Teatro

Marat confiesa a Sade

San Juan y Casablanc hablan desde sus personajes para El Cultural

22 febrero, 2007 01:00

Pedro Casablanc, dentro de la bañera, y Alberto San Juan, posando para El Cultural. Foto: Sergio Enríquez

El Marat-Sade de Peter Weiss vuelve a la escena madrileña. Dirigida por Andrés Lima, estará la noche del 22 de febreo en el María Guerrero con Alberto San Juan y Pedro Casablanc como Sade y Marat, respectivamente. Ambos se han puesto las máscaras para El Cultural y han debatido sobre la obra, mientras Javier Villán recuerda la mítica versión de 1968.

Marat y Sade no están tan lejos como los dibujara Peter Weiss en su ya clásica obra. Los dos comparten la necesidad de la revolución para acabar con "el injusto orden mundial", en palabras de los dos actores que los encarnan, pero difieren en los métodos. Mientras Marat quiere "un cambio brusco y rápido al precio que sea", asegura Alberto San Juan -que interpreta al Marqués-, Sade es más partidario "de que se pueda hacer mediante la reflexión", manifiesta Pedro Casablanc . Ambos, que actúan codo a codo en la producción de Andrés Lima para el Centro Dramático Nacional, han hablado para El Cultural -bajo la máscara de su personaje- sobre la necesidad o no de la Revolución y de la forma de llevarla a cabo.
-MARAT (Pedro Casablanc): Los dos compartimos que hay que cambiar el orden establecido, el injusto y autoritario régimen existente. Aunque tú no eres partidario de la violencia, crees que el cambio se puede hacer mediante la reflexión. Eres un teórico.
-SADE (Alberto San Juan): Sí, estamos de acuerdo en que hay que cambiar la forma de convivir y relacionarse de los seres humanos, la sociedad. Esto vale tanto para la de 1789 como para la de hoy, porque el mundo sigue estando dividido en clases, entre ricos y gente que se muere de hambre, aunque ahora hay que hablar del conjunto del planeta. En Francia o en Europa sigue habiendo diferencias, no como entonces, pero en el mundo la situación es como en el siglo XVIII. La diferencia es que tú crees en un cambio brusco y violento, que el mundo se puede cambiar en un periodo corto de tiempo, y por eso cualquier resistencia al cambio hay que vencerla, aunque haya que utilizar la fuerza (en su día, la guillotina). Apoyas la lucha, mientras yo tengo otra concepción del cambio y del tiempo. Lo que ocurre es que das un argumento poderoso contra el que no hay respuesta:"Hay que actuar hoy porque la gente se muere de hambre; si esperas a mañana muchos habrán muerto".
-M: Por eso hay que cambiar el orden mundial, a resultas y consecuencia de la necesidad de la gente. Hoy, el permanente desembarco de pateras, cayucos, cargados de personas es una bomba que está a punto de estallar. Yo creo que la siguiente revolución será mundial y que el próximo Marat llegará en patera, mientras en la parte acomodada del planeta, en donde el sistema nos está haciendo ciegos, sordos y mudos, viven los teóricos de la idea de que hay que hacer algo, pero que nunca llegan a hacer nada.
-S: Yo creo que la Revolución Francesa, por desgracia, está vigente. Sus principios, los de la Ilustración que son la base de la democracia, no se han cumplido. Estamos en una época de retroceso, en una etapa anterior al Siglo de las Luces, ¡nos han llevado al Siglo de las Sombras Absolutas! Cuando yo critico la democracia no es para sustituirla por otro sistema. ¡Es el único en el que creo! Lo que pasa es que yo creo que hay que ser conscientes de que la democracia que vivimos está muy lejos de ser democrática.
-M: El problema es que la revolución se hace mediante la acción, que acaba desembocando en la guillotina. Y eso es lo que nos separa. Debería haber otros métodos de acción, pero o no los hay o no se utilizan. Hay que acabar con la pasividad social ante la cantidad de injusticias que hay.
-S: Mi propuesta es cambiar a cada uno de nosotros por dentro. Podría resumirse en un "¡atrevámonos a tocarnos!" Es decir, atrevernos a amarnos, a abrazarnos, a deshacernos de las barreras de las dificultades, expresarnos afectivamente unos con otros, reconocernos los unos a los otros. Eso por un lado, y por otro, propongo algo muy revolucionario como es superar la dinámica de los dos bandos, el de los malos y los buenos, los enemigos y los amigos. Creo que todo ser humano es bueno y malo, amigo y enemigo...
-M: Estamos donde estamos. A lo mejor no nos encontramos tan lejos de los tigres y de las hienas.
-S: A mí me gustaría reivindicar la palabra y el concepto de revolución, porque yo creo que sigue siendo necesaria, pero hay que encontrar una revolución que no sea violenta, pacífica, que se pueda ejercer a lo largo del tiempo. Pero no sé por qué la palabra revolución ha de implicar necesariamente violencia. Yo la reivindico en el sentido de transformación en profundidad para ver las cosas de otra manera.
-M: El tema de la locura está muy asociado a esta revolución. Deshacer el orden establecido, volverlo todo patas arriba, eso sólo lo puede hacer uno que esté loco.
-S: Yo creo que si revolución es cambiar el orden establecido, la locura es ver el mundo en otro orden, como los Hermanos Marx eran revolucionarios al volverlo todo del revés. "Hay que ver todo con ojos nuevos", como dices tú. Ahora bien, que sean más revolucionarios los locos…
-S: Lo que tenemos que hacer todos es intentar vivir libremente, lo cual nos acerca bastante a ser libres, que es un horizonte, como ser feliz. Debemos dejar de vivir dominados por el dolor, por el miedo, y basarnos cada vez más en las relaciones afectivas.
-M: La pregunta es si es posible.
-S: Es muy difícil, pero posible. Hay márgenes de acción y está en cada uno ampliarlos. Yo creo en una sociedad justa y libre, pero no creo vivir en una sociedad justa y libre. Me gustaría vivir en una sociedad así; y creo que puedo empezar a comportarme sin esperar a que llegue esa sociedad.
-M: De manera individual.
-S: Sí, pero es que muchos pensamos así. En el fondo, a todos nos gustaría estar bien unos con otros.
-M: Pero no lo estamos. Y el colectivo tampoco es libre. ¡No somos libres!
-S: El problema es que hay poca conciencia colectiva. Vivimos muy aislados. Aquí comemos soledad.
-M: Sí. No somos libres, porque tenemos miedo a perder lo establecido y el suelo que pisamos.
-S: Debemos hacer como en el teatro. Aquí te das cuenta de lo difícil que es formar grupo, que vayamos todos a una, que sobre el escenario tengamos conciencia unos de otros, nos escuchemos, nos tengamos en cuenta. Es difícil, pero se puede hacer con trabajo y voluntad. Y si lo haces así, el resultado, la obra, es mucho mejor que si cada uno va a lo suyo.
-M: Sí, pero eso se puede conseguir con técnicas de elenco, en una obra de teatro como estamos haciendo aquí. Pero si sales del teatro a la calle...
-S: Tú puedes trasladar eso a la calle. Igual que aquí, a un compañero lo escuchas e intentas ayudarlo si ves que está en un aprieto, te apoyas en él si lo necesitas. En la calle también lo puedes hacer.

Las posturas de los dos continúan igual que como las dibujó Weiss. Pero lo que sí ha cambiado son los dos actores que interpretan a Marat y Sade. Tanto Casablanc como San Juan reconocen que conocer a los dos personajes les ha hecho diferentes. El primero lo justifica diciendo que siempre se le incrustan como "conchas de galápago" algunas de las características de los personajes que encarna en el teatro. Y reconoce con humor que una amiga suya dice que es "mejor en el escenario que fuera de él". San Juan, por el contrario, piensa que conocer más al Marqués le ha permitido reflexionar sobre su propia violencia y servido, también, para cambiar la imagen que tenía de sí mismo como "hombre bueno y de movimientos nobles". Ahora, reconoce el Sade de la obra, también puede "hacer daño, ser violento" y que, a veces, lo ha sido. Esta noche lo veremos.

Una fábrica de locos

El Marat-Sade de Andrés Lima no es el primero que visita la sede del Centro Dramático Nacional. Al margen del de Adolfo Marsillach, cuyas representaciones fueron en el Español, el María Guerrero ya acogió otro montaje de la obra de Peter Weiss con dirección de Miguel Narros hace 13 años. Desde entonces no habían vuelto a enfrentarse los dos revolucionarios franceses, quienes repiten batalla en un montaje coral, donde los propios protagonistas alternan su papel principal en la obra con el de miembros del coro del manicomio. Precisamente, los actores, provenientes muchos del grupo Animalario, han compartido talleres con internos en un psiquiátrico y mujeres encarceladas, un trabajo de campo que, según Alberto San Juan, les ha servido para preguntarse por la locura y "por los que deciden quién está loco" en una sociedad que, como afirma Alfonso Sastre, el adaptador de la versión de Marsillach -bajo el seudónimo de Salvador Moreno Zarza- y de la de Lima, es una "fabrica locos".