Image: María Zambrano, palabra y libertad

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Teatro

María Zambrano, palabra y libertad

5 enero, 2018 01:00

El montaje alude a símbolos zambranianos como el limonero

Nieves Rodríguez estrena el miércoles 10 La tumba de María Zambrano (pieza poética de un sueño), montaje de aires oníricos que condensa los principales hallazgos filosóficos de la pensadora malagueña. Dirige Jana Pacheco.

María Zambrano dejó muy claro que el lugar donde yacería para la eternidad debía tener forma de casa y lucir un verso del Cantar de los cantares: "Levántate, amiga, y ven". Esa incitación se la tomó al pie de la letra Nieves Rodríguez Rodríguez. De su pasión por su obra nació La tumba de María Zambrano, que podrá verse en el Valle-Inclán a partir del próximo miércoles, dirigida por Jana Pacheco.

Rodríguez se enganchó a la pensadora malagueña leyendo Los bienaventurados, libro que encontró ("o me encontró", aún duda) en una biblioteca pública. "Me permitió poner nombre a mis heridas de entonces". La dramaturga reivindica esa capacidad de Zambrano para generar efectos concretos y verificables. "Su filosofía penetra la carne, no flota por encima de nosotros como las de otras tradiciones filosóficas, y por tanto puede ser habitada, cuestionada y puesta en marcha en el día a día. Lo afirmo con total certeza, basándome en mi propia experiencia".

Su pieza aspira a poner en escena los dos grandes hallazgos filosóficos de la autora de El hombre y lo divino. Primero su razón poética, que "consiste en un pensamiento dialogante con lo otro, con lo diferente, un pensamiento que no es fábula sino confesión". Y, segundo, su fenomenología del sueño, que "estudia los sueños a partir de su forma y descubre que el tiempo en ellos es atemporal, una suerte de tiempo circular, de Tiempo-Todo que se da en algunas religiones", explica Rodríguez, inmersa en una tesis doctoral sobre la propia Zambrano.

Rodríguez juega con el título La tumba de Antígona, la única obra dramática firmada por Zambrano. Aunque la conexión entre sus textos no se queda en el plano nominal. En los dos, la tumba se concibe como el lugar donde "nacer del todo, hecha palabra". Ambos salen en búsqueda de la palabra liberadora: "Antígona dice amor, Zambrano nos dice paz. Ese es, creo, el mayor espejismo entre las dos obras. Luego hay también otros ecos de la tragedia de Zambrano evocados en mi trabajo, pero laten invisibles, como puro impulso, como honda raíz".

Lo que no encontraremos sobre las tablas será un retrato biográfico al uso de Zambrano. El montaje discurre más por paisajes oníricos y simbólicos. Aunque Rodríguez sí ha incrustado evocaciones puntuales de su baqueteada existencia. Por ejemplo, aparecen su padre y su hermana. También se alude al exilio y su periplo posterior hasta regresar a su Vélez-Málaga natal. "Pero todo está bajo el manto de la ficción", precisa. "He sido deliberadamente libre. No obstante, mucha de su simbología literaria está dentro del texto. Digamos que es literariamente biográfica".

La intención de Rodríguez es seguir ampliando el eco del pensamiento de Zambrano. "Que sea objeto de una ficción ayuda, eso creo y espero, a que muchas personas se adentren en su obra y agranden el diálogo". Se trata de sacarla del cubículo académico en el que ha quedado clausurada. Un entorno donde, a juicio de Rodríguez, no ha sido estudiada como se merece. Tal déficit se debe, añade, "a su alejamiento consciente de cualquier sistematización, lo que hace imposible que sea asimilada en un país que necesita enlatar el conocimiento para poder estudiarlo. Cuando decimos María Zambrano, estamos diciendo la mente más original y brillante de la filosofía española. Queda mucha tarea por hacer".

@albertoojeda77