoles. Animales nocturnos de Juan Mayorga, el 27 de noviembre en la nueva sala Guindalera, Dionisio Guerra de Julio Salvatierra también el 27 en la Cuarta Pared, Te diré siempre la verdad de Lluïsa Cunillé en la Sala de la Princesa del Centro Dramático Nacional y Nuestra cocina de José Luis Alonso de Santos en la sala Réplika, aportan una vigorosa bocanada de escritura contemporánea a la no siempre inquieta cartelera madrileña. Mayorga, Alonso de Santos y Salvatierra hablan para El Cultural sobre las dificultades de estrenar en la capital, las necesidades del autor y las salas alternativas, que se han convertido en la tabla salvavidas de la dramaturgia española.

Los autores piden la palabra. Lo llevan haciendo constantemente desde la década de los noventa, aunque no siempre con resultados positivos. Sin embargo, de vez en cuando la cartelera cede a la evidencia. Es el caso que se está viviendo esta semana en la que consagrados como José Luis Alonso de Santos comparten cartel con voces más jóvenes como Juan Mayorga, Lluïsa Cunillé y Julio Salvatierra. El Cultural ha reunido a estos dramaturgos, a excepción de Cunillé que mantiene su norma de no conceder entrevistas, para hablar sobre sus montajes y las dificultades del circuito. -Los tres estrenan obra en salas alternativas, que parecen ser las únicas que escuchan al autor. ¿Este tipo de salas son el último reducto de la dramaturgia actual? ¿Es difícil romper el cerco de los teatros mal llamados comerciales?

-Juan Mayorga: No veo las salas alternativas como un purgatorio, ni como una división inferior desde la que acceder a las superiores. Pero es cierto que estas salas prestan una atención a la escritura contemporánea que apenas se halla en las comerciales o -lo que es más grave- en los llamados teatros públicos. La primera razón de ser de las nuevas salas es la voluntad de expresión de voces que buscan espacio. Entre los proyectos que ahora se inician, el que mejor conozco es el de Guindalera. En él he encontrado profesionales que reúnen amor por el arte teatral, conocimiento de sus oficios y sentido de responsabilidad hacia la gente.
-José Luis Alonso de Santos: En mi caso mis obras se han representado tanto en salas alternativas como en teatros comerciales. Hay varias razones por las que la mayoría de los autores contemporáneos sólo estrenan en alternativas: una es económica, debido al poco riesgo de los empresarios, y otra es una cuestión del circuito en el que se mueven -que en el caso de los jóvenes es el alternativo- y del que es difícil dar el salto a otros. Se debería tener mayor acceso al circuito comercial y los autores deberían estrenar con más normalidad.
-Julio Salvatierra: Sí, yo creo que en primer lugar habría que preguntárselo a los empresarios. También a nuestro Ayuntamiento y a su desaforada defensa de una visión moderna de la zarzuela, digo, de la cultura. Una obra de teatro buena siempre es atractiva para el público. El teatro de mediano formato de Madrid llega a más de un millón doscientos mil espectadores anuales por toda España. Pero en Madrid es más difícil. Cosa de las capitales...

El compromiso teatral
Las tres obras tratan temas de actualidad. ¿Qué ventajas o inconvenientes tiene el teatro, frente a otros medios artísticos, a la hora de abordar la actualidad?
-J. L. Alonso de Santos: El teatro no es bueno sólo por el hecho de comprometerse con la realidad. Hay teatro bueno sin compromiso y teatro comprometido muy malo. Yo cuando escribo trato los temas que me salen del corazón, que casi siempre tienen que ver con problemas sociales. En Nuestra cocina reflejo los comportamientos laborales de un grupo de trabajadores a lo largo de un día, con sus sufrimientos y sus esperanzas...
-J. Mayorga: Yo creo que el teatro debe ser, antes que nada, el lugar en que se hace visible aquella parte de la vida que no quiere mostrarse. El teatro es la máscara que desenmascara. Y nada hay más enmascarado que la actualidad, oculta bajo toneladas de información. El actor, con una palabra, con un gesto, puede retirar el velo que disfraza al mundo.
-J. Salvatierra: Yo no sabría hacer un balance. Nosotros hacemos teatro porque es lo que nos hace felices. Luego, la actualidad nos aborda a nosotros y hacemos lo que podemos, porque un compromiso con nuestro ser social es inevitable. Creo que el teatro tiene una especial capacidad de tocar hondo, cuando lo consigue, porque es el arte donde lo que se hace metáfora es la propia presencia humana.

-¿Cómo surgió esta obra? ¿Ha realizado algún tipo de cambio para esta puesta en escena?
-J. Salvatierra: Curiosamente Dionisio Guerra surge mucho antes de la guerra de Iraq, y tiene más que ver con nuestro anterior espectáculo, Miguel Hernández. Posteriormente es obvio que se ha visto influido por los acontecimientos, como debe ser. Porque no hay que hablar sólo de la guerra, si no de las sociedades que llevan a ella. De nosotros mismos. Ese tema sí que es obligatorio.
-J. Mayorga: Animales nocturnos procede de una pieza breve, El buen vecino, que escribí en respuesta a un encargo del Royal Court de Londres. Esa pieza fue el punto de partida para un trabajo desarrollado en Guindalera con un grupo de actores dirigidos por Juan Pastor. Yo planteaba esquemas de improvisación sobre los que Pastor trabajaba con los actores; a partir de ese trabajo, yo fijaba elementos del texto y hacía nuevas propuestas. Esa experiencia de trabajo con el actor ha sido apasionante para mí y decisiva para la escritura de Animales nocturnos. Estoy muy agradecido a la inteligencia con que Juan Pastor me ha acompañado en ese proceso.
-J. L. Alonso de Santos: Nuestra cocina surgió hace 10 años en un taller de la RESAD en el que tomé la obra La cocina de Arnold Wesker como punto de partida para trabajar con los alumnos. El texto evolucionó tanto que al final se convirtió en una obra distinta, ya que si Wesker trataba los problemas de los judíos en la postguerra en Nuestra cocina yo abordaba los problemas de convivencia y de relaciones cotidianas entre los trabajadores de una cocina. Esta es una obra muy buena para los alumnos porque es muy flexible, se puede adaptar a todo tipo de actores.

Influencias en la escritura
-¿Qué ventajas tiene para un escritor tener compañía propia? ¿Puede esto llegar a influir en su escritura?
-J. Salvatierra: En mi caso influye tanto que sin compañía seguramente no escribiría teatro. Escribir para actores y director propios es para mi más rico, más sugerente, más divertido y más efectivo: conoces más al otro. Dionisio Guerra ha ganado mucha magia y mucho humor gracias a la influencia de la compañía, de álvaro Lavín, Oscar Sánchez...
-J. L. Alonso de Santos: Aquí se podrían hacer muchos matices. Por un lado creo que conocer bien la economía teatral por dentro te ayuda, pero también te puede limitar. Estar pendiente de los temas económicos, si viene público o no... eso es angustioso y sufres más como autor al ver que tu obra genera pérdidas. De lo que no tengo duda es de que es bueno que el autor colabore en los ensayos porque eso es enriquecedor para la obra.
-J. Mayorga: Este año he estrenado distintos textos en cuya escritura ha sido fundamental el diálogo con las compañías que los llevaron a escena: Natán el sabio (El Astillero); Sonámbulo (Ur); Camino del cielo (Skaena); Alejandro y Ana (con Juan Cavestany, para Animalario); Animales nocturnos (Guindalera). En todos esos casos, mi escritura ha llegado a lugares que no hubiera alcanzado en solitario. Trabajar junto a una compañía es un regalo para el autor que ve el teatro como un arte colectivo.