Limónov
¿Es posible escribir El poeta ruso prefiere a los negrazos y crear un Partido Nacional Bolchevique, soñando con emular a los héroes de la difamada Revolución rusa? ¿Es creíble un personaje que se deja sodomizar por un gigante afroamericano en un parque de Nueva York, sin renunciar al sueño de ser un tipo duro que anhela una guerra civil para demostrar su temple heroico? ¿Se puede ser simultáneamente un canalla, un hooligan, un fracasado, un nostálgico del comunismo, un guerrillero, un poeta, un proxeneta, un budista con raptos místicos y un adalid de la contracultura? La existencia inverosímil de Eduard Limónov incluye todas estas notas discordantes, pero no hay que dejarse engañar.
No se trata de simples contradicciones, sino de rasgos complementarios en la historia de un antihéroe que oscila entre el odio y la ternura, lo aberrante y lo sublime, una ambición sin límites y lo marginal. Emmanuel Carrère (París, 1957) nos cuenta sus insólitas peripecias, utilizando un estilo periodístico y con referencias autobiográficas. Al igual que Laurent Binet o Javier Cercas, emplea un tono documental y sin alardes estilísticos. Carrère no se parece en nada a Limónov, pero los dos profesan la misma pasión por la literatura y el mismo escepticismo hacia una sociedad que exalta la libertad y los derechos humanos, mientras condena a millones de personas a vivir en la miseria y la indignidad.
Limónov se lee a un ritmo vertiginoso. Es una novela divertida, ocurrente y con una notable capacidad de análisis. No se limita a contarnos la biografía de un pequeño delincuente que durante un tiempo consigue introducirse en los círculos literarios de París y Nueva York y, más tarde, decide regresar a Rusia para iniciar una carrera política de tintes fascistas, no sin antes haber combatido a favor de la causa serbia y haber entrevistado a Karadzic en las colinas de Sarajevo. Además, es un excelente relato de la Unión Soviética desde los años de la postguerra hasta la actual era Putin. Hijo de un agente del KGB, Limónov soñará con huir de un país sin libertades ni alicientes para un joven inquieto, pero no tardará en descubrir que la perestroika sólo es el preámbulo de una catástrofe social y política. La nueva Rusia convertirá a una pandilla de malhechores sin escrúpulos en los amos de un país que apenas ha conocido la paz y la prosperidad. El Gulag no desaparece (sólo cambia de nombre) y la guerra de Chechenia reproduce los horrores de la campaña de Afganistán.
Occidente no es un lugar menos abyecto, con sus políticos venales, sus empresarios arrogantes y sus intelectuales de pacotilla. Tal vez las mejores páginas se hallen en el relato del hundimiento de Limónov durante su estancia en Nueva York, cuando las editoriales rechazan sus manuscritos, mientras trabaja como criado de un multimillonario. Lleno de rabia y resentimiento, se plantea imitar al Travis de Taxi Driver, matando a una celebridad, pero una hebra de esperanza contiene sus propósitos homicidas. No es menos brillante la descripción de sus sucesivas relaciones de pareja. Durante años, convivirá con Natasha, una ninfómana alcoholizada que le engaña compulsivamente. Sin embargo, no la abandonará y sentirá que su promiscuidad sólo es el reflejo de su profunda vulnerabilidad.
Al finalizar la novela, no puedes evitar simpatizar con Limónov. En un mundo de rufianes disfrazados de políticos, hombres de negocios, militares o artistas consagrados, Limónov sólo es un pícaro que busca la notoriedad por inmadurez y narcisismo. Emmanuel Carrère nos muestra desde dentro las debilidades de un ser humano que concibe la vida como una teleserie, anhelando ser el protagonista absoluto, pero sin ignorar que la diferencia entre el éxito y el fracaso sólo es un minuto de gloria abocado a un inevitable olvido.