Borromini es uno de los 13 arquitectos suicidas de 'Salto mortal'

Borromini es uno de los 13 arquitectos suicidas de 'Salto mortal'

Letras

No vas a salir vivo de este edificio: 13 historias de arquitectos suicidas

'Saltos mortales' de la belga Charlotte Van der Broeck, hilvana en una narración desbordante trece historias de arquitectos y los edificios que acabaron con sus vidas.

24 junio, 2024 01:13
Inmaculada Maluenda Enrique Encabo

Un suicidio obliga siempre a comenzar por el final, como si la vida no fuese más que su preludio. De Bernini, por ejemplo, censamos primero sus logros y luego su muerte, a los 81 años, pero para Borromini, su archirrival, todo empezó aquella tarde de agosto en la que se dejó caer sobre su espada.

Desde ahí, rebobinando, se desgranan su mala suerte con los encargos, la enemistad con su colega, la contradictoria fachada de San Carlo alle Quatro Fontane y hasta el tormento Barroco. Es como si el suicida no tuviera bastante y nos debiera, además, todas las explicaciones del mundo.

Sobre esa ansiedad narrativa, la poetisa belga Charlotte Van der Broeck ha articulado los 13 episodios, el de Borromini incluido, que componen Saltos mortales, su debut en prosa. Lo de poetisa en prosa lo dice la solapa; lo que dice la propia Van der Broeck es que fue pupila de Ilja Leonard Pfeijffer, autor de Grand Hotel Europa, el gran éxito de Acantilado de hace un par de temporadas.

La obra de Pfeijffer, por cierto, tenía ribete naranja por pertenecer a la colección de narrativa; el de esta es rojo, ensayo, si bien la supuesta irrupción de lo real no afecta en nada al disfrute.

Quien devorase aquel insólito best seller reconocerá en estas páginas la mezcla entre autobiografía, erudición histórica y una compartida fijación con Malta, con la autora imbuida en una pesquisa que desarrolla en paralelo a su periplo sentimental. Lo peculiar de la premisa da lugar a un artefacto híbrido ante el que no cabe sino descubrirse.

Nos habían contado la arquitectura desde el poder, la cocina o incluso el porno, pero nunca desde la inmolación del creador

"Los arquitectos dan un salto mortal sin garantía de que vayan a caer de pie", le espeta un personaje a la escritora. Nos habían contado la arquitectura desde el poder, la tuberculosis, la cocina o incluso el porno, pero nunca desde la inmolación del creador: exclusivamente hombres, en estas páginas.

La mayoría de los 13 casos (cinco, suicidas sólo en apariencia) no sonarán ni a los especialistas: Lamont Young, un utopista napolitano; Van der Nüll y Von Sicardsburg, los sufrientes alarifes de la ópera de Viena; George Arthur Crump, un constructor y golfista que termina por exigirse demasiado…

Aquí no hay bel morir que valga. Los protagonistas del libro no se asesinan por el tedio insoportable de la rutina ni por desesperación romántica, sino por su incapacidad para asumir el fracaso, o porque, como expone la autora, sus creaciones han colapsado la distancia entre quienes son y quienes podrían haber sido, han eliminado "ese espacio donde se encuentran todas nuestras aspiraciones, la continua lucha que nos mantiene vivos".

Enrique Vila-Matas, en Suicidios ejemplares: "La vida está tremendamente por debajo de sí misma". Vila-Matas y Van der Broeck comparten, en el fondo, la misma idea: que la naturaleza del suicidio es literaria, porque el tabú social que convoca alienta leyendas, medias verdades y hasta murmuraciones ridículas.

Es otra manera de decir que cuando los hechos salen por la puerta, la ficción entra por la ventana, pero que a veces necesitamos que compartan habitación para que las cosas cobren sentido.