Image: Éxodo y exilio del Arte

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Letras

Éxodo y exilio del Arte

Arturo Colorado Castellary

1 mayo, 2008 02:00

En 1939, pocos meses después de acabar la guerra, las obras del Prado regresan a Madrid.

Cátedra. Madrid, 2008. 400 páginas, 29 euros

Aquí se narra una epopeya: la evacuación del patrimonio artístico español de la zona republicana que, amenazado durante la Guerra Civil, cruza las fronteras para volver -parece que en su mayor parte- a su lugar de origen. Entre otras colecciones, este patrimonio estaba formado por las del Museo del Prado, las de El Escorial, del Palacio Real de Madrid, del Duque de Alba, de los monasterios de las Descalzas Reales y de la Encarnación… Un tesoro espiritual, se dijo repetidamente, que no era propiedad de ningún gobierno, sino un legado para la humanidad. En condiciones muy adversas, incluso bajo las bombas y arriesgando la vida, salvarlo fue la empresa heroica de esforzadas personas como Timoteo Pérez Rubio o -en otro sentido- José María Sert y de altos funcionarios extranjeros que se comprometieron en su defensa… Y también de muchos hombres anónimos -soldados o simplemente ciudadanos- que hicieron más de lo humanamente posible para preservarlo. El episodio que explica el profesor Arturo Colorado Castellary revela y documenta la vida secreta de la pintura, aquellas historias que se acumulan en su reverso -su cara oculta- y que pasan inadvertidas a la simple contemplación. Una historia, en este caso, hecha de heroísmo, pero, como veremos, también de mezquindades.

El libro que comentamos tiene el origen en la tesis doctoral de Arturo Colorado Castellary. Esto significa años de trabajo, exhumación de documentación inédita, investigación en diversidad de archivos y testimonios… una información que apabulla y persuade al lector por su caudal y el nivel de la argumentación. Y sin embargo, a pesar del aparato documental y del rigor científico, y de la complejidad histórica y jurídica del tema, Colorado Castellary ha sabido hilar un relato apasionante, especialmente la primera parte, que trata de la evacuación de las obras hasta su llegada a Ginebra. La suya es una escritura ágil y transparente que emociona porque sabe transmitir la dimensión heroica del "salvamento" del patrimonio.

Nueva versión y puesta al día de otras publicaciones del autor, la aportación del libro no sólo consiste en la restitución de la memoria de un episodio marginado o ignorado, sino especialmente la exhumación de materiales para la reflexión… y también para la polémica.

Entre otros aspectos, una polémica está abierta: la que cuestiona la necesidad de evacuación de las obras, con los posteriores riesgos que conllevó, especialmente en el Ampurdán, cuando el ejército republicano en desbandada se retiraba hacia Francia. Fue entonces, a principios de 1939, cuando de una manera improvisada y precipitadamente, las obras cruzaron la frontera en condiciones dramáticas, bajo los bombardeos de la Legión Cóndor y con las fuerzas nacionalistas a pocos kilómetros. Un comité internacional semioficial -formado por los directivos de los principales museos de las democracias occidentales- había pactado con los responsables republicanos la expatriación del patrimonio artístico a la sede de la Sociedad de las Naciones en Ginebra. Sin embargo, el acuerdo presentaba graves problemas jurídicos. Este comité fue una iniciativa personal de Sert y el acuerdo se gestó a espaldas tanto del Gobierno de la República como del de Burgos. A los republicanos -ya sin ninguna autoridad y cuando se batían en retirada a Francia- no les quedó otra alternativa que aceptarlo. En el acuerdo se explicitaba que aquel patrimonio era un bien común de la nación española y se señalaba el compromiso de su devolución una vez restablecida la paz. Esto significaba que la devolución era independiente al signo político del gobierno y que la condición de la devolución era la restauración de la "paz". En fin, el "salvamento" se ha calificado de locura y de milagro. Milagro, porque la mayor parte de las piezas-no todas- volvieron. Colorado Castellary se interesa especialmente por las obras del Prado y éste es el objeto de su estudio. Pero hubiera sido interesante que se explicara lo que sucedió con las joyas y el oro que acompañaba al patrimonio artístico dispuesto en el norte de Cataluña y que según parece acabaron en el yate "Vita" con destino a México. ¿Cómo cruzaron estos cargamentos la frontera? ¿Cómo se les separó de los objetos artísticos y con qué criterios? Dilucidar estos delicados aspectos posiblemente aportaría una nueva perspectiva.

El DVD que acompaña y complementa el libro con un documental realizado por Alfonso Arteseros con testimonios y protagonistas de la época. Además, se incorporan y contrastan las opiniones de una serie de expertos. Unos aprueban la oportunidad de la evacuación. Otros, al contrario, la denuncian, al menos en los términos que se hizo. De ahí que el profesor José álvarez Lopera afirme que, efectivamente, el salvamento fue una gesta heroica, pero heroica por falta de planificación política: la heroicidad de los técnicos y las personas que velaron directamente el tesoro no corresponde con el comportamiento de los políticos…

A la luz de la documentación manejada, efectivamente existen puntos oscuros sobre las motivaciones y fines de la evacuación. Es evidente que la presión de los bombardeos -así como la actuación incontrolada de la milicia- hacía necesario tomar precauciones. Pero, había muchas posibilidades a contemplar, al menos sobre el papel. Se ha señalado que quizás se hubieran podido acondicionar los sótanos del Prado, o construir búnkeres en Madrid, o utilizar las cámaras acoradas del Banco de España. También hubiera sido posible negociar con el enemigo una zona neutral, acaso buscar el auxilio de organismos internacionales o inmovilizar el patrimonio con exposiciones internacionales en territorio extranjero como hicieron, en parte, los catalanes…

Hay un aspecto muy significativo: el Gobierno de la República dispuso que el tesoro siempre le siguiera allí donde estuviera. Su voluntad era tener un estricto control sobre él. En palabras de Pérez Rubio, responsable directo del salvamento en la zona republicana: "El Gobierno había tomado la decisión de que las obras de arte le acompañaran siempre". El grueso del patrimonio se dirigió a Valencia cuando Azaña con su equipo se instaló en aquella ciudad por las circunstancias de la Guerra. Y luego, ambos -patrimonio y responsables políticos- se trasladaron a Cataluña, bajo la presión de los nacionales. Interesa señalar esta asociación: Gobierno republicano y tesoro cultural. Se trataba de articular una imagen de la República vinculada a la cultura, una especie de estrategia de propaganda. Tal vez con ello se buscara una especie de expiación por el saqueo del patrimonio religioso. O también podría considerarse otras hipótesis: una especie de escudo o una reserva para adquirir material de guerra. En todo caso esta asociación era una instrumentalización del arte y el patrimonio para una finalidad política.

En este sentido, el de la instrumentalización de la cultura, el comportamiento de los nacionales no fue distinto. Ellos también intentaron rentabilizar políticamente "el salvamento" y la devolución de las obras después de que el tesoro se dispusiera en Ginebra. Las circunstancias habían cambiado -ya no hay acciones heroicas, al contrario- pero el problema es el mismo: la utilización de la cultura como una caja de resonancia propagandística. La primera exposición internacional del Régimen -y su primer triunfo en el plano cultural y político- fue la exposición realizada con una selección de obras maestras del Prado procedente del "salvamento" y celebrada en Ginebra en verano de 1939. La idea clave que sobrevuela el libro es la utilización de la cultura, la apropiación del aura del arte convertido en propaganda.

El acuerdo de Figueras

De cómo salieron las obras del Prado de una mina catalana

En marzo de 1938, cuando la ofensiva de los nacionales en su carrera hacia Levante se intensifica, el Gobierno republicano decide trasladarse, junto con las obras del Prado, a Barcelona, donde fueron depositadas en el castillo de Peralada, en el de Figueras e incluso en una mina de talco. No será su último viaje. En la Nochebuena de 1938, Franco lanza su ataque final sobre Cataluña y lo que queda del Ejecutivo tricolor decide sacar las pinturas del país. Se firma entonces el acuerdo de Figueras, un documento inédito localizado por Colorado en donde se acuerda trasladar los cuadros a Francia y se especifica que son patrimonio español y que, terminada la guerra debían regresar.