Teatro

Ninette y un señor de Murcia

Director: Diezhandino

27 mayo, 2004 02:00

Intérpretes: Fernando Delgado, Carmen Morales, Bruno Scuarcia. Autor: Miguel Mihura. Teatro Reina Victoria. Madrid

Ninette es un ser adorable; Ninette es una criatura sobrenatural de la cual no es difícil imaginar enamorado a Miguel Mihura, su creador. Ninette es un lirio crecido en el melancólico desierto de la emigración, colectivo individualizado en la familia de Bernarda y Pedro, al que Mihura trata con irónica conmiseración. Ninette -deliciosa Carmen Morales- es la niña de los ojos de Mihura, delicioso también en las burbujas de un humor sin estridencias. Miguel Mihura se encontraba confortablemente instalado entre una burguesía de medio pelo que le hubiera dado la espalda si Mihura hubiera llevado su aparente audacia un poco más lejos de lo políticamente correcto. Cuando se estrena esta amable comedia sobre la penuria sexual de los españoles y el libertinaje de los franceses, exilio y emigración condicionan la vida española. Y aunque ambas circunstancias estén presentes en Ninette y un señor de Murcia, para el autor eso es secundario y cordialmente folclórico. Interrumpida ya desde sus orígenes su vena del absurdo de Tres sombreros de copa, escrita en 1933 y estrenada veinte años más tarde, las obras posteriores son productos de consumo ingeniosamente, e incluso brillantemente, manufacturados. Lo que relativiza el teatro de Mihura, Ninette... sin ir más lejos, es la agudeza para percibir los problemas y la opaca ambigöedad de su tratamiento. Le pasa algo parecido con la construcción formal: un claro instinto de vanguardia liberadora y una no menos clara habilidad para bordearla. En Ninette Mihura percibe la realidad del exilio; más los exiliados son unos imbéciles nostálgicos que tocan a destajo la flauta asturiana y comen fabada o cocido. Este antagonismo gatronómico parece tener mayor significación ideológica que los retratos de líderes políticos que adornan su casa parisina. Son estos un raro y contradictorio retablo de Pablo Iglesias, Lenin y Lerroux, don Alejandro para la madre, que compensa el posible radicalismo de los otros dos. La interpretación es un buen trabajo de conjunto: Scuarcia, Sendon, Medina, Delgado y la citada Morales.