Image: Vivir adrede

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Letras

Vivir adrede

Mario Benedetti

3 abril, 2008 02:00

Mario Bennedetti. Foto: Ricardo Cases

Alfaguara. Madrid, 2007. 200 páginas, 15’50 euros

No es nada fácil dar la descripción formal del nuevo libro de Mario Benedetti. En su pequeño grosor encadena tres partes. El título aglutina los epígrafes de las dos primeras: "Vivir" y "Adrede". Ambas contienen un total de 107 textos independientes de alrededor de una página. La tercera acumula 83 "cachivaches", sintéticos enunciados de estrecha proximidad, para entendernos, con la greguería. Por la variedad de sus asuntos y por la diversidad de sus registros -lo lírico, lo narrativo o lo sentencioso-, Vivir adrede se inscribe en la categoría de obra miscelánea sin género específico.

Las secciones "Vivir" y "Adrede" apenas se diferencian y ambas responden a la desiderata de expresar un existir con consciencia de la realidad, lo cual obedece a la actitud vigilante de Benedetti acerca de las múltiples manifestaciones de la vida -desde lo social o político hasta lo íntimo- que caracteriza el conjunto de su escritura. Lo específico de esta ocasión es el recurso a una perspectiva condensada, cercana de la parábola. Bastantes anotaciones se mueven entre valores morales y rasgos de lo humano: la sencillez, la utopía, el amor, el odio, la pasión, el fanatismo, la vivencia de la temporalidad, las ausencias, las apariencias, el destino, la muerte, y la propia esencia de nuestra especie. Y no faltan, por supuesto, apuntes sobre las relaciones colectivas: además de los esperables acerca de la patria y el exilio, hay notas sobre el dolor en general, los mandarines violentos o la globalización. Estas observaciones alguna vez conducen a un sucinto manifiesto ideológico, aunque disuelto en la alegoría.

En casi todos los casos hace Benedetti un ejercicio dirigido a penetrar en la cara oculta o disimulada de los fenómenos espirituales o materiales del mundo, para esclarecerlos. Pero en lugar de aplicar un procedimiento analítico, practica la revelación poética, conjuga la ironía y la paradoja, y da pie a la creatividad, según se corresponde con su proclamación del valor intrínseco de la literatura: "la realidad es un manojo de poemas sobre los cuales nadie reclama derechos de autor".

Las escuetas explicaciones adoptan tonos distintos: la elegía para hablar de la pérdida, el lirismo para referirse al tiempo, la metáfora para resumir una percepción, el minirrelato para abreviar una anécdota… Y en todo momento se ve que estas prosas están presididas por una actitud artística, tan fervorosa que cae incluso un poco en el manierismo.

Los flancos más débiles de esta práctica marcan los "cachivaches", donde el ingenio se convierte más de una vez en ocurrencia o chiste de gracia o mérito escasos. Poco valor se aprecia en casos como estos, a lo sumo simpáticos y desenfadados: "Cuando uno se lava la cabeza los pensamientos se purifican", "El calvario es el destino de los calvos".

Vivir adrede se suma a la obra prolífica de Benedetti, ejemplo de vigilancia artística y social, sin añadirle nada de sustancia, aunque nada le reste tampoco. No es un libro importante: esta recopilación de textos menores parece pensada sobre todo para el disfrute cómplice de los abundantes seguidores que el escritor tiene en el mundo hispano, y de manera especial en España.