Diego Doncel y las tragedias paralelas
Las veintitrés piezas de 'La fragilidad' forman una espléndida colección de poemas. Pertenecen, sin duda, a la etapa madura de un gran artista
14 junio, 2021 10:06Desde que en 1990 ganó el Premio Adonáis con El único umbral, su primer conjunto de poemas, Diego Doncel (Malpartida de Cáceres, 1964) ha publicado seis obras en verso y tres volúmenes de narrativa. Su poesía fue reunida en Territorios bajo vigilancia (Visor, 2015).
El libro La fragilidad ha obtenido el prestigioso Premio Loewe. Se inicia con una cita de Walt Whitman. Y ya la primera de sus seis secciones empieza con imágenes poderosas: Judas abre los ojos frente a la niebla; se desprende de su soga de ahorcado; cruza polígonos industriales; se limpia sus traiciones en el lavabo de un bar; deambula y llega al hospital donde agoniza el padre de Diego Doncel. A partir de estas imágenes, el escritor va a quedarse aislado en un monólogo que alude a lápidas, niebla drogada, la costra de unas heridas. El poeta pretende un reencuentro imposible: “Tu cuerpo anda por el asfalto de la nada/ hasta desaparecer en la lejanía”.
La escritura clara de La fragilidad comunica una angustia doble. El padre del autor permanece en coma durante ocho meses. El hijo lo atiende. Sus versos se refieren a un círculo de gasas, cánulas, ceniza, ambulancias. Las páginas contienen meditaciones o recuerdos de un hombre que espera. Sus palabras espían una derrota: “Los ordenadores se van llenando de nombres borrados,/ de un listado de sombras. // Las pantallas son un cementerio en el que aparecen/las cruces de los que ya no están”. El duelo por las pérdidas sucesivas incluye evocaciones de algunos parajes portugueses (Setúbal, el Alentejo o las orillas del Sado).
El apartado quinto de la obra sobresale con poemas donde confluyen tiempos y fantasmas. En las composiciones “Visión nocturna”, “Derrumbe”, “¿Qué desaparece?” y “El frío de la casa” se describen tragedias paralelas. En ellas se acumulan voces de personas fallecidas, insomnios, libros helados. El poeta y el padre coinciden en el gesto continuo de sus adioses. Mientras tanto, la soledad de la madre se sienta entre unos mendigos.
La belleza desemboca en la depuración expresiva. En las páginas finales, Doncel celebra una claridad tejida con la “suspensión del yo”. Se despide con siete palabras que cierran un aprendizaje: “La sabiduría nos lleva a la infancia”. Les siguen dos versos de Yorgos Seferis.
En suma, las veintitrés piezas de La fragilidad forman una espléndida colección de poemas. Pertenecen, sin duda, a la etapa madura de un gran artista.
LO QUE NUNCA TENDRÉ
¿Por qué nunca tendré la bondad que tú tuviste?
¿Por qué mi corazón nunca será tan grande como tu corazón?
¿Por qué solo construyo fracasos donde tú construías vida?
Te doy la papilla por la cánula, con el aspirador extraigo
las secreciones de tus bronquios, le hablo a una conciencia
que no sé dónde está.
Cuando abres los ojos están ciegos, solo miran hacia dentro,
a las sombras, ven dimensiones que aún no sabemos definir.
Les paso una mano cerca, les proyecto un chorro violento de luz
como si fueran objetos abandonados en las profundidades marinas.
Papá, te digo, mírame, me he quedado solo.
Tus labios a veces se enfurecen. Tus manos permanecen
rígidas y llenas de terror. Yo acaricio su frío, intento
despertarlas, hacer que sientan
las mías para que su dolor les pese un poco menos.
Por la noche tu respiración se agita como si corrieras
por el andén del metro despidiendo a alguien
que ya se ha ido, sollozando en el túnel desierto.
Sé que no quieres morir, que estás intentando volver,
que luchas por encontrarte.
El electrocardiograma palpita desde sus señales eléctricas.
La máscara del respirador artificial aún contiene las huellas de tu rostro.
Nuestras fotos se incendian en el altar de la mesilla
junto a las gasas, el suero, los catéteres, los pañales, el yodo…
Medito, apoyado en tu cabeza, sobre quién está ahora dentro de ti.
Me pregunto por la naturaleza de tu sueño.
Después salgo y recorro las calles pensando que aún existes.
Miro mi sombra como una resistencia frente al dolor.
Los escaparates duermen en los números de sus promociones.
El cielo posee una luz de whisky que el invierno derrama.
La gota fría se anuncia en las teles de los bares vacíos.
Las calles por las que ando son calles para desaparecer.
Cuando abro la puerta de la casa, ya has llegado.
Tienes algunos años más que yo tengo hoy.
Escuchas música, hablas con la mujer que amo.
Dices que el jardín se muere bajo el hielo.
Ni siquiera sospechas lo que te espera, ni siquiera
sabes que te estás despidiendo de todo.
Eres las huellas que se marchan, el silencio
en las habitaciones oscuras, la conversación interrumpida,
el corazón que late por última vez sentado en ese sillón.
El infierno tiene las paredes de mi casa, el alcohol
de mi casa, las terapias olvidadas, las ventanas
por las que tantas veces me he querido arrojar.
El futuro del día de mañana no tiene futuro.
El tráfico sepulta el día con sus faros y sus pilotos rojos.
Hay una sensación de límite, la muerte y yo estamos viendo
los programas de la televisión.
Diego Doncel. Premio Loewe 2020. La Fragilidad