Image: Molière por dos

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Teatro

Molière por dos

Director: Adrián Daumas

10 febrero, 2005 01:00

Traducción: Mauro Armiño. Intérpretes: Santiago Nogués, Jesús Calvo, Antonia Paso, Rebeca Mediana. Teatro de Madrid. Madrid

Es un título estimulante y sugerente: Molière por dos. O sea, Molière duplicado, desdoblado, multiplicado por sí mismo y por dos de sus sátiras mordaces y divertidas; Molière desplegado en dos dramaturgias, una para cada sátira. ¿Multiplicado o dividido y restado? Ambos montajes coinciden en radicalizar el disparate e incluso la contradicción: espacios limpios y simples poblados por un histrionismo desaforado y, en ocasiones, irritante. Estas dos piezas de Molière son bien conocidas. Una, La escuela de los maridos, es un aviso para hombres dogmáticos e intolerantes, perros guardianes de la virtud de la mujer y de la honra propia situada, precisamente, en la entrepierna de la esposa. Como es de prever estos acaban con una hermosa testa coronada de cuernos. La otra, Las preciosas ridículas, muestra los excesos del refinamiento y la curiosidad femeninas que concluyen en cursilería extrema. Bien podría decirse que este Molière por dos pone una vela a Dios y otra al diablo. La sátira de Molière es extremada y este montaje de Adrián Daumas es aún más extremoso, extremosidad resaltada por la limpidez de la línea escenográfica. En un espacio escénico apacible y escueto, un maremoto de ademanes, de bailes y jeribeques. Sepultadas por aceites y máscaras, a las chicas no les queda nada de preciosas y mucho de ridículas; tanto que llegan a parecer ligeramente subnormales.

Es buena idea esta de confrontar dos dramaturgias y acaso sea ese tratamiento aludido de la escenografía lo más acertado: el espacio escénico y también la limpieza de lenguaje, grato al oído, que los chillidos, énfasis y modulaciones de los intérpretes no logran oscurecer. Esto de la escenografía es un acierto que se agradece porque, mientras se recapacita sobre ella, uno escapa de actores y actrices, marionetas grotescas con frecuencia. La iluminación creadora trata de definir y situar los distintos lugares donde se desarrolla la acción; pese a lo cual en La escuella... muchas veces no se sabe donde estamos y por qué caminos se ha llegado hasta allí. Espacio, luz, conjugación de colores, definen, a un pintor exquisito metido en berenjenales dramáticos de dudoso destino.