Teatro

Herederos

Portulanos

13 octubre, 2005 02:00

Tanto quejarnos de que no se hablaba suficiente de Mihura, y resulta que hemos acabado hablando de él a todas horas. Y aquí está, para rematar el asunto, el escándalo Mihura.

Humildemente, creo que la heredera se equivoca por completo: el proyecto del Español era hermoso. Es irrefutable que la familia directa de un autor reciba los beneficios de sus obras. Me parece mucho más discutible el que parientes de segunda o tercera fila que pasaban por allí se conviertan, de pronto, en depositarios de estos legados. Pero ni unos ni otros tienen derecho a impedir la difusión de obras que nacieron precisamente para eso. Se dan los casos de esos familiares que hasta censuran, esconden o destruyen textos o fragmentos de los mismos porque no les ha gustado nada descubrir que sus famosos parientes eran homosexuales, o jugadores de mus, o aficionados a ver Los ángeles de Charlie, cualquier cosa que pueda alterar su sacrosanta imagen pública. Pero el error está en creer que los herederos de un autor tienen en común con éste algo más que el apellido. Yo dudo mucho que Anna Hathaway, señora de Shakespeare, entendiera nunca, ni de lejos, el alcance de lo que su marido estaba haciendo.

Los herederos, a veces, son gente sensata y con cabeza. Tankred Ibsen me contó en una ocasión, con extraordinaria lucidez, que el ser descendiente tanto de Ibsen como de Bjornson le había obligado a renunciar desde el principio a dedicarse al teatro, porque sabía que siempre le echarían en cara el no estar a su altura. Otras se trata de excéntricos a quienes el apellido les ha caído como una losa y que se creen obligados a perpetuar una leyenda. Con frecuencia se trata de ingenuos rodeados de abogados sinvergöenzas, de amigos interesados, de tenebrosas fundaciones que han descubierto el filón de los derechos y lo explotan incluso en contradicción con la personalidad o ideología de los propios autores muertos. Yo lo único que sé es que acabamos de perder una oportunidad: la de recordar a los espectadores, sobre todo a los más jóvenes, que son los que más lo necesitan, que Miguel Mihura era mucho más que el autor de Tres sombreros de copa.