Image: Lluís Pasqual vuelve a Koltès

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Teatro

Lluís Pasqual vuelve a Koltès

El Centro Dramático Nacional acoge "Roberto Zucco"

10 marzo, 2005 01:00

Lluís Pasqual: Foto: Javier del Real

Roberto Zucco, el personaje del texto de Bernard-Marie Koltès, ha seducido durante años al mundo del teatro hasta convertirlo en un "clásico contemporáneo". El calificativo es de Lluís Pasqual, uno de los estudiosos más devotos de la obra, que la vuelve a llevar a los escenarios por tercera vez tras sus montajes de 1993 y 1995. En esta ocasión, el conflictivo texto de Koltés se estrenará en el Centro Dramático Nacional el próximo día 17, pocos días después del primer aniversario de los atentados del 11-M.

Roberto Zucco es un asesino encantador que tiene encandilados a algunos directores de escena de nuestros días. Un asesino que, en palabras de su autor, Bernard-Marie Koltès (Metz, 1948- París, 1989), es "un gran héroe trágico de nuestro tiempo": no cree en nada, no tiene lealtades, el único impulso que le guía es matar y destruir. No es ninguna paradoja que en la cultura europea una vez más se erijan en héroes a los homicidas. Roberto Zucco se inscribe en cierta literatura que, desde hace un siglo, se pasea bajo la enseña nihilista trocando a sus héroes en antihéroes desprovistos de valores por los que empuñar la espada, sin entuertos que "desfacer" y dominados únicamente por la ambición de poder, de estar por encima del bien y del mal, y de la idea de que no hay nada que perder ni nada que salvar. Una literatura que se corresponde con una ética relativista que, en el caso de la obra que nos ocupa, el director de escena Lluís Pasqual explica así: "Koltès ni condena ni salva, en Roberto Zucco no hace un juicio moral al personaje, sólo nos lo muestra quizá para que nos preguntemos qué hemos hecho mal. Viene a decirnos que el mundo es como una cárcel de la que solo es posible huír por el tejado y que la sociedad está poblada de asesinos en potencia, con la diferencia de que unos sí aprietan el gatillo".

Reacción del público
Interpretado así, el estreno de Roberto Zucco en el María Guerrero, con el todavía recuerdo fresco del homenaje dispensado a las 192 víctimas asesinadas en Atocha, despierta más interés por ver cómo va a reaccionar el público que por su representación; obedece también a las intenciones de su director, Gerardo Vera, de programar un teatro vivo, que refleje las ideas e inquietudes de hoy.

La de ahora es la tercera producción de Roberto Zucco que Lluís Pasqual dirige.En 1993 la montó cuando el teatro Lliure de Montjuic era un hangar; Eduard Fernández la protagonizaba y Frederic Amat firmaba una escenografía poblada de televisiones. La volvió a llevar a escena en San Petersburgo, en 1995, en el teatro de Lev Dodin y con actores rusos. José Antonio Campos, el actual director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), y Gerardo Vera, del Centro Dramático Nacional (CDN), guardaban en su memoria aquel primer Zucco del hangar de Montjuic y han querido que el director lo reviva por tercera vez en el María Guerrero.

Perífrasis de Hamlet
"Cuando Gerardo me invitó al CDN yo quería hacer un clásico contemporáneo", explica Pasqual, "él entonces me pidió Roberto Zucco y le dí bastantes vueltas antes de decidirme. La volví a leer para ver si me decía lo mismo pero, sobre todo, uno no decide revisitar una obra como Zucco porque sí, es una obra que o tienes al actor que haga de Zucco o no hay nada que hacer. Ocurre como con Hamlet". Y encontró su tercer Zucco en Iván Hermes, un joven de corta experiencia teatral aunque poco más curtido en series televisivas.

Pasqual ya ha mencionado a Hamlet, pero no será la única vez durante la conversación. Para él, "Roberto Zucco es una perífrasis de la obra de Shakespeare". (Coincidencia: su primer Zucco, Eduard Fernández, será también su primer Hamlet, que estrenará la próxima temporada). "La obra comienza con una conversación entre dos carceleros y en Hamlet son también dos soldados que hacen guardia de noche en el castillo. Tenemos una Ofelia, la niña que busca a Zucco y acaba siendo prostituida, y el propio Zucco es una especie de Hamlet". Hamlet da para muchos personajes.

Bernard-Marie Koltès escribió poco más de media docena de títulos y hoy es el dramaturgo francés más traducido y representado, además de ser estudiado en los colegios de sus país. Su teatro casi siempre está poblado de seres marginales, personajes que hablan de forma enigmática, a veces lo hacen con un humor raro de traducir, pero que viven en un estado de violencia permanente. Roberto Zucco fue la última obra que escribió antes de morir de sida, en 1989. Está inspirada en un criminal fallecido en una cárcel italiana y cuyo cartel en el metro de París llamó la atención del autor por su belleza. A partir de ahí, su imaginación le lleva a crear un ángel exterminador que, encerrado en la cárcel por haber asesinado a su padre, consigue evadirse para, primero, matar a su madre, luego a un policía y, finalmente, a un niño en una escena cruel y difícil de digerir. Zucco (cuya traducción sería azúcar o dulce) no tiene un móvil que le induzca a esgrimir el cuchillo, es de naturaleza malvada.

Por el momento en que fue escrita, el director considera que Roberto Zucco es una "obra inacabada, escrita con urgencia. Es la historia de un hombre que va hacia la muerte de una forma consciente, suicida, y que contamina a todos los que le rodean. Koltès crea un coro contemporáneo, una especie de reality-show que poco a poco se desvanece hasta que al final sólo se oye una voz". Pasqual también establece una asociación entre la enfermedad que le costó la vida a Koltès, el sida, y el personaje de Zucco, y quizá en este contexto en más fácil comprender los impulsos del protagonista. Ve en el viaje hacia el suicidio de Zucco un paralelismo con el virus del sida, que se adquiere tras una búsqueda del placer y que acaba contaminando el cuerpo hasta su destrucción.

La obra quince años después
Roberto Zucco fue estrenada por primera vez en Berlín, en 1990, por Peter Stein. El año siguiente se llevó a escena en Francia por Bruno Boëglin, quien coincide con Pasqual en sus apreciaciones: "Koltès, que morirá poco después de haber escrito esta obra, habla por la voz de Zucco, que acaba muriendo en la obra". Hoy, quince años después y con el planeta amenazado por el terrorismo, la obra no puede contemplarse desde la misma perspectiva de aquellos años felices. ¿Qué diferencia a esta producción de las dos anteriores? "La primera gran diferencia está en el reparto. La segunda, en el espacio, el María Guerrero no es el hangar de Montjuic. Y posiblemente la tercera sea el público. Han pasado muchas cosas desde que la monté. Entonces fue un shock, y posiblemente ahora haya perdido esa capacidad de sorprender, pero sí se mantiene una manera original de contar la realidad", dice Pasqual. Y continúa: "La mayor dificultad de la puesta en escena es encontrar no el tono, sino los diversos tonos en que debe ser interpretada. Está escrita con una libertad asombrosa y, además, es muy escueta. Cada actor tiene un par de frases y si no logra decirlas, no lo hará nunca. Yo creo que es una obra de dos personajes principales, Zucco y la niña, (que interpreta Aida Folch) y 22 cameos, es decir que no hay papeles de reparto, todos los personajes tienen su momento por breve que sea". Personajes de los que el autor no desliza ni una sola acotación acerca de su identidad, se llaman "chiquilla", "mujer", "señora", "puta"...

24 actores
En total, 24 actores integran el elenco de esta producción entre los que figuran María Asquerino, Mercedes Sampietro, Walter Vidarte o Paco Lahoz. Destaca el personaje de la hermana que interpreta la televisiva Carmen Machi, un papel que a juicio de Pasqual "es el único que sufre una evolución en escena, ya que esta obra no permite que los personajes lo hagan. Cuando los personajes pisan el escenario ya tienen una razón de ser". En este sentido, Koltès dejó escrito que "lo que pasa en una escena, lo que se dice, es fácil de imaginar; escribir una bonita historia de amor es la cosa más fácil del mundo. Lo difícil son cosas como hacer entrar a alguien en el escenario y que tenga una razón para ello y ver en qué punto esta razón modifica la escena que se había imaginado de antemano; dominar a los personajes incluso cuando están fuera de escena para saber cómo los vamos a reencontrar".

Convencido de que el teatro de Koltès no es flor de un día, o de una época, Pasqual llega incluso a compararlo con "Calderón o Shakespeare, pues Koltès también tiene una concepción del mundo y del teatro: para él, el teatro es una cárcel y las relaciones humanas se dan como un intercambio, como un bussiness, algo que queda muy claro, por ejemplo, en En la soledad de los campos de algodón: Todo personaje entra en relación con otro animado por un interés. Muchas de sus escenas son una pura provocación".

Pasqual conoció personalmente a Koltès en París: "En una cena en casa de unos amigos conocí a una persona que al rato de estar allí me preguntó si me aburría y si me iba a tomar una copa. Nos marchamos y estuvimos hasta las siete de la mañana por París. Al día siguiente, cuando llamé a mis amigos me enteré de que la persona con la que estuve era Koltès. Luego coincidí en otras ocasiones y, sí, entonces hablamos de teatro. Fue entonces cuando me dijo que le gustaban sus obras en brasileño y en mexicano. El francés es una lengua muy académica y no se presta muy bien a un teatro que tiene una musicalidad meridional, de barrio, que recibe influencias del argelino, del marroquí... Puede también que se deba a que en su última etapa, antes de morir, Koltès se dedicó sobre todo a viajar por Africa y América".

El director espera pasar el resto del año entre Madrid y Bilbao, donde le aguardan los próximos encargos. Para la próxima temporada del Teatro Real dirigirá Don Giovanni, y mantiene un contrato para producir en el Arriaga de Bilbao.

Teatro públicos politizados
Así que vive fuera de Barcelona y se muestra aburrido cuando sale el asunto de Maragall y el 3 por ciento. Si se le pregunta sobre las frustradas expectativas de verle al frente del Teatre Nacional de Cataluña dice: "yo ya he estado en un teatro público, sé lo que es eso y, la verdad, no me seduce mucho; además, creo que ahora los teatros están mucho más politizados que antes. Me interesa mucho más que un teatro como el Arriaga me proponga producir durante cuatro meses al año". Y es en este marco que Pasqual estrenará conjuntamente Hamlet/La Tempestad. El primer título pensó montarlo para el Forum, pero se frustró; el segundo lo estrenó la temporada anterior en Buenos Aires. Ahora piensa dirigirlos al tiempo que desarrollará una labor pedagógica para formar en labores de dirección. Porque la pedagogía empieza a ser otro de sus focos de interés.

Este estreno también tiene para Pasqual algo de retorno, ya que dirigió el CDN durante seis años, hasta 1989. Cuando se le pregunta por qué ha tardado tanto en volver responde automáticamente: "Porque no me han llamado"; luego recuerda que en 1996 presentó Haciendo Lorca. ¿Qué sensación tiene al estar de nuevo en el María Guerrero?. "El reencontrarme con la sala me ha dado un placer enorme,tiene unas medidas muy equilibradas, el actor no necesita forzar la voz para que le oigan; desde la fila siete se dirige muy bien". Y después de la exhaustiva restauración está tan coqueta.


Frederic Amat
Nuevamente Lluís Pasqual ha contado con el artista Frederic Amat (Barcelona, 1952) para montar Roberto Zucco. Amat ha colaborado en numerosos espectáculos del director (El público, Tirano Banderas, Esperando a Godot...) y es también un habitual en los trabajos del coreógrafo catalán Cesc Gelabert. Para el primer montaje de Roberto Zucco que se estrenó en el Palau de la Agricultura cuando todavía éste era un hangar, Amat pobló el escenario de televisiones. Ahora, dice Pasqual, "todo es muy sencillo, se reduce a utilizar el cortafuegos del escenario y un montocito de tierra que parece una montañita al fondo". ¿Sólo? "Los actores dicen cosas importantes y necesitan que el público no se distraiga".

Además de las numerosas exposiciones internacionales, con una importante retrospectiva que se hizo en Mexico DF de su obra, Amat también ha transitado por el cine (Viaje a la luna, de Federico García Lorca, y Foc al càntir, de Joan Brossa), las acciones o performances y los murales y vidrieras (el mural de las Ollas del Instituto del Teatro de Barcelona).