Angélica Liddell inauguró con Dämon el Festival de Aviñón. Foto: Christophe Raynaud de Lage/ Festival de Aviñón

Angélica Liddell inauguró con Dämon el Festival de Aviñón. Foto: Christophe Raynaud de Lage/ Festival de Aviñón

Teatro

Angélica Liddell, la voz más salvaje del teatro español: "Hay que seguir provocando emociones, ¿no?"

Tras pasar por los festivales de Aviñón y Grec de Barcelona, la dramaturga llega a los Teatros del Canal con 'Dämon'. "Es como ponerme una bomba en el pecho", dice.

13 septiembre, 2024 01:42

Obsesionada con la muerte, Angélica Liddell (Figueras,1966) se despide de nosotros en cada espectáculo. Lo hizo con Vudú: (3318) Blixen, donde fantaseaba con su propio réquiem, y repite hazaña con Dämon. Elfuneral de Bergman. “Lo primero es el miedo a la muerte, a la enfermedad, a la extinción, a la demencia. Sin esa angustia no hubiera sostenido estos funerales. Una angustia en la que Ingmar Bergman profundiza descarnadamente”, señala a El Cultural.

Inspirada en el guion que el cineasta escribió sobre su propio sepelio tras asistir televisivamente al multitudinario entierro del Papa Juan Pablo II, Liddell ha compuesto esta pieza de dos horas de duración embebida por la iconografía y la filmografía del director.

Bergman siempre ha estado conmigo, es un espíritu que me acompaña, supongo que en un momento dado dijo adelante, estamos juntos en esto. Lo ha dirigido todo él. Lo que no le ha gustado lo ha eliminado, y todo aquello que ha preferido lo ha hecho notar con fuerza. El único responsable de esta obra es él mismo”, señala. 

En Dämon hay lugar para demonios, sueños y fantasmas. Hay aceptación, sorpresa, conmoción y crítica. “El primer día que representé la obra completa me eché a llorar sin que nada pudiera detenerme. Eso no me ha pasado nunca, no era emoción, era un reconocimiento de la muerte, tomar conciencia de la desaparición total y absoluta. Recuerdo que solamente repetía: ‘que no estemos solos, por favor, que no estemos solos’. Me entró mucho miedo. Eso es la puesta en escena, terror y belleza. Y también un conjuro. De principio a fin conjuramos, invocamos el espíritu de Bergman con cada acción”.

Una llamada que invoca sobre el escenario junto a un elenco procedente del principal teatro de Suecia, el Dramaten, donde el famoso cineasta se formó y trabajó. “No tuve que hacer ninguna selección. Elin Klinga, la mujer que oficia el funeral –y que acudió de niña al entierro de Bergman–, quiso conocerme tras ver Liebestod. Erika es una vestuarista del Dramaten que asistió a Bergman muchas veces y nos ayudó a elegir el vestuario utilizado en sus obras, y los jóvenes fueron seleccionados por el propio teatro”.

Insultos a la élite

La obra, que tras pasar por el Grec llega hoy a los Teatros del Canal, fue la apertura del Festival de Aviñón en el icónico Palacio de los Papas. La primera parte sirve como homenaje a la mala relación que el cineasta tenía con los críticos. 

“Las obras nunca son entendidas en el sentido en que desearía el autor. Siempre te sientes incomprendido. Yo misma no he leído las críticas de Dämon”, comenta Liddell que, durante el proceso, tuvo que rescatar algunas de las reseñas de sus espectáculos anteriores.

"Hay que reunir mucho valor para inaugurar el festival de Aviñón y echarse encima a toda la crítica". Angélica Liddell

“Muchas no las había leído nunca y pedí a mi equipo que seleccionara las peores, no me sentía capaz, me hería en lo más profundo, me entraban náuseas. También he leído críticas españolas para redactar Caridad –el libro que acaba de publicar en Uña Rota–, y te aseguro que no me han quedado ganas de volver a leer ninguna. Hay una maldad en ciertos críticos que asusta”.

Un miedo que, sin embargo, no la paraliza ni le impidió, a partir de ingeniosos juegos de palabras, insultar sobre el escenario galo a varios nombres propios de la crítica francesa. La reacción no se hizo esperar. 

Un momento de la obra durante su estreno en Aviñón. Foto: Foto: Christophe Raynaud de Lage/ Festival de Aviñón

Un momento de la obra durante su estreno en Aviñón. Foto: Foto: Christophe Raynaud de Lage/ Festival de Aviñón

“Meterse con la crítica francesa es como ponerse bombas al pecho. Son el poder. No son como los críticos españoles. Los críticos franceses son élite. Esa era la idea, cuestionar el pensamiento de las élites por parte de un artista, un bufón, un loco. Hay que reunir mucho valor para inaugurar el festival de Aviñón y echarse encima a toda la crítica, te lo aseguro”, presume.

“Muchos artistas hacen lo contrario, intentan complacer sin más. Siempre me gusta correr un riesgo fuerte en mi trabajo, ponerme en peligro, de algún modo. Me gusta suicidarme de muchas maneras. El escenario es mi patíbulo y mi manicomio. Pero ya te digo que no he leído nada de lo que se ha escrito. Lo importante es que el estreno fue recibido con una ovación. ¿Qué son cuatro críticos frente a la grada de la Cour d’Honneur en pie? En el Teatro del Odeon de Paris abrimos temporada. Yo no trabajo para los críticos, trabajo para el público. Después de todo, los críticos han legitimado el espíritu bergmaniano de la obra”. 

“Me gusta suicidarme de muchas maneras. El escenario es mi patíbulo y mi manicomio”. Angélica Liddell

Tampoco le influye el auge de la ultraderecha. “No. En mi manera de crear intervienen los espectros, lo invisible, lo irrepresentable, lo sobrenatural”. En ese sentido, señala, eso no es más que “una lacra que se instala cuando una sociedad alcanza cierto grado de conformismo y decadencia. Históricamente es así. Es un sensor no solo de una idea política repugnante, sino que también revela los males de la sociedad sobre la que se asienta. No solamente hay que pensar en términos de partido, sino en términos de votantes. Todas esas personas están ahí, en los pueblos, en las ciudades, sumidos en un grado de ignorancia y de maldad atroz”.

Mientras tanto, una advertencia cuelga sobre Dämon. El funeral de Bergman: “Algunas escenas de este espectáculo pueden herir la sensibilidad del público”. Angélica Liddel entona entonces el mea culpa. “Hay que seguir provocando emociones, ¿no?”.