Image: Cuentos del lejano oeste

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Letras

Cuentos del lejano oeste

Luciano G. Egido

27 noviembre, 2003 01:00

Luciano G. Egido. Foto: Archivo

Tusquets. Barcelona, 2003. 238 páginas, 14 euros

Luciano G. Egido es uno de nuestros prosistas que escriben con mayor libertad, con una independencia tan absoluta que sus libros siempre resultan de una extraña personalidad.

No me refiero en realidad a que sortee una más o menos inexistente censura política y moral, sino a un ir por completo a su aire en cuanto a los temas y a un practicar con cierto riesgo formas variadas. Subrayo estos caracteres del escritor castellano porque en ellos está la piedra de toque de sus obras, el criterio preliminar de lectura que exigen; de todas ellas, desde su primera y deslumbrante novela, El cuarzo rojo de Salamanca, y en particular de este raro volumen de Cuentos del lejano oeste.

El título se debe, según explica la cubierta del libro, a que el autor parte de los temas característicos del Far West y los recrea. No estoy seguro de que este propósito se cumpla al cien por cien, o que sea lo bastante distintivo para destacarlo tanto, aunque en algún caso resulte trasparente: por ejemplo en la original adaptación de la emblemática figura del forastero. Los asuntos pertenecerán al ámbito de las películas de vaqueros, pero también, o antes, al dominio de las cuestiones intemporales. Porque las 63 piezas reunidas en el libro tratan de la muerte (muchas), la violencia (unas cuantas se relacionan con la guerra del 36), la personalidad, el doble, el honor, la soledad o el amor; y una muy significativa ensalza el valor salvador de la literatura.

En suma, Cuentos del lejano oeste se refieren a lo mismo que toda buena literatura al margen de géneros, tiempo y espacio. Lo interesante, por tanto, es el desafío asumido por el autor de actualizar esas cuestiones de un modo personal, paralelo del reto que plantea al lector de percibir esa singularidad como lo verdaderamente importante del libro. Podríamos decir que lo destacado radica en el cómo se hace la obra, y no en de qué trata, aunque fondo y forma no puedan separarse de manera tan tajante. O, utilizando otra terminología, lo valioso está en el discurso. El rasgo externo más llamativo consiste en una especie de virtuosismo basado en el progresivo aumento de tamaño de las piezas. Las primeras dejan chiquito al popular minirrelato del dinosaurio de Monterroso: los tres cuentos iniciales constan de 2, 4 y 8 palabras, respectivamente. Cada nuevo relato es un poco mayor que el anterior y el último alcanza las 17 páginas y media. Todos llevan sendas citas en cabecera, cuyos autores dan una orientación de la obra. Los más repetidos son Faulkner y Pessoa, y a continuación Baudelaire, Kafka, Borges...

Las citas y el relato establecen un sutil diálogo, una especie de glosa en ocasiones explicativa, otras paradójica o irónica. Los textos también brindan perspectivas variadas de los asuntos mencionados: humorística, sarcástica, ensayística, dramática.... Todo apunta, pues, a una invitación al lector, a un lector atento, gustoso de estos medios y estos fines, para que saboree las posibilidades del artificio y participe en el cierre del sentido del texto. Adviértase que tal propuesta tiene más que ver con ciertos juegos del Barroco que con la idea de la opera aperta anunciada por Umberto Eco, pues Egido nunca deja impreciso el significado de sus narraciones. Esta atención especial a la forma se encuentra allí donde se mire. Los relatos se narran en primera o tercera persona y uno está entero dialogado. La prosa oscila del predominio de la frase nominal y la oración simple hasta la subordinación compleja. Hay cuentos impresionistas, intelectuales y discursivos. Los hay severos y divertidos. Unos dejan la anécdota sin cerrar y otros la concluyen con un quiebro inesperado.

En fin, Egido pone en juego un surtido repertorio de procedimientos que proporcionan una gran originalidad a su obra. Lo más notable es que este talante investigador no tiene un intrínseco aspecto experimental y sirve para recrear de una forma vigorosa algunas cuestiones básicas y algunos problemas graves de la naturaleza humana.