Caryl Churchill (1938) fue conocida en los teatros de Europa en los años 80, sobre todo, a partir de Top girls, Cloud nine y Vinegar Tom, obras de cierta militancia feminista vinculadas a grupos como Joint Stock o Monstruos Regiment. Pero su trayectoria anterior y posterior abarca un amplio abanico de temas de nuestra contemporaneidad. Això és una cadira (Esto es una silla (1997), nos muestra el poder y la falsedad de las palabras, en una obra caracterizada casi por la ausencia de éstas, por lo fragmentario de las situaciones, por un estilo críptico que sugiere lo que sólo las imágenes muestran con mayor realidad. Como en Serious money, un éxito de los 90 en el West End, el tema es el mercado capitalista o neoliberal. Pero aquí la fragmentación es extrema. Ocho escenas, ocho temas señalan el engaño de nuestro entorno, la soledad del individuo, su pérdida de identidad. Su título nos proporciona el contexto sociológico: la guerra en Bosnia, pornografía y censura, el desplazamiento a la derecha del partido socialdemócrata, el impacto del capitalismo en la ex-Unión soviética, el negocio del marfil en el tercer mundo, el proceso de paz en Oriente Medio… Son titulares que enmarcan ocho relaciones humanas que nos muestran a personajes despiadados, perversos, frente a otros seres desvalidos, en una sociedad en la que lamentaríamos sentirnos reflejados. Es un espectáculo breve en su duración, con fragmentos añadidos de John Berger. Pero se nos hace más breve por su agilidad. Al fondo, una gran pantalla nos muestra la panorámica que enmarca las situaciones, nos recuerda siempre la soledad del individuo. Los movimientos actorales, las imágenes, la sonoridad, el sobrio o caricaturizado estilo interpretativo, todo está medido con armonía y precisión. La densidad conseguida en este espectáculo es una agradable sorpresa. Debería mantenerse largo tiempo en la cartelera barcelonesa.