'Antropoceno', ¿puntilla al planeta?
¿Cómo será el mundo que dejemos a nuestros hijos? A esa pregunta intentan responder los 'flashforwards' distópicos de 'Antropoceno', poema visual ideado por Thaddeus Phillips que se estrena en La Abadía
20 febrero, 2020 07:17Principios de febrero. Tras los estragos del temporal Gloria, la temperatura se dispara a valores primaverales. ¿Cambio climático? Algún negacionista lo desmentirá apelando al refranero popular: en febrero busca la sombra el perro. Thaddeus Phillips (Denver, 1972), en cambio, eleva la gravedad del diagnóstico. “Eso de ‘cambio climático’ es terminología de los políticos para mantener la calma. La palabra ‘cambio’ no asusta. Pero la realidad es que estamos ante una emergencia”. Su espectáculo Antropoceno, que estrena en La Abadía el próximo jueves, pretende denunciarlo y movilizar conciencias. “Sin regañar ni fustigar a nadie. Es una propuesta lúdica que visualiza el futuro para que nos tomemos en serio el mundo que vamos a dejar a nuestros hijos y nuestros nietos”, explica a El Cultural el director estadounidense en un español espontáneo que ha interiorizado en Bogotá, donde vive.
La protagonista es Anna, una joven escritora embarazada. Ese dato crucial y catártico se lo revela una aplicación, tipo Siri, advirtiéndole del retraso en su menstruación. La noticia la sitúa en otra dimensión respecto a la degradación de un planeta con tumores gigantes, como ese séptimo continente de plástico que ha aflorado en medio del Pacífico. Empieza a escribir sobre esta nueva era, denominada ‘antropoceno’ para resaltar el impacto de la humanidad en su entorno. Durante su investigación topa con referencias inquietantes, como el libro El planeta inhóspito (Debate) de David Wallace-Wells, periodista del New York Magazine que ha recorrido el mundo aupado sobre el éxito de este alarmante y documentado aldabonazo (está construido a partir de entrevistas con paleontólogos, climatólogos, oceanógrafos…). “Es peor, mucho peor de lo que imaginas. La lentitud del cambio climático es un cuento de hadas tan pernicioso quizá como el que afirma que no se está produciendo en absoluto, que nos llega agrupado con otros en una antología de patrañas tranquilizadoras”. Así reza la primera frase de un volumen que recoge posteriormenteuna galería de todos los horrores que el ser humano está infligiendo a su ‘casa’.
Espiral de pasiones
Una casa que está ardiendo, como espetó en su famosa alocución Greta Thunberg, hoy envuelta en una espiral de pasiones desaforada. Frente a seguidores que la jalean como si fuera una divinidad precoz, ha surgido un nutrido grupo de odiadores que la vituperan visceralmente, olvidando a veces que se trata de apenas una niña con síndrome de Asperger. Phillips la invoca en su montaje, que él describe como un poema visual, a través de una bailarina, Katerina Humenyuk, de la que se prendó cuando la vio en el Carmina Burana de la Fura dels Baus. “Ella simboliza la fuerza de la juventud, la energía física. Thunberg tiene también una potencia teatral tremenda: es la Casandra de nuestro tiempo”, argumenta Phillips, recordando que esta sacerdotisa vaticinó la caída de Troya en medio de la incredulidad de sus coetáneos. A Humenyuk la acompañan tres actores, Silvia Acosta, Julio Cortázar y Almudena Ramos (Anna), todos de la órbita de La Abadía y seleccionados por Phillips en los talleres preparativos del montaje.
"Greta Thunberg tiene una potencia teatral tremenda. Es la Casandra de nuestro tiempo", dice Thaddeus Phillips
En esos talleres fue tejiendo la dramaturgia, que ha quedado sustanciada en un libreto de apenas 25 páginas. La resolución del encargo que le hizo Gómez y luego refrendó Aladro (“Enséñanos el mundo que estamos legando a nuestros descendientes”) carga más la suerte en la imagen (y la danza) que en la palabra. Pero esa imaginería lírica y evocadora de la deriva ambiental destructiva tiene su base en multitud de referencias librescas. Aparte del mencionado best seller de Wallace-Wells, Phillips repara también en otro superventas mundial: Homo Deus. Breve historia del porvenir (Debate), donde Yuval Noah Harari vislumbra el fin del homo sapiens y el surgimiento de otra especie (¿un superhombre?) diseñado por la biotecnología y carente de un fuero íntimo secreto, pues todas su privacidad ya estará en manos de grandes compañías. “Son muchas las preguntas y las dudas que nos plantea el futuro. Puede que la evolución sea que toda la información de la humanidad quede albergada en un robot capaz de sobrevivir a la catástrofe. Este sería la esperanza del renacimiento de una nueva humanidad, más responsable. No sé…”, duda Phillips, que acude a La Abadía cada día montado en su patinete y con su gorra calada.
Su puesta en escena no aspira a sentar cátedra sino a incitar la reflexión y, acto seguido, la acción consciente. Cuenta que también permean en su libreto las reflexiones de Marshall McLuhan, que, después de que el Sputnik rodeara la tierra, concluyó que esta pasaba a ser un objeto moldeable por las manos y los cerebros humanos; nuestra propia obra de arte. También fue muy inspirador para él la muestra antológica que la Tate Modern le dedicó el año pasado al artista islandés Olafur Eliasson, muy marcado por la naturaleza de su país natal. Y las investigaciones heterodoxas del arquitecto Robert Buckminster Fuller, pionero de la sostenibilidad e inventor de la cúpula geodésica, tan utilizada para las plataformas espaciales. “Es una estructura que aprovecha al máximo el espacio, que ahorra energía y muy fácil de construir. Podría ser una solución ante los altos costes de la vivienda”, apunta Phillips, que ha plantado una en la Sala San Juan de la Cruz de La Abadía. Es el epicentro de su dispositivo escénico. Sobre ella pintan los actores y se realizan proyecciones. Está cortada por la mitad, de manera que al girarla opera como un telón, permitiendo transiciones dinámicas en las escenas.
Es pues un artilugio simple pero eficaz. Un recurso que podría haberse sacado de su inagotable chistera el primer Lepage, menos tecnificado. Es el que reivindica Phillips, que trabajó con el mago canadiense hace una par de décadas. El otro gran maestro suyo es Peter Brook. Su filosofía de menos es más se la aplica a rajatabla. Aquí la emplea para lamentar los destrozos causados a nuestro hábitat. Pero trasciende el eje que va del apocalipsis inmediato al negacionismo imperturbable. Ante la pregunta de si estamos a tiempo de salvar nuestra casa, sólo concede una respuesta ambigua: “Quizás”.