Vicente Cuesta en Quijote

La naturaleza teatral de El Quijote suele limitarse a las referencias específicamente faranduleras del Retablo Maese Pedro y la compañía de Angulo El Malo. El primer mérito de esta versión de Margallo y Sánchez es fundamentar el espectáculo en esa sustancia dramática de la historia. En consecuencia, Quijote es una manifestación de teatro puro, de teatro y juego, de metáfora objetual que expresa una realidad múltiple de difusas fronteras con la fantasía. Hace unos años Scaparro, conocedor de esa naturaleza, lo intentó; pero esqueletizó tanto el libro cervantino que se perdió mucho del discurso quijotesco. El viaje infinito de Sancho Panza de Sastre no es una versión, sino una quijotización de Sancho. Tuvo el contratiempo de que el Sancho Panza de Pedro Ruíz fuera lamentable y de que Pérez Puig tampoco estuviera en estado de gracia. Este Quijote de Sánchez se presenta con un excelente e intrépido instinto plástico, bello, onírico y espectacular como el episodio de las marionetas de la Cueva de Montesinos. Y llega con toda la humana piedad de Cervantes por el hombre ; y con la crítica a veces mordaz y siempre irónica. Es una fiesta, un jugoso ejercicio de imaginación para desentrañar esa sustancia teatral, pues en El Quijote no hay solo novela y metanovela: hay teatro y metateatro. Es una fiesta, pese a que los intérpretes no estén siempre a la altura requerida; pero vale el espíritu de cómicos de la legua, el trabajoso doblaje y desdoblaje en distintos personajes; conmovedor el Sancho de Cordero y correcto Cuesta, lo cual, para un Quijote, no es irrelevante.