Las aventuras arqueológicas de Agatha Christie... también acabaron con un crimen
La reina de la novela de misterio recogió su exótica experiencia restaurando y clasificando hallazgos en Oriente Medio en 'Ven y dime cómo vives', reeditado ahora por Tusquets.
22 noviembre, 2022 04:03Además de estar protagonizadas por el famoso detective privado Hércules Poirot y ambientadas en Oriente Medio, tres de las novelas más destacadas de Agatha Christie (1890-1976) exponen la fascinación de la dama del crimen por la arqueología. En Asesinato en Mesopotamia (1936), la trama transcurre durante las excavaciones en el yacimiento de Ur, en Irak; en las ruinas de Petra se desarrolla gran parte del suspense de Cita con la muerte (1938); y entremedias, para Muerte en el Nilo (1937), la escritora británica ingenió un villano disfrazado de arqueólogo, el signor Richetti.
Todas estas ficciones de Christie, tríada a la que cabría sumar Intriga en Bagdad (1951), bebieron de un sustrato real, de su propia experiencia sobre el terreno. Durante su visita a Bagdad en 1930, la ya reputada autora conoció a Leonard y Katherine Woolley, que llevaban varias campañas de excavaciones en la ciudad sumeria de Ur. El matrimonio la invitó a hospedarse con ellos y a descubrir el sitio, y lo que en realidad conoció fue a su nuevo marido, el arqueólogo Max Mallowan, que la acompañaría en su viaje de regreso a Inglaterra. Tanto intimaron y tan bien lo pasaron que a finales de año ya se habían dado el sí quiero.
La pasión compartida de ambos por investigar las evidencias físicas de civilizaciones remotas les empujaría a emprender una serie de prospecciones en diversos lugares de Siria e Irak. Desde el primer momento, Christie olvidó su fama y se involucró en los trabajos de Mallowan —en una ocasión diría que "un arqueólogo es el mejor marido posible para una mujer: cuanto más vieja te hagas, más encantadora te encontrará"—. Como una suerte de ayudante, durmió en las improvisadas tiendas, limpió y restauró las piezas halladas y se dedicó a registrarlas mediante fotografías e inventarios. También contribuyó económicamente a fundar la Escuela Británica de Arqueología, hoy conocida como Instituto Británico para el Estudio de Irak.
Aparte de la evidente influencia en sus novelas, la autora de Asesinato en el Orient Express (1934) publicó en los últimos compases de la II Guerra Mundial un libro sobre sus viajes arqueológicos en Oriente Medio. Titulado Ven y dime cómo vives y reeditado ahora en español por Tusquets, Christie definió esta obra, probablemente la más ignorada de su cosecha, como "un entretenimiento…, un librillo lleno de acontecimientos cotidianos", una "crónica intrascendente" —también dice, sin embargo, que "escribir estas sencillas notas no ha sido una tarea, sino un parto de amor"— que nació como respuesta al interés de la gente por su participación en las excavaciones en Siria y que "no aportará consideraciones interesantes sobre la arqueología".
Puede que tuviese razón: el lector no va a encontrar en estas páginas una detallada relación sobre el transcurso de los trabajos en tells o yacimientos, como Chagar Bazar, y algunos de sus objetivos, por ejemplo, recabar información sobre la dinastía militar de Mitanni, una casta dominante de guerreros que se vinculó con el Antiguo Egipto a través de matrimonios reales. Pero la cadencia literaria de Christie convierte esta obra en un relato de aventuras sobre su vida diaria entre mujeres kurdas, jeques que se asemejan a Enrique VIII y taxistas armenios, en una novelesca crónica etnográfica de la región, cruzada junto a sus compañeros de expedición a bordo del Queen Mary, un camión cargado de verduras y montones de huevos que subieron a un transbordador para cruzar el río Éufrates.
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Más que una crónica arqueológica, Ven y dime cómo vives es una crónica de viajes armada con mucho humor —"una de las calamidades de estar casada con un arqueólogo es su experto conocimiento para interpretar los diseños más inofensivos", escribe Christie sobre un vestido lleno de motivos referentes a la fertilidad según el ojo de Max— y con hermosas postales que evidencian el hechizo de la escritora por el patrimonio histórico. Sobre la ciudad desértica de Palmira, dice: "Su encanto reside en su esbelta belleza cremosa elevándose de un modo fantástico en medio de arenas calientes. Es deliciosa, impresionante e increíble, como la teatral alucinación de un sueño. Cortes, templos y columnas en ruinas…".
La reina de la novela de misterio esbozó una suerte de diario de campaña pero sin las especificidades científicas, como tratando de restar importancia a su desempeño práctico. Describe el trayecto desde Calais hasta Estambul en el Orient Express, un pícnic con su esposo en el cráter de un volcán, débiles episodios de salud provocados por la "tripa del soldado egipcio" y las pulgas o, quizá lo más interesante, ese choque de culturas del periodo de entreguerras entre los burgueses británicos que mataban los ratos muertos con una taza de té en la manos y sus ayudantes árabes.
No se leen conclusiones sobre los resultados generales alcanzados porque no es lo interesante, sino la experiencia, el paisaje, las relaciones humanas. Aunque una de las confesiones que más llaman la atención es el desprecio por los restos de los "modernos" romanos, "niños de ayer" en comparación con los pueblos antiguos que perseguían. En un pasaje que hoy no sería visto con buenos ojos, Christie y Mallowan se retratan tirando fragmentos de cerámica del periodo romano.
Las cinco campañas de excavaciones dirigidas por el matrimonio se cerraron con un capítulo "de baja traición y codicia", un accidente mortal de cuatro hombres de una cuadrilla que quedaron sepultados buscando de forma furtiva hallazgos en Tell Brak. Christie recrea el suceso con las dosis de misterio que desbordan sus novelas. Irak y Siria fueron un marcador geográfico y temático de la mejor literatura de la dama del crimen.