Image: Martín de Riquer. Vivir la literatura

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Letras

Martín de Riquer. Vivir la literatura

Glòria Soler y Cristina Gatell

3 julio, 2008 02:00

Martín de Riquer. Foto: Domenec Umbert

Traducción de Ana Cadarso. RBA, 2008. 616 pp, 29 euros

Las autoras de esta biografía de Martín de Riquer son historiadoras y no es la primera vez que colaboran en un trabajo de esta naturaleza. Con anterioridad habían publicado otro estudio biográfico sobre el jesuita e historiador Miquel Batllori: Record de quasi un segle (2000). A la presente le fue concedida el premio Gaziel de Biografías y Memorias 2007, patrocinado por la Fundación Conde de Barcelona y RBA. No ha de resultarme fácil comentarla, ya que el biografiado fue uno de mis maestros, dirigió mi tesis de licenciatura sobre un fabliaux provenzal, le visité en su antigua casa de la calle de Camelias aquí mencionada en múltiples ocasiones, participé en algunas reuniones sobre la fundación de la Universidad Autónoma, coincidí con él, ya como profesor, en la Facultad de Letras de la Universidad de Barcelona y en numerosas ocasiones los hechos relatados me devuelven a mi juventud estudiantil.

Sí, coincidí con Riquer en el encierro en el Paraninfo o, siendo ya profesor, junto a otros intelectuales, en la fundación de un sindicato estudiantil en el convento de los Padres Capuchinos de Sarriá. Podría añadir numerosas anécdotas e incluso trazar un panegírico del personaje, que éste jamás me perdonaría. Tuvimos un maestro común, Jordi Rubió i Balaguer, a quien no se ha hecho justicia, aunque resulte aquí citado a menudo; como José Manuel Blecua Teijeiro, mi maestro y valedor, o Jaume Vicens Vives, una de las claves intelectuales de aquel momento. Por eso, a través de las páginas de esta obra, que no pude dejar ni un instante por la abundancia de datos, amenidad y claridad de exposición, reviví tiempos que no fueron mejores.

El libro de Gatell y Soler está elaborado en dos zonas documentales bien delimitadas. Una responde a los recuerdos que el profesor ha ido desgranando al hilo de las preguntas y de los documentos. Riquer no emite una opinión adversa, incluso destaca, pese a las discrepancias, la caballerosidad del que fuera rector, en años muy difíciles, García Valdecasas, y hace gala de una memoria selectiva. Sus palabras figuran en el texto en letra cursiva. La otra parte está integrada por declaraciones orales de discípulos o amigos y de muy abundante documentación procedente de diversos archivos y del propio biografiado, que les fue abierto y del que transcriben textos desconocidos, así como citas de otros libros de memorias de épocas diversas, con esclarecedoras notas. Se trata, pues, de un trabajo que aporta materiales inéditos y al que dedicaron cinco años.

No es de extrañar que Martín de Riquer les repitiera una y otra vez: "Esto no interesará a nadie", frase con la que se abre el prólogo. Le conozco desde que contaba 20 años y sé que las manifestaciones sobre sí mismo han sido siempre radicales y no exentas de cierta coquetería. Conoce muy bien cuán importante ha sido su amplia labor investigadora y docente, sus posiciones sociales y políticas, el papel determinante que ejerció no sólo en el ámbito universitario español, sino su proyección internacional, a la que contribuyeron algunos de sus discípulos.

Declara al comienzo, no sin cierto orgullo, haber nacido en l'avant-guerre, en la Belle époque, en la Barcelona de 1914. Los árboles genealógicos que abren el libro dan cuenta también de sus orígenes aristocráticos y artísticos, estudiados por él mismo, gracias, en parte, al archivo familiar, que aquí se precisa cómo llegó a sus manos. Las autoras han dividido la biografía en núcleos temáticos y no tienen reparo alguno en servirse de tiempos que habrán de cruzarse dada la variada naturaleza de los capítulos. El primero, dedicado a los orígenes familiares, resulta más apasionante que una novela y puede completarse con un libro del propio Riquer que se sirvió de su Archivo y de sus amplios conocimientos históricos y heráldicos. No menos atractiva resulta su figura juvenil casi al filo del Modernismo artístico, pese a que su labor intelectual seguirá cánones "noucentistes", preocupado por la obra bien hecha, trabajador infatigable, intuitivo historiador de la romanística.

Especialista en provenzal, catalán, castellano, italiano o francés, siguió la fórmula del magisterio germánico. Positivista en su metodología, aunque no exenta de rasgos genialoides, las autoras no abordan un aspecto más próximo a la teoría literaria que a la biografía. Resulta esclarecedor el capítulo dedicado a su etapa anterior a la Guerra Civil y, durante ésta, su labor como salvador de los archivos de la Generalitat, así como su paso por la frontera para integrarse en el Tercio de Nuestra Señora de Montserrat, de naturaleza requeté, en el que se encontraba ya Juan Ramón Masoliver, otra de las figuras que merecería mayor atención historiográfica.

Otros núcleos de interés de esta biografía de Martín de Riquer serán la pérdida de su brazo, al ser tiroteado el camión en el que viajaba, al final de la guerra. Así se cierran las leyendas que circularon tan a menudo. La realización del Bachillerato y sus exámenes de Licenciatura se pasan muy por encima, porque tienen mucho mayor interés las dificultades de la postguerra y sus inicios como profesor universitario en un centro cuyos maestros habían sido dispersados o depurados. Tal vez los conflictos universitarios resulten menos atractivos para un lector común que sus actividades como promotor de la Universidad Autónoma de Bellaterra o la reconstrucción de la Academia de Buenas Letras, desde el edificio entonces casi en ruinas que hoy la alberga al empaque que logró conferirle. La obtención de la cátedra o su ingreso en la RAE tal vez tengan también menos interés que el papel que jugó en la formación universitaria del Rey de España, su paso por el Senado o los tardíos viajes, apenas insinuados, acompañado de su esposa Isabel.

Por fortuna, la saga de los Riquer continúa en la Romanística, en la Historia y en las Letras clásicas, ya que sus hijos han seguido la estela -no sin atenuadas discrepancias- de su padre. Con este recorrido no he hecho otra cosa que describir a vuelapluma los grandes temas que se reflejan en un libro que, en mi ejemplar, ha quedado profusamente subrayado. Permanecen algunas zonas en sombra. Riquer orienta el texto con sus palabras, aunque ofrece pistas que podrían seguirse en el futuro. Las autoras las sitúan en un contexto, las documentan -en ocasiones con profusión. Xavier de Salas, Dámaso Alonso, Ramon d'Abadal i Vinyals, Menéndez Pidal, Agustí Duran i Sanpere pasan a convertirse en partícipes culturales. El testimonio de Joaquim Molas o Jaume Vallcorba, su último y fiel editor, muestran otros perfiles del personaje. Tal vez Carlos Pujol hubiera podido ampliarnos sus aventuras editoriales con Lara. Porque Riquer es poliédrico y hasta enigmático, orgulloso de sus orígenes aristocráticos, fiel a una estirpe catalana y, pese a todo, asequible, siempre con un inteligente sentido del humor.

Han hecho bien las biógrafas en no reproducir el tan amplio registro de títulos de sus obras; pero han mostrado con claridad sus preferencias. Todavía recuerdo cuando me indicaba una pequeña zona de su biblioteca y me decía: "Mire, aquí, aquí está toda la literatura provenzal". Se reproduce, asimismo, la anécdota que tantas veces me contó Xavier Benguerel, el de un Riquer que apenas contaba veinte años discurseando a sus colegas, escritores en catalán, en el medieval, próximo a Bernat Metge. Su interés por el Quijote le convirtió en uno de sus mejores especialistas y le llevó a editar también el de Avellaneda. No sólo Francisco Rico le debe cierta metodología, sino José Manuel Blecua Perdices y su hermano Alberto, uno de los mejores conocedores de la Edad Media y del Siglo de Oro, han seguido huellas de Riquer. Quienes nos formamos con él nunca abandonamos el marchamo positivista y observamos con recelo fórmulas de análisis literario que pretendían alterar los principios filológicos. Incluso quienes eligieron el XIX, como Sergio Beser, se han mantenido fieles a los postulados riquerianos, que no constituyen una doctrina, sino que, como en Rubió i Balaguer, se basan en documentación, curiosidad universal, lecturas amplias y comparativismo.

Esta biografía no agota el rico anecdotario del personaje, ni algunos aspectos poco tratados de su larga y fecunda aventura humana y literaria. Pero los lectores podrán tener una idea general del personaje y de sus circunstancias. No es sólo un aristócrata en la Barcelona burguesa del pasado siglo, sino el esfuerzo de afirmación, la construcción de una personalidad, un homenot, como diría Pla, singular, que logró navegar con éxito por procelosas aguas.

Martín de Riquer

Académico off the record

En 1964, deja de ser necesario residir en Madrid para ser aceptado en la Academia Española. Es entonces cuando se abren las puertas para que el barcelonés Martín de Riquer se convierta en un candidato elegible por la docta casa. Su amigo, el historiador del Arte Xavier de Salas, se dirige por aquellos días a Riquer en estos términos: "Querido Martín [...] Hoy que Cantón [Francisco Javier Sánchez Cantón, director entonces del Museo del Prado] se ha franqueado, [...] no puedo dejar de decirte off the record, es decir confidencialmente, que ayer comenté con él las vacantes de la Real: me dijo que, previamente decidido, aún no había nada. La prensa de B. seguía haciendo campaña por Pla: poco académico, escribe con gracia pero mal. Si a quien propusieran fuera Riquer, creo que éste sí que merecería la Academia". Efectivamente, el 16 de mayo de 1965, Martín de Riquer leía su discurso de ingreso.