Teatro

Amor líquido en el Real Cinema

Alonso de Santos estrena Un pequeño juego sin consecuencias

23 noviembre, 2006 01:00

Alexandra Jiménez entre Mariano Alameda y Luis Rallo

Llega a España avalada por la dirección de José Luis Alonso de Santos, cinco premios Molière y por actores televisivos como Mariano Alameda. Un pequeño juego sin consecuencias se estrena el 23 de noviembre en Madrid.

El sociólogo alemán Zygmunt Baumann nos habla en su libro Amor Líquido de las relaciones entre los seres del siglo XXI en una sociedad donde los antiguos modelos de vida -sólidos y a su vez necesarios- se desmoronan y son sustituidos por las nuevas relaciones de la modernidad líquida caracterizadas por el vértigo del instante, el cambio continuo y la fragilidad de los sentimientos. Son precisamente estos temas (la fragilidad de nuestros sentimientos, el amor como proyecto de vida enfrentado a la aventura del instante y la escisión entre lo que creemos que somos y la imagen que proyectamos frente a los demás) los que subyacen bajo la anodina apariencia de Un pequeño juego sin consecuencias, una comedia sutil y algo bucólica -como si de un film de Andrè Tèchine se tratase- escrita por los franceses Jean Dell y Gérard Sibleyras, ganadora de cinco premios Molière en el 2003, y en estos momentos llevada al cine en Estados Unidos. La joven productora Laclac, empeñada en que la dirección del espectáculo corriese a cargo de alguien experimentado que hiciese frente a todo un joven y televisivo reparto, encarga a José Luis Alonso de Santos la dirección del espectáculo, que hoy se estrena en el Teatro Real Cinema. "En la obra encontramos una relación superficial (seres que hablan del amor) que también encontramos en las comedias de Lope de Vega, y una relación mucho más profunda que nos habla del amor como algo esencial en la vida, es decir, del amor como proyecto de vida. En realidad, cuando pensamos en el amor estamos pensando en qué hacer con nuestras vidas... Somos más frágiles de lo que pensamos. Todo ello bajo la aparente sutilidad de la comedia francesa que poco tiene que ver con la española -mucho más farsesca-, el humor está escondido en pequeñas frases y silencios", afirma el autor y director teatral. Alonso de Santos opta por una puesta en escena sencilla y sutil "propiciando que la vida surja en escena con toda su complejidad y belleza a partir del trabajo con los actores, más que imponiendo contundencia desde la dirección". No obstante, no debemos olvidar que Un pequeño juego sin consecuencias no es una obra que vaya a cambiar la historia del teatro ni del mundo. Ni ésa es su pretensión. "Estamos ante una obra que, además de contarnos cosas, no olvida su función de entretener -explica Alonso de Santos-. No es un teatro redentor, ni educativo, es simplemente teatro que pretende conectar, comunicar y por supuesto hacer que el espectador disfrute. Y esto es algo de lo que cada vez estoy más seguro con la edad. No podemos hacer que el espectador pierda su tiempo. Pretendo gustar al espectador por encima de todo. Otra cosa es que lo consiga". Ya lo dijo Brecht en El pequeño Organón: el arte del teatro debe entretener. Aunque hablemos de algo tan abstracto y actual como es el amor líquido.