Los descubrimientos que han transformado la historia de la enigmática civilización de Tarteso
Una exposición en el Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid aborda a través de 230 piezas excepcionales el desarrollo y los últimos días de la cultura tartésica.
12 abril, 2023 02:52En las fuentes clásicas, Tarteso aparece como una región legendaria de fabulosas riquezas y héroes míticos, como el escenario del décimo trabajo de Hércules —la captura de los bueyes del gigante tricéfalo Gerión— en los confines del mundo conocido. Las referencias más antiguas se remontan a finales del siglo VII a.C, en realidad leyendas y recuerdos remotos que hasta los propios escritores griegos y más tarde romanos desconocían. Ese fue el mito que compró el controvertido arqueólogo e historiador Adolf Schulten a principios del siglo XX, cuando se embarcó en la búsqueda de una opulenta ciudad en el Bajo Guadalquivir tratando de emular lo que había logrado su compatriota Heinrich Schliemann con Troya.
Pero desde la publicación en 1924 de su obra Tartessos, "la primera civilización de Occidente", como la bautizó, el conocimiento sobre esta cultura que se desarrolló durante unos 400 años (siglos VIII-V a.C.) en el suroeste de la Península Ibérica, y que fue una fusión del mundo indígena del Bronce Tardío Atlántico con el de los colonos fenicios procedentes del Mediterráneo, se ha transformado radicalmente.
El primer punto de inflexión fue el hallazgo del yacimiento de El Carambolo (Camas, Sevilla), donde en 1958 se descubrió un conjunto de excepcionales piezas de orfebrería; el más reciente, la aparición de una hecatombe animal intacta en Casas del Turuñuelo (Guareña, Badajoz), probablemente un santuario que según los investigadores es el edificio mejor conservado de la arqueología protohistórica del Mediterráneo occidental. Este sitio, así como su espectacular arquitectura y materiales recuperados, ha desvelado que entre los siglos VI y V a.C., después de la llamada "crisis de Tarteso", esta civilización tuvo su núcleo más al norte, en el valle del Guadiana, donde registró su cénit económico y cultural.
Esa es la principal hipótesis que proyecta Los últimos días de Tarteso —en singular y con una única 's', como decidió la comunidad científica en un congreso internacional celebrado en 2011—, una extraordinaria exposición que reúne 230 piezas procedentes de una decena de instituciones y que se puede ver hasta finales de septiembre en el Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid. "Nunca se había hecho en España una exposición sobre Tarteso", destaca Enrique Baquedano, director del centro y comisario de la muestra junto a Sebastián Celestino Pérez, investigador del CSIC.
El montaje aborda la evolución de concepto de Tarteso y su investigación científica —el pionero fue el británico George Bonsor, que realizó varias actuaciones arqueológicas en la zona de Los Alcores y buscó la legendaria ciudad en las marismas de Doñana, además de vender vestigios tartésicos a la Hispanic Society de Nueva York—, pero se centra principalmente en ese periodo tardío. "El centro de poder se desplazó del valle del Guadalquivir al del Guadiana, y esa transferencia de poder territorial es la hipótesis con la que comenzamos a trabajar en 2016 para esta exposición", resume Baquedano.
Las excavaciones en los extraordinarios edificios hallados bajo grandes túmulos de tierra de esta zona, como Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) o el Turuñuelo, han cambiado la visión que tenían los investigadores sobre el mundo tartésico gracias a que en su interior dejaron buena parte de sus enseres antes de ser incendiados y amortizados. "Fue una especie de desacralización del santuario", comenta el comisario. El sacrificio de más de medio centenenar de grandes animales en el segundo de los yacimientos, un hallazgo de gran repercusión internacional, es "la mejor representación arqueológicamente documentada de lo que en la Biblia se dice que era un banquete funerario".
Las explicaciones sobre el aumento demográfico que registró Tarteso a partir del siglo VI a.C. en zonas más septentrionales son discutidas. "Seguramente fue por razones de tipo económico y geopolítico", resume Baquedano. Tampoco están claras las causas de la crisis definitiva hacia el año 400 a.C. y el derrumbe de su sistema sociopolítico, momento en el que se fecha la destrucción de los grandes edificios que jalonan el río. Para indagar más en todos estos interrogantes y misterios, la exposición está acompañada de la publicación de un catálogo con una veintena de artículos científicos firmados por reconocidos especialistas en la historia de Tarteso.
Reunión única
Resulta complicado destacar alguna de las piezas reunidas en el museo de Alcalá de Henares por encima del resto. Seguramente lo que más llame la atención al visitante se la reproducción a escala real del espacio del edificio del Turuñuelo, con su hecatombe animal impresa sobre el suelo y un vídeo en el que se resumen los trabajos de investigación.
Siguiendo el orden del recorrido expositivo, cabría resaltar los siguientes objetos: una estatuilla de bronce de Hércules, una de las presesentaciones más antiguas del héroe halladas en la Península Ibérica —la tradición la sitúa en la isla de Sancti Petri, donde estaría el famoso y controvertido templo homónimo—; un conjunto de jarros de bronce, uno de los elementos más característicos de la cultura tartésica, procedentes de varios yacimientos y reunidos por primera vez; las cucharas de marfil y los dos pithos o tinajas para líquidos y granos del santuario de la Casa-Palacio del Marqués de Saltillo (Carmona, Sevilla), pintados con motivos orientalizantes; o los elementos de un carro hallados en una de las tumbas de la necrópolis de La Joya (Huelva), llena de ajuares que muestran esas simbiosis de la cultura indígena y la fenicia.
Pero Los últimos días de Tarteso reúne muchas más piezas singulares, excepcionales: unas espadas de bronce del Bronce Final arrojadas a la ría de Huelva como ofrenda, joyas de oro —collares y torques— prestadas por el Museo Nacional de Arqueología de Lisboa que solo han salido de sus vitrinas gracias a unas obras de remodelación, figurillas de bronce del dios egipcio Reshef, unos hermosos ungüentarios de pasta vítrea, una cama lateral de bronce de un bocado de caballo que representa a una deidad bifronte, probablemente Jano, sujetando dos palomas, o un caldero del mismo material recuperado en la estancia del banquete del Turuñuelo y el más grande descubierto en territorio peninsular.
Unos hallazgos espectaculares, reunidos por primera vez, y que muestran en una exposición realmente interesante, acompañada además por unas didácticas y documentadas ilustraciones de Albert Álvarez Marsal, cómo Tarteso va saliendo poco a poco, a golpe de trabajo científico, de esos nebulosos y míticos relatos que construyeron las fuentes clásicas.