Image: Eduardo Mendicutti

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Letras

Eduardo Mendicutti: "En literatura la inocencia no existe. Y si existe, no me interesa"

“En literatura la inocencia no existe. Y si existe, no me interesa”

19 septiembre, 2002 02:00

Eduardo Mendicutti, por Gusi Bejer

Pregunta: ¿Cuánto hay de autobiográfico y de invención en El ángel descuidado? Respuesta: Prácticamente todo es inventado. Ya sabe: la memoria no es más que otra manera de inventar. P: ¿Se ha cruzado con muchos ángeles descuidados? R: Los ángeles ya se las saben todas y no se andan con descuidos. Pero aún hay algunos que piensan que lo suyo es producto de una distracción. P: ¿Y con ángeles caídos? R: Los ángeles caídos son los mejores, con diferencia. Tienen el entusiasmo de los conversos, pero al revés. P: ¿Lo que marca la normalidad o la inocencia es la mirada del otro? R: Sí, pero me parece injus-to. Hay mucho “otro” con la mirada envenenada. En el gremio de los humanos, incluidos los escritores, y en el de los críticos. P: ¿Resulta fácil conquistar a un ángel? R: Quedan pocos y están muy solicitados, pero lo más eficaz es prometerles una apasionante aventura fuera del paraíso. P: ¿Y que nos conquisten? R: A mí, la verdad, me conquistan mucho más fácilmente los demonios. Entre otras razones, porque siempre me empeño en recordar que todo demonio lleva un ángel dentro. P: ¿Se dice a menudo “hazme casto, pero no ahora”? R: Lo dice todo el mundo, todo el tiempo. Y no sólo en el terreno de la lujuria, sino en el de los principios. Todo somos fieles a nuestros principios, pero andamos continuamente permitiéndonos excepciones. P: ¿Y en literatura, como autor y como lector? R: La pureza estricta, tam-bién en literatura, me pare-ce puro fundamentalismo. Escribir y leer de vez en cuando algo inconfesable relaja muchísimo. P: ¿Es posible recuperar al ángel que fuimos? ¿Cómo? R: Para tener éxito en una tarea tan peliaguda sólo se me ocurre un camino : el de la literatura. Escribiendo podemos inventarnos al ángel que nunca fuimos, leyendo podemos llegar a convencernos de que fuimos un ángel. P: ¿Y al que amamos? R: A ése sí que no lo recu-peramos ni a tiros. Entre otras cosas, porque probablemente nunca fue un ángel. El amor es capaz de ponerle alas a un camión cisterna. P: ¿Qué es la inocencia? R: Ni idea : yo no me recuerdo inocente. Quizás consista en ignorarlo todo. Y, si eso ya no es posible, en olvidar lo que se sabe. P: ¿Y en literatura? R: En literatura creo que la inocencia no existe. Y si existe, no me interesa. Yo quiero escribir y leer cosas en las que haya malicia. P: ¿A qué colega escritor le gustaría tener de rodillas en una “advertencia de defectos” y qué le diría? R: A unos cuantos. Y a todos les diría lo mismo : “Me parece, querido hermano, que se pone demasiado estupendo”. P: ¿Y a su editor? R: “Me parece, querida Beatriz, querido Toni, que me estáis malcriando a fuerza de consentirme, pero que no me entere de que malcriáis más a algunos de mis compañeros”. P: El ángel descuidado, No tengo la culpa de ser tan sexy... ¿sus títulos son una decla-ración de intenciones o una confesión? R: Una confesión, por supuesto. Yo fui un ángel un poquito descuidado, y desde luego no tengo la culpa de haber nacido tan sexy. Y si cuela, cuela. P: Nada hay en su libro de puritanismo o hipocresía: ¿que diría Bush si sus libros cayeran en sus manos? R: No creo que fuera capaz de articular palabra. Pero a lo mejor ordenaba a sus muchachos que me bombardeasen, sin permiso de la ONU ni nada. P: Villena, Pombo, usted mismo han publicado novelas sobre primeros amores homosexuales: ¿la literatura española es hoy más rosa que nunca? R: Si se refiere a que cada vez se publica y se lee en España más literatura de temática homosexual, sí. Y es justo, razonable y necesario. P: Una receta contra los intolerantes... R: Un litro de cultura, un vaso grande de viajes por el mundo, un kilo de respeto, cuarto y mitad de sentido del humor, una cucharada de sentido del ridículo. Ser intolerantes es de paletos. P: Para terminar, ¿la Susi ha bailado mucho el Aserejé este verano? R: Todo el tiempo, mientras no escribía la carta diaria. Estaba en Perejil, con tantísima piedra, y no se quita los tacones ni muerta. Así que daba “camballadas” constantemente. Como es positiva, amenizaba los tropezones con el Aserejé.