Image: Dragó y Boadella, brindis en medio del Apocalipsis

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Letras

Dragó y Boadella, brindis en medio del Apocalipsis

Los dos autores sellan su amistad en un libro de conversaciones entre ambos en el que anuncian, sin dramas, el fin de su mundo

15 septiembre, 2010 02:00

Fernando Sánchez Dragó y Albert Boadella

Fernando Dragó y Albert Boadella se tenían una simpatía recíproca desde hace años, pero su trato se limitaba a encuentros puntuales. Dragó había entrevistado varias veces al fundador de Joglars en sus programas de literatura. También coincidían en los estrenos de la ya legendaria compañía teatral catalana. Las plazas de toros, sobre todo la de Barcelona cuando toreaba José Tomás, era otro de sus puntos de encuentro favoritos.

Esa corriente de afecto mutuo puede considerarse ya amistad, fraternal incluso. El salto cualitativo lo ha propiciado un proyecto literario compartido, que ha tenido como desenlace la publicación del libro Dios los cría... (Planeta). Fue Javier Ruiz Portela, editor de la revista El manifiesto, quien tuvo la idea: reunirlos en sus respectivas casas (rurales, podríamos decir) de Castilfrío de la Sierra, en las tierras altas sorianas, feudo dragoniano, y de Rupit, en el Ampurdán, hábitat natural de Boadella, para que conversaran de lo divino y lo humano, sin tapujos ni paños calientes.

Punzantes, faltones y rebeldes, estos dos paladines de la incorrección política recogieron el guante. Se pusieron a hablar y no dejaron títere con cabeza. Rodaron las de los miembros de la clase política española (la de Zapatero la primera, y después la de Rajoy, no vayan a pensar...), la de los artistas contemporáneos, la de los músicos de rock, la de los antitaurinos...

Estos últimos reciben de lo lindo. Normal: ambos son taurinos hasta la médula. Basta escuchar sus confesiones para calibrar la intensidad de su afición: "No hay nada en el mundo que me guste más" (Dragó). "Me emociona mucho más una corrida que la mejor representación de Shakespeare. He llorado muchas veces en viendo una faena" (Boadella). Pero la cosa no queda ahí. El autor de Gargoris y Habidis dice que no pisará suelo catalán a partir de que entre en vigor la prohibición de los toros. "Y soy hombre chapado a la antigua", advierte, "de esos que mantiene su palabra contra viento y marea, como el Papa Luna".

El libro está plagado de perspectivas comunes sobre temas candentes como el aborto, de la integridad territorial de España, la educación de las nuevas generaciones... Dragó resalta el valor de estas afinidades, por su carácter paradójico. "Lo que sucede entre nosotros me recuerda mucho al libro de Herman Hesse Narciso y Goldmundo. Sus dos protagonistas viven vidas totalmente diferentes, uno como un prior enclaustrado, y el otro viajando constantemente, en busca de nuevas experiencias. Pero al final, cuando se encuentran ya mayores, se dan cuenta que en los aspectos esenciales tienen opiniones muy similares".

Pero no todo es confluencia de pareceres. Hay un punto en el que las posturas se contraponen diametralemente: la pareja o, más precisamente, las posibilidades sexuales dentro (y fuera) de ella. Dragó continúa erre que erre con la defensa de sus libérrimas costumbres en este campo: "A mí si me dejan corretear libremente, siempre vuelvo. En cambio, si no me dejan, me rebelo". Boadella, por su parte, ensalza los valores de la monogamia: "Yo he vivido con una mujer durante 35 años en una armonía fantástica. No he vivido ni un solo momento de placer o júbilo sin que ella estuviera presente".

La tesis de fondo del libro es que asistimos a un fin de época. Ambos vaticinan una especie de "Apocalipsis", pero, si se mira la edad de ambos (73 Dragó, 67 Boadella), cabe sospechar. ¿No son sus críticas, en el fondo, las clásicas de dos viejos cascarrabias instalados ya en la senectud que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor? Dragó pone el grito en el cielo: "Yo todo esto ya lo decía hace cuarenta años. Además, yo sigo viajando 8 meses al año, duermo en templos y cunetas, escribo dos libros al año, no paro de dar conferencias... La senectud es la de esos jóvenes que sólo aspiran a ser funcionarios y que se hipotecan con un banco por toda una vida". Boadella asiente: "Es verdad, los dos vivimos uno de los periodos más intelectualmente activos de nuestra vida". Parece, pues, que les queda cuerda para. Avisados quedan los defensores de la moral de turno.