Salinas-y-Whitmore

Salinas-y-Whitmore

Letras

Cartas a Katherine Whitmore

15 mayo, 2002 02:00

Pedro Salinas 

Edición de Enric Bou. Tusquets. Barcelona, 2002. 406 páginas. 20 €

Todos habíamos oído decir -aunque no eran claras las fuentes- que los dos más famosos poemarios amorosos de Pedro Salinas (y dos de los mejores, en el siglo XX, de la lengua española), La voz a ti debida (1933) y Razón de amor (1936) no iban dirigidos o no habían sido motivados por la mujer del poeta, sino por su relación con otra.

Una apasionada historia de amor entre un hombre casado, catedrático de literatura, y una mujer norteamericana y soltera entonces, en el Madrid de la Segunda República. En las memorias de Julián Marías, Una vida presente (1989), es donde por primera vez se habla de una profesora de español en el Smith College, Nueva Inglaterra, a la que Marías vuelve a ver en 1952, Katherine Whitmore: “Se ha dicho que La voz a ti debida se había escrito pensando en ella; no lo sé; lo único que puedo decir es que lo merecía”. También se dijo que eran los hijos de Salinas quienes no autorizaban la publicación de ese nutrido epistolario con una competidora de su madre.

Hoy al fin sabemos todo o casi todo. No eran los hijos de Salinas, sino la propia señora Whitmore (que cedió sus cartas y libros, nada menos que 354 cartas y poemas de Salinas, a la Houghton Library) quien prohibió que se consultase el epistolario hasta julio de 1999. También sabemos que fue Jorge Guillén -tan amigo siempre de Salinas- quien instó a Mrs. Whitmore (de soltera Reding, pero para entonces ya viuda) a conservar aquel legado, tanto tiempo después de la muerte de Pedro Salinas -en 1951- y del final de aquella historia de amor tan apasionada como quizá inconclusa.

Según el informativo y buen prólogo de Enric Bou (que entra también en la importancia de la voz epistolar para el cabal conocimiento de un autor, y en especial de Salinas que cultivó esa voz pese a su mala letra) Largo lamento, el libro inconcluso y póstumo que cerraría la trilogía iniciada con La voz a ti debida, debe su falta de brocha a la propia inconclusión de esa pasión amorosa, que indudablemente se consumó, pero nunca se regularizó del todo. Primero porque Salinas estaba casado (y su mujer Margarita tuvo un intento de suicidio al enterarse de esta aventura o más que aventura) y después, regresada Khaterine a Norteamérica, porque también ella -siempre cuidadosa, siempre mirada- se casó con un tal Brewer Whitmore (a finales de 1936) y desde entonces -aunque enviudó en 1943- usó el apellido de casada.

Una señora tan entregada como (al fondo) obviamente algo puritana. Se editan ahora 151 cartas de las 354 conservadas. Cartas íntimas, de amor, de continua introspección en ese amor, cartas que casi siempre miran hacia adentro y que completan la lectura, sobre todo, de La voz a ti debida, que se ve brotar del caudal cerrado, prieto y denso de estas cartas (las más interesantes hasta 1936, la mayor parte) en que casi nunca se mira afuera. En Apéndice va el texto que la propia Whitmore escribió en 1979 (murió en 1982, con 85 años) al hacer su legado a la Biblioteca Hougton. Ahí se contradice -y no- como tantos hispanistas que han tratado de los libros de amor salinianos.

Por supuesto que La voz a ti debida y Razón de amor van más lejos que la historia concreta que los movió en realidad. Pero sin esa historia (sin Katherine Whitmore) no hubieran existido. Y las cartas lo exhiben sin cesar. Cartas literarias e íntimas donde no sólo entendemos mejor a Salinas, sino que nos muestran -otra vez- cómo literatura y vida, que no coinciden, continuamente se interpenetran. ¡Cuánto queda por hacer en España con las biografías!