J. M. G. Le Clézio

J. M. G. Le Clézio

Letras

Revoluciones

'Revoluciones' es la crónica de un mundo que emerge y desaparece y nos recuerda que ningún ser humano está completo hasta explorar sus orígenes

1 marzo, 2013 01:00

J. M. G. Le Clézio

Traducción de J. Bignozzi. Adriana Hidalgo Efditores. Madrid/Buenos Aires. 608 páginas. 23 €

Ambientada en diferentes escenarios (Niza, Mauricio, Londres, México) y con un arco temporal que excede levemente los dos siglos, Revoluciones apareció en 2003 y se traduce ahora por vez primera a nuestro idioma, con una cuidada versión de la poetisa argentina Juana Bignozzi orientada fundamentalmente hacia el lector latinoamericano. Revoluciones, que se adentra en la Revolución francesa, la expansión colonial europea, la tragedia de la esclavitud, la guerra de independencia de Argelia y la feroz represión de la revuelta estudiantil en Tlatelolco, pertenece a la segunda (o incluso tercera) etapa de la copiosa escritura de J. M. G. Le Clézio (Niza, 1940), Premio Nobel de Literatura 2008.

Después de unos inicios marcados por la experimentación y el deseo de trascender los límites del lenguaje, Le Clézio repudió sus primeras obras, que le habían atraído la simpatía de Foucault y Deleuze, y comenzó una segunda navegación, limpiando su estilo de tensiones conceptuales. El libro de viajes y la recreación de la infancia y la adolescencia reemplazaron a la destrucción del sentido, la razón y la sintaxis. Revoluciones significó un paso más hacia lo íntimo y biográfico, inventando un personaje, Jean Marro, con una trayectoria vital parecida a la del autor, pero con las inevitables diferencias de una novela ambiciosa, donde lo personal se mezcla con lo político y lo histórico.

No es un exceso afirmar que Revoluciones es un retrato de la edad contemporánea. El punto de partida son las visitas de Jean a su anciana tía abuela Catherina, una dama orgullosa y ciega que conserva el legado de la familia en su vieja casa de Niza, incluidas las notas de Jean Eudes Marro, el antepasado que luchó en 1793 contra las monarquías europeas y que más tarde emigró a Mauricio, descubriendo que la nueva sociedad establecida en las colonias actuaba con los nativos con la misma arrogancia y crueldad que la vieja aristocracia con el pueblo.

Esa violencia se repite durante la batalla de Argel. El FLN emplea la lucha revolucionaria (o el terrorismo, según el punto de vista) y el ejército francés recurre de forma sistemática a la tortura y el asesinato extrajudicial. Es particularmente dramática la escena del martirio de un patriota argelino, expuesto al feroz sol africano durante un día entero. Privado de sombra y agua, acaba gimoteando como un niño, poco antes de ser salvajemente tiroteado. En su agonía se aprecia el mismo sufrimiento que en el relato de Kiambé, una joven africana secuestrada y esclavizada por el hombre blanco. Los estudiantes que mueren en Tlatelolco cierran un ciclo histórico, donde se cumple la profecía de que las revoluciones terminan devorando a sus hijos.

Le Clézio muestra una pasión por los objetos que recuerda a Flaubert. Minucioso, preciso, poético, describe muebles, cuadros, estancias, libros, pinturas, árboles, flores, arroyos. En cierta medida, procede como un fenomenólogo, que se complace con la materia, pero sin buscar quiméricas esencias. Esta tendencia experimenta un giro radical cuando recrea la violencia de la guerra en la época de la Convención o la brutal masacre de la Plaza de las Tres Culturas. Creo que estos son los dos mejores registros o aspectos de la novela. Por el contrario, hay una inclinación al sentimentalismo y a lo previsible en la caracterización de personajes que lastra y a veces malogra el relato. El linaje Marro se caracteriza por un exceso de nobleza y dignidad, con escasas gotas de autocrítica.

Me parecen estimables los diarios minimalistas de Jean y otros personajes, tan escuetos y concisos que parecen cercados por el silencio. Son un ejemplo de escritura condensada, que se articula con una implacable desnudez, renunciando al artificio, la metáfora y lo simbólico. No es la escritura de Beckett, pero se aprecia la misma despersonalización y el mismo pesimismo. Revoluciones es la crónica de un mundo que emerge y desaparece. El interés del protagonista por los presocráticos nos recuerda que ningún ser humano está completo hasta explorar sus orígenes.