Calderón convierte Almagro en el gran teatro del mundo
Lluís Homar y la Compañía Nacional de Teatro Clásico inauguran el festival con su versión del auto sacramental, una de las joyas del Siglo de Oro.
4 julio, 2024 02:01Al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico desde 2019, es la primera vez que Lluís Homar (Barcelona, 1957) dirige una obra de Calderón. “Me imponía respeto –comparte con El Cultural–. Con Lope sentía que había algo reconocible, quizás por esa cosa que tiene de que su vida siempre se conecta con su teatro. Pero con Calderón no me ocurría lo mismo”.
Desde su creación en 1986, la Compañía Nacional de Teatro Clásico también arrastraba una deuda con algunas de las obras del dramaturgo áureo que se ha propuesto saldar esta temporada. “Este año, nos hemos casi inventado una especie de efeméride calderoniana”, bromea medio en serio Homar. Porque ahí están, de hecho, las representaciones de El castillo de Lindabridis, de Ana Zamora, o El monstruo de los jardines, de Iñaki Rikarte, que tan buena acogida han tenido.
“Y ahora vamos a estar en el Festival de Almagro –del 4 al 14 de julio– con esta obra, con la que abriremos también la temporada en octubre. O sea que nuestra sala principal, prácticamente, la habremos dedicado a Calderón todo el año, con tres títulos que hasta ahora no se habían llevado a escena en la compañía”.
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Publicada en 1655, El gran teatro del mundo es uno de los muchos autos sacramentales que Calderón desarrolló a lo largo de su vida. Son estas pieza sobras de corte religioso, con una gran fuerza alegórica, construidas sobre un universo filosófico, entre las que encontramos otros títulos como El gran mercado del mundo, que la CNTC representó ya, junto a la TNC, bajo la dirección de Xavier Albertí.
En la que ahora interpreta la compañía, sin embargo, el gran autor del Siglo de Oro presenta el mundo y la vida como un gran teatro, donde cada humano interpreta un papel. Una vez terminada la obra, recibirán un castigo o un premio, según hayan obrado. “Es un texto que está más cerca a veces de la comedia del arte o que tiene esos visos de ‘juego, juego, juego, teatro, teatro, teatro’, enfocado siempre a sereficaz de cara al público”, señala Homar sobre este título que, en el pasado, ha inspirado a creadores de la talla de Luigi Pirandello o Federico García Lorca.
"Para Calderón lo importante no es tener sino ser. Y hoy el ser no es algo que cotice en ningún lado”. Lluís Homar
También nosotros, 400 años después, volvemos a ella. Y es que, con carácter filosófico y espiritual, la obra de Calderón nos hace replantearnos el sentido de la vida actual. “Vivimos una época en que lo material arrasa y todo tiene un valor puramente económico –reflexiona el director de escena–. Sufrimos una cierta desorientación humana. Entre todos hemos construido un mundo que no nos satisface, que no sabemos muy bien a dónde nos lleva. Hemos decidido que vamos a vivir eternamente y cuando llega la muerte nos sorprende”.
Calderón, en cambio, nos habla del sentido de impermanencia. “Creemos que nosotros, seres humanos, somos los dioses del universo y que todo pasa por nosotros. Y creo que saber cuál es nuestro lugar en el mundo es algo que nos puede ser muy útil y que nos puede recordar que lo importante no es tanto el tener sino el ser. Y hoy el ser no es algo que cotice en ningún lado”.
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Con una escenografía minimalista, a pesar de que la puesta en escena de los autos sacramentales siempre había estado marcada por una gran espectacularidad, Homar se deshace aquí de toda la parafernalia.
“Es una obra muy abierta que permite ser de muchas maneras. Nuestra opción ha sido buscarun espectáculo esencial, que ponga en valor el contenido, a diferencia de otras aproximaciones que ha habido a la obra, porque no olvidemos que esto es teatro de calle. Hemos hecho un espectáculo con elementos indispensables para que la palabra nos llegue”, insiste.
“Porque muchas veces el envoltorio, la puesta en escena de El gran teatro del mundo es tan espectacular que se come el contenido, y esta vez he querido que su mensaje llegue de una forma muy clara. Siempre desde la perspectiva de que menos es más. Hemos buscado de esta forma la eficacia”.
Otra peculiaridad de esta propuesta es su reparto. “En la obra, por ejemplo, son diez personajes, según Calderón, siete actoresy tres actrices. Yo le he dado la vuelta a esto y son siete actrices y tres actores”.
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Precisamente sobre el trabajo del elenco se sincera Homar: “Nunca había dirigido una obra así, quizás por el hecho de ser un auto sacramental, porque es una pieza en la que prácticamente no hay acción teatral, estamos en otros parámetros, otro universo en el cual la parte de movimiento de los actores la estamos trabajando con Pau Arán desde una perspectiva muy determinada”.
Con música de percusión en directo, bajo la batuta de Albertí, defiende que su propuesta es un teatro contemporáneo, quizás moderno. “Es una palabra que no me gusta mucho, pero esta vez siento que va de acuerdo con lo que hacemos”.
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Por teléfono, desde Almagro, ultimando los últimos preparativos, Homar señala: “A veces le digo a los actores: vamos a desactivar nuestra parte actoral y vamos a entrar en otro código. En esas estamos ahora. Ya tenemos armado todo lo que puede ser el dibujo del espectáculo y estamos trabajando la interpretación. Porque al final, lo que termina dándole vida o carácter al espectáculo son los actores. Hemos hecho mucha parte de laboratorio, con esa idea de eso que no sabemos que sabemos”.
Un proceso que les ha llevado a experimentar a todos, incluido al propio director. “No ha habido ninguna otra producción a lo largo de toda mi carrera profesional en la que haya desechado más ideas de las que me han vendido con respecto a esta obra. Ha sido un trabajo de equipo fantástico para buscar cuál era la manera mejor para hacer llegar ese texto enorme que es El gran teatro del mundo. Molestar lo menos posible y ser lo más leal al espíritu de lo que pretende comunicar".
Tal vez porque, como dice Lluís Homar, “estos autores clásicos no nos hablan, nos gritan”. También lo decía Calderón de la Barca: “Seremos, yo el Autor, en un instante,/ tú el teatro, y el hombre el recitante”. Que no pare el Mundo de dar vueltas.