
Un ensayo de 'Todas las casas', primera obra del 'Tríptico de la vida'. Foto: La Megías
Del teatro alternativo al premio nacional: Cuarta Pared, 40 años de experimentación y rebeldía social
El espacio, que abrió sus puertas en 1985 sin butacas y con un equipo de jóvenes entusiastas, celebra su aniversario con la obra Tríptico de la vida.
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En 1985, en un pequeño local sin butacas situado en el número 7 de la calle Olivar, nació Cuarta Pared. Abría solo los fines de semana, con listas de espera de dos o tres meses, una capacidad de apenas 20 espectadores y un equipo de unas quince personas de jóvenes emprendedores algo inconscientes.
Situada hoy en la calle Ercilla, 17 —desde que se trasladaron en 1992—, la sala de teatro alternativo, Premio Nacional en 2020, tiene alrededor de 175 butacas y un equipo de unas 40 personas. De los fundadores iniciales solo quedan Asunción Rivero y Javier G. Yagüe, actual director del espacio.
El camino, dice este último, no ha sido fácil. Sin subvenciones —la primera llegaría años después— y tirando únicamente de ayudas particulares, aquel “era un proyecto que se llevó adelante desde la inconsciencia. En sus inicios todos hacíamos de todo, desde la limpieza hasta la gestión administrativa. Y nunca sabíamos si al día siguiente seguiríamos abiertos”, cuenta a El Cultural sobre este espacio que nació con la intención de hacer un teatro diferente al que se hacía por entonces.
“Es muy difícil hoy imaginar o recordar cómo eran aquellos tiempos. A nosotros mismos nos ha costado. Había un teatro institucional muy antiguo, que venía del franquismo, muy basado en la oratoria y la dicción. Y otro más comercial cercano prácticamente al vodevil, de corte muy frívolo. En medio de ambas corrientes, la dramaturgia contemporánea no tenía cabida. Nosotros lo que nos planteamos fue darle un espacio a ese otro teatro que hablase de los problemas de la gente y que interviniese en el debate social”.
Pionera entre las salas alternativas de nuestro país, Cuarta Pared fue abriendo caminos y transformando el panorama escénico en general. Poco a poco, la dramaturgia contemporánea se empezó a ver en otros escenarios, públicos y comerciales también. Mientras, la sala se veía obligada a reiventarse.

'El año de Ricardo', de Angélica Liddell. Foto: Cuarta Pared
Hoy, escuela y laboratorio de investigación, además de espacio escénico, por ella pasaron en sus inicios algunos de los grandes nombres de nuestros escenarios como Angélica Liddell, Rodrigo García, Laila Ripoll y Lucía Carballal, compañías de danza, como Mal Pelo o propuestas de creadores internacionales como Jan Fabre o Daniel Veronese.
Algunos, como Juan Mayorga, conservan una estrecha relación con la sala aún hoy. “Fue alumno nuestro cuando empezaba a hacer teatro y estrenó su primer montaje aquí, también Alfredo Sanzol, María Velasco o, hablando de danza, Luz Arcas”.
Aldara Molero, directora, actriz y dramaturga, es otra de las alumnas que se formó en su escuela. Ella es una de las tres directoras —junto a Aitana Sar y Raquel Alarcón— que inaugurará las celebraciones por estos 40 años con el estreno de Tríptico de la vida, una apuesta del espacio por el relevo generacional.
El proyecto recoge el espíritu de la sala. “Siempre hemos intentado hacer un teatro que huyese de lo efímero y lo anecdótico e interveniese en el debate social, con cierta voluntad de trascender”, comparte su director. Algo que se vio en proyectos anteriores como Trilogía de juventud—que se inició en 1999 con Las manos, uno de los grandes hitos del espacio— y Trilogía Negra.

'Quando l'umo', de Jan Fabre. Foto: Cuarta Pared
Ahora, como entonces, el punto de partida inicial de Tríptico de la vida es hacer, en la época de la inmediatez, una reflexión más profunda sobre lo que importa y lo que no, lo que permanece o es efímero. La propuesta de Molero, Todas las casas (del 13 de febrero hasta 1 de marzo), será la primera en estrenarse. A ella, le seguirán Murmullo (del 13 al 28 de marzo) y Todo lo que veo me sobrevivirá (del 10 al 26 de abril), además de una edición especial del Festival Essencia, ya en junio, con la que también conmemorarán sus 40 años.
“Mi proyecto en concreto es un cuento para adultos. La obra propone un pacto por la ficción”, comparte Molero. Situada en una ciudad que podría ser cualquiera, cinco narradores que a su vez interpretan a otros personajes rompen con la cuarta pared a través del cuento. “A partir de eso, vemos cómo el encuentro con el otro, en momentos, alivia y, en otros, provoca una pena o transforma. La idea es jugar con estos encuentros donde la pieza hace un viaje desde algo absolutamente íntimo a algo mucho más universal”, avanza Molero.
“Hemos perdurado por no ser un supermecado de espectáculos”. Javier G. Yagüe (Director de la Cuarta Pared)
Escrita junto a Natalia Mariño, en Todas las casas ambas abordan, a partir de situaciones cotidianas, temas como la explotación laboral y la precariedad, el amor, la familia, la violencia, la muerte o el duelo. Este es el sexto montaje que la directora presenta aquí. “Para mí, Cuarta Pared significa casa y oficio”, dice.
Molero es de la opinión de que la importancia de salas como Cuarta Pared radica, precisamente, en la libertad artística que ofrecen. “La escena alternativa tiene que brindar esa oportunidad de investigar, arriesgar e, incluso, equivocarse. Este es el lugar. Necesitamos desligarnos de pensar si este proyecto va a tener futuro y pensar solo en lo que nos apetece trabajar. Pero, para ello, necesitamos salas que apuesten por el riesgo. Así es como se crea un tejido cultural”.

'An (el silencio)', de Mal Pelo. Foto: Cuarta Pared
Otro aspecto que destaca la directora es su función como escuela. “Cada vez es más diversa y está más enfocada hacia la creación teatral. De aquí han salido profesionales que ahora mismo se están dedicando a la escenografía, a la iluminación, a la dirección o a la actuación”, comenta. Nombres como Tania Tajadura (escenografía y vestuario), Miguel Valentín, Juanje de los Ríos o Beatriz Rivas (dramaturgia y dirección), o las actrices Esther Isla, Marta Megias y Guillermo San Juan se formaron en sus aulas.
Hoy, el número 7 de la calle Olivar ya no es un teatro. En los alrededores de la calle Ercilla, a donde se mudaron en 1992, han ido emergiendo diferentes salas de teatro. “Ahora el panorama es muy difuso —comenta Yagüe—. Porque al hilo de las ayudas también surgieron otras salas que ya no eran alternativas, sino de pequeños formatos. Y existe mucha confusión entre lo que son las alternativas, que realmente tienen un proyecto diferente a lo convencional, que persiguen la innovación con apuestas de riesgo, y lo que son salas pequeñas”.
Pero como si 40 años no fueran nada, su director celebra el momento presente. “De aquella primera etapa, lo que queda es el espíritu de renovación. Lo que nos ha hecho perdurar es huir de la idea de ser un supermercado de espectáculos y construir una identidad que tenía que ver con la propia compañía de la sala y con las que programábamos, siempre con esa voluntad de intervenir en el debate social y en el intento de renovar los lenguajes escénicos”. En esa batalla continúan, para que “los relevos puedan llegar hasta otros 40 años”.