Image: H. El pequeño niño obeso quiere ser cineasta

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Teatro

H. El pequeño niño obeso quiere ser cineasta

Director: Santiago Molero, Rulo Pardo y David Ottone

29 abril, 2004 02:00

Santiago Molero en un momento de H

Intérpretes: S. Molero y R. Pardo. Autores: S. Molero y R. Pardo. Sala Alfil. Madrid

Compañía Sexpeare que, siguiendo la terminología clásica de Agustín de Rojas, bien podría ser rdenominada "ñaque," al menos en esta sorprendente H -subtitulada El pequeño niño obeso quiere ser cineasta-, se autodefine como teatreros "con mucha cara". Eso puede ser verdad, pues el desparpajo y el impudor resultan imprescindibles para hacer teatro. Divertimento, sátira y burla fueron siempre consustanciales a los cómicos de estirpe maldita, aunque desde siglos gocen de todos los honores y se los entierre en sagrado con todas las bendiciones. Pero la "mucha cara" de Sexpeare de nada serviría si no tuviera la virtud del disparate y del transformismo. H es un ejemplo de humor negro, tan disparatado que deja de ser negro para convertirse en loco. Su eficacia radica no tanto en la intriga como en la descoyuntada concatenación de planos narrativos. Tiene una estructura concéntrica, de muñeca rusa, en la que cada realidad esconde otra. Hay la escritura de un guión de cine que compone el tejido de fondo, el cañamazo. Y hay unos personajes, digamos reales, que coinciden, se superponen o discurren paralelos a los inventados. Hay un manicomio en el que está encerrado un director de cine y hay un estudiante de cinematografía que viaja hasta las fuentes de esa incomprendida sabiduría entre loqueros. Allí, este estudiante se encontrará con una especie de "alter ego" que está encerrado menos por genial que por asesino o acaso por las dos cosas a la vez. Hay crímenes y odios familiares. Hay inquietante coincidencias entre la realidad y la ficción. Y hay también un concurso patrocinado por una marca de galletas, Galletas Niqui, que tiene más importancia de la que parece. ¿Se han extraviado ustedes en este complejísimo laberinto? No importa. Si en un momento de despiste han perdido pie, recóbrenlo y retomen el hilo salvador. Es fácil perderse en un laberinto y es fácil reencontrarse si se toman las debidas precauciones. El lugar del encuentro es el terreno de la carcajada y del buen trabajo actoral.