Teatro

Memoria contra olvido, en Galileo

Jerónimo López Mozo estrena en Madrid El arquitecto y el relojero

1 febrero, 2007 01:00

Antonio Canal, derecha, y Gary Piquer pugnan en la obra de López Mozo

Jerónimo López Mozo ajusta cuentas con la memoria. Con la de la sociedad española y, en cierto modo, con la propia, la de la época que le tocó vivir durante gran parte de su vida en El arquitecto y el relojero. La obra, con la que el autor ganó el Premio Arniches de Teatro de hace cuatro años, sube al escenario del Teatro Galileo de Madrid con dirección de Luis Maluenda .

El arquitecto y el relojero es la disputa entre memoria y olvido que se da entre los dos profesionales del título. López Mozo junta a dos personas dispares en el simbólico reloj de la Puerta del Sol. Por un lado está el arquitecto, al que le han encomendado el lavado del edificio que albergó la siniestra Dirección General de Seguridad. Y por el otro, el relojero encargado de conservar en perfecto estado la máquina que certifica para la mayoría de los españoles el cambio de año.

Recuerdos archivados
El primero encarna la falta de interés sobre lo que ocurrió en el régimen franquista. Para el arquitecto, el pasado es algo que ya ocurrió y al que no hay que sacar del baúl de los recuerdos donde está archivado. Por lo tanto, el trabajo que tiene que hacer para poner al día el edificio de la Puerta del Sol, que será la sede del gobierno elegido en las urnas, es un encargo profesional que espera cumplir con la mayor eficacia, sin importarle lo que allí pasó y lo que simboliza adecentar la antigua DGS.

El relojero, en cambio, no está dispuesto a olvidar. él quiere recordar y que los demás recuerden el ejemplo de los que fueron detenidos y sufrieron tortura en un edificio en torno al cual se celebra la entrada y salida de cada año. Además, busca hacerles justicia, por lo que los encuentros que tiene con el arquitecto mientras pasan los 18 meses de la remodelación se convierten en una controversia entre ambos en la que López Mozo toma partido por la reivindicación de la memoria, según el director del montaje.

El estreno de la obra supone asimismo reivindicar la figura de López Mozo, uno de los principales miembros de la llamada generación perdida de dramaturgos españoles.