Image: Besaré tu cadáver

Image: Besaré tu cadáver

Letras

Besaré tu cadáver

Terenci Moix

26 febrero, 2010 01:00

Terenci Moix. Foto: Fernando Ruso

Planeta. Barcelona, 2010. 352 páginas, 20 euros


Explicó repetidas veces Terenci Moix (1943-2003) las ambiciones de escritor artista que acompañaron sus iniciales pasos literarios. A la altura de 1969, fecha de su primer empeño narrativo de envergadura, El dia que va morir Marilyn, no se contentaba con menos de ser el Joyce español. Motivos tenía para semejante pretensión porque esta novela figura entre los hitos del proceso renovador de la narrativa española en los amenes franquistas. Un lustro antes, época en que escribió las dos obras que rescata su hermana Ana María, era lector apasionado de James, Scott Fitzgerald, Shakespeare o Dante. Así lo explica Ana María en el noticioso e interesante prólogo al libro. Culturalismo, inquietud lingüística y rigor formal fueron marca de la casa durante mucho tiempo, hasta que, convertido en personaje público, se permitió la licencia de hacer una literatura menor, aunque chispeante. Sin renunciar a la transgresión y la inventiva provocadora, rebajó sus exigencias en aras de una comer- cialidad reconocida con jocoso cinismo. Si durante un largo periodo final renunció a sus dotes de escritor intenso (salvo en unas conmovedoras memorias), también en sus orígenes escribió movido por intereses no artísticos.

En efecto, Ana María Moix recupera en Besaré tu cadáver dos novelas de kiosco, la que se toma como título del libro y Han matado a una rubia. Aparecieron -explica la editora- en una colección popular de la Editorial Mateu, en 1963 y 1964, respectivamente. El motivo de estas novelas de encargo fue una doble urgencia, la económica y, según conjetura Ana María, la juvenil de ver en letra de imprenta "lo escrito a mano". Pero no firmó con su nombre sino con el pseudónimo Ray (forma inglesa de su primer nombre propio, Ramón, que luego desterró a favor del sonoro Terenci) Sorel (homenaje al emblemático protagonista de Stendhal).

Besaré tu cadáver y Han matado a una rubia son narraciones de género sometidas a las imposiciones de lo popular y lo policiaco. Ambas tienen un planteamiento semejante: alguien es sospechoso de un crimen, elude a la policía e investiga por su cuenta hasta des- cubrir al verdadero culpable. Las dos comparten varios elementos: escenario cosmopolita (Roma y París), época marcada por los horrores nazis, estrecho círculo de relaciones familiares y amistosas, medio social refinado, descenso a circuitos del vicio, tratamiento irónico de las situaciones y alusiones al cine y la literatura. Dosifican bien el misterio, mantienen la atención del lector y reservan una sorpresa ingeniosa para el desenlace.

La sujeción al esquema policiaco, de todas maneras, es superficial, y no va más allá de respetar unos mínimos requisitos, ofrecer una muerte violenta, una intriga engañosa -y algo complicada- y un sostenido suspense. Mayores tributos se pagan a la literatura popular: personajes esquemáticos, situaciones sorprendentes, pasajes impactantes, cortes abruptos de la narración para dejar pendiente el desarrollo del hilo argumental, diálogo expeditivo, numerosas exclamaciones enfáticas... Y, por supuesto, una prosa funcional llena de resabios literarios y aquejada de un notable descuido. No sabría decir cuánto deba esto a la escritura pensada para un lector nada escrupuloso y cuánto a la incompetencia del autor primerizo, el caso es que Ray Sorel ni siquiera se tomó la molestia de evitar algunos de los incontables adverbios acabados en "mente".

De todos modos, Besaré tu cadáver y Han matado a una rubia no son vulgares y arquetípicas novelas populares. Hay en ellas una atmósfera decadente, una variedad de referencias culturales y trazos expresionistas que resultan insólitos en la literatura de kiosco. Estos signos anuncian al escritor que luego sería Terenci Moix, sobre todo por esa mirada sarcástica del mundo de las pasiones tan suya. Por tal valor arqueológico merece la pena acercarse a estos dos simpáticos juguetes literarios, y, si ello no fuera suficiente, también porque proporcionan unos buenos ratos de entretenimiento.