Jean-Baptiste Andrea, ganador del Goncourt: "Mi primera novela fue rechazada por 14 editoriales"
El escritor francés, uno de los protagonistas literarios del año, presenta en la Feria del Libro su premiada novela, 'Cuidar de ella'.
Jean-Baptiste Andrea (Saint-Germain-en-Laye, Francia, 1971) es, sin duda, uno de los protagonistas literarios de este año. Ganador del Premio Goncourt 2023 por Cuidar de ella, su último libro ha sido premiada en todos los países, incluido España, en los que se falla el mismo premio. Su publicación, por AdN, coincide con la Feria del Libro y el autor, de origen italiano, español y argelino, ha querido viajar por el Sur de Europa, lugar donde se siente, dice, nada más saludarnos, “como en casa”.
Cuidar de ella, es su cuarta novela. Cuenta el Amor, con A mayúscula, de dos personajes peculiares, Mimo Vitaliano y Viola Orsini. Amor absoluto, puro, de esos que van de la admiración al odio y que acaban ayudando al otro a superarse a sí mismo. Por eso, Cuidar de ella habla sobre la superación de dos protagonistas, un artista llamado nada más y nada menos que Michelangelo, al que todos dicen Mimo, enano sin recursos y que se cruza una noche, con la extravagante, aristócrata y tremendamente inteligente Viola Orsini de la que, ya, jamás se separará.
¿La razón del éxito de esta historia peculiar? Para algunos esa historia de amor. Para otros, la Italia del siglo XX que su autor retrata en todo su esplendor, fascista, de Guerras Mundiales y a la vez llena de golpes de humor negro. Y, finalmente, para otros la causa es el estilo, el lenguaje poético de Jean-Baptiste Andrea. Frases que nos hacen soñar, pensar y divagar hasta llegar a ese final apoteótico. “¡No se le ocurra contar el final!”, interrumpe, preocupado.
"Escribir novelas me permite plasmar una idea de forma gratuita. Sin necesidad de censurarme"
Antes de entrar en el libro conviene que saber que Jean-Baptiste Andrea trabajó en el mundo del cine hasta 2016, momento en el que pensó: “¡Ya basta!”. El autor recuerda esos años bellos pero difíciles. “En 2016 pensé '¡hasta aquí hemos llegado!' Me resultaba frustrante cuando, por ejemplo, tenía una idea que, para concretarla, tenía que pasar por 100 personas y necesitase varios millones de euros para llevarla a cabo. Escribir novelas me permite plasmar una idea de forma gratuita. Sin necesidad de censurarme”.
Pregunta. ¿Cómo fueron sus primeros pasos como escritor?
Respuesta. Yo siempre he escrito, pero eran guiones de cine. Cuando me lancé a escribir mi primera novela pude, por fin, ser yo mismo. En ese momento solo quería reconectar con la pasión que tenía desde niño por ser escritor. Escribir sin motivo, tan solo por el puro placer y dejarme llevar. Mi primera novela fue rechazada por catorce editoriales hasta que Sophie de Sivry, editora de L'Iconoclaste, aceptó.
Jean Baptiste Andrea recuerda con un inmenso cariño a la editora, a la que llama su "descubridora", fallecida hace un año de cáncer.
P. Cuidar de ella es una obra que, quizá por su contacto con el mundo del cine, resulta bastante gráfica, con los lugares e incluso con los personajes. Aunque no los describa con detalle, les ocurren siempre un sinfín de aventuras.
R. Jamás volvería al mundo del cine. Sin embargo, para mí la historia es importante. Mi mujer es inglesa y siempre por la noche le leo lo que he escrito durante el día. Se lo tengo que traducir al inglés con lo que solo queda la historia. ¡Créame, es el mejor filtro para saber si lo que escribo funcionará o no!
»En cuanto a la descripción de los personajes tiene toda la razón, no quiero imponer esa visión. Primero porque estamos en la civilización de la imagen. Todos tenemos en común imágenes muy parecidas, un mundo visual que nos viene dado por las pantallas, por las redes sociales. Mi objetivo es dar con la palabra que al lector le permita crear su propia imagen. Después, no me gusta describir sin razón. Doy los rasgos necesarios. Viola es un personaje longilíneo, casi andrógina, pero a la vez muy femenina. Ya está. Luego cada lector es libre de crear su propia imagen de Viola pero dentro de esos parámetros.
»Cuando vi la película El señor de los anillos de Peter Jackson, me fue imposible leer el libro sin tener en mente las imágenes de los personajes o de las extrañas criaturas como los Orcos que, de hecho, Tolkien no describe. Para mí, ese libro era una magnifica invitación a la imaginación del lector. El poder de la literatura reside en la sugestión.
"Mi objetivo es dar con la palabra que al lector le permita crear su propia imagen. No me gusta describir sin razón"
P. Este es un libro lleno de aventuras, ¿por qué cree que la Francia literaria concedió el Premio Goncourt a una novela tan visual, tan llena de sucesos y peripecias?
R. ¿Y por qué no? Si uno lee el estatuto de los antiguos miembros del Goncourt, se dice que el premio debe ir a “una obra de imaginación”. Hasta hace treinta años, se otorgaba el premio a “una novela de imaginación”. La tradición lo marca y yo estaré pasado de moda o no, pero cuando leo quiero que me cuenten una historia. Toda obra de arte tiene como función contar una historia.
P. Volvamos a sus personajes. Lo primero que me llama la atención son sus nombres que contienen en sí mismos parte de sus destinos. Mimo se hace escultor, no solo porque su padre lo era, sino porque su madre le puso el famoso nombre de Miguel Ángel. Viola Orsini lleva en su apellido la marca del oso, el animal más grande del bosque, a diferencia de Mimo que es pequeño de estatura. ¿Piensa usted que los nombres son la primera marca del destino?
R. Me gustaría contestarle que no. Siempre he creído que uno escoge su destino. Pero es cierto que cuando uno lleva un nombre noble como el de los Orsini, eso marca la vida. Lo cierto es que tengo una visión paradójica. Por un lado, creo en el destino, por otro pienso que el destino lo escribe uno mismo. Una ecuación que no consigo resolver pero que es parte de la magia.
»Para mí, la única forma de predestinación es la del origen social. En mi caso, el hecho de que me hayan dado libros desde pequeño, llevado a museos, forzosamente tendré más oportunidades en la vida que un joven que no lo haya tenido. Es la historia de Martin Eden de Jack London, una novela que me marcó profundamente en mi adolescencia.
P. Tanto Viola como Mimo, desafían a esa predestinación. Su fuerza radica en el hecho de que ni se adaptan ni se conforman con su destino. Son verdaderos héroes. Leyendo la novela resulta evidente que usted cree en el hombre, en su capacidad para enfrentarse estoicamente a las corrientes adversas de su vida y de la sociedad.
R. Es la razón por la que escribo. Creo que estamos bombardeados de horror, de imágenes de agresión y que solo nos hablan de la oscuridad. En las redes sociales, los algoritmos demuestran que cuanto más horror vemos, más nos muestran. Yo prefiero protegerme de esas imágenes. Leo la prensa, pero procuro no ver imágenes ya que sé lo que producen en el cerebro humano. Nos generan angustia y eso hace que consumamos más en vez de huir de ellas.
»En mis novelas, deseo hablar de la vida y de la gran luminosidad de lo que nos rodea. Esto no tiene nada que ver con las novelas de autoayuda, ¡ojo! Pero sí que en mis obras procuro destacar esa luminosidad que emana de la vida intensa.
»En nuestra sociedad, contrariamente a lo que uno piensa, tenemos mil ocasiones de ver la luz. La belleza de las obras de arte es una de ellas, escuchar música, ir a museos, la propia naturaleza. Las ocasiones son numerosas, aunque no hay solamente que “consumir” arte.
»Hay que darse cuenta de cómo el ser humano es capaz de maravillarse, ser consciente de la magia y el milagro del arte. De hecho, antiguamente no se podía escuchar música de tal calidad, existían más desigualdades sociales y la mortalidad infantil era infinitamente mayor, por ejemplo.
»El hecho de que el ser humano piense que el mundo va mal es porque ahora tenemos mayor empatía. Está demostrado. Somos más sensibles y toleramos menos la violencia.
P. En Cuidar de ella, acompañamos a Mimo y Viola a lo largo del siglo XX. Se conocen en 1918, con 13 años en 1918, en un pueblecito Toscano que usted llama Pietra D'Alba. Nadan a contracorriente. No sólo en sus mentes, sino también en su forma de pensar y de vivir. Mimo, que trabaja para Mussolini, lo hace por pura convención. Viola Orsini, vivirá toda su vida en ese magnífico castillo decadente de su familia. Mientras leía pensaba en La gran belleza y en El gatopardo. ¿Retrato de una nobleza decadente o un mundo en extinción?
R. No está descaminada ya que la idea de la novela surgió viendo una película de Paolo Sorrentino, aunque no era La gran belleza. También El gatopardo es una de las novelas de mi vida. Pero la diferencia es que yo no hablo del fin de una era social, aunque haga parte de ello.
»Lo que me interesa del siglo XX es el cambio de una época de lentitud a una época de rapidez. Soy fan de la aeronáutica. Me fascina el hecho de volar. Entre el momento en el que el hombre hace sus primeros pinitos con los aviones hasta el momento en que el hombre vuela por la estratosfera, pasan 60 años. ¡Eso no le parece la expresión del genio humano!
"Lo que me interesa del siglo XX es el cambio de una época de lentitud a una época de rapidez"
P. Amor, superación, hemos hablado de unos temas que nos conducen a la religión, que también recorre su novela. Mimo esculpe obras religiosas y empieza la novela en una abadía. ¿Tiene esa esperanza en el hombre algo que ver con la religión?
R. Mi relación con la religión es tan complicada como lo es la de Italia. Me educaron en la religión católica y saqué de ello dos ideas claras: un odio profundo a los dogmas y una admiración por el sentimiento religioso. Me fascina ese deseo de hacernos mejores personas.
»Creo en una forma de transcendencia y me parece ambicioso intentar poner palabras a algo que, desde el principio, nos dicen que es inexplicable. Solo vale el reflejo y, para mí, el arte es el mayor reflejo que existe. Aquel que nos permiten ver algo superior, más bello que nosotros mismos.
»Esto está muy presente en todas mis novelas. Cuando miramos hacia arriba, ya hay una intención de arrancarse a la condición humana para superarnos a nosotros mismos. Esa esperanza en el hombre me reconforta. Llámese lo bello, la luz o La grande belleza. Los grandes artistas se han elevado por encima de la humanidad para darnos ese esplendor.
»¿Para qué sirve una obra de arte? ¿Cómo el hombre ha conseguido escribir sinfonías, pintar cuadros, esculpir monumentos tan sublimes? ¿Qué significa la sublimidad? La perfección. Y la perfección no tiene explicación. No hay palabras que abarquen esa perfección absoluta, y eso es lo que nos da ganas, nos hace creer y nos vuelve mejores personas.