Un fotograma  de la película 'EX Machina' (2014), dirigida por Alex Garland

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Letras

Filosofía desobediente para tiempos inciertos: la Fundación Santander cierra su trilogía sobre el futuro

El libro 'Doce filosofías para un nuevo mundo' contiene códigos QR en el volumen que permiten el acceso a entrevistas con los autores.

28 julio, 2024 01:35

"Las vacaciones se han convertido en una parte más del horario laboral". La reflexión de Azahara Alonso (Oviedo, 1988) se torna más oportuna que nunca, ahora que buena parte de nuestro país aprovecha los días de asueto correspondientes al periodo estival. ¿De verdad se disfruta del tiempo libre?, se pregunta la poeta y filósofa en uno de los ensayos que conforman Doce filosofías para un nuevo mundo. Hacia dónde camina el ser humano, el volumen con el que la Fundación Banco Santander da por cerrada la trilogía sobre el futuro.

Doce filosofías para un nuevo mundo

Varios autores

Fundación Banco Santander, 2024. 344 páginas. 20 €

La amenaza climática, la revolución tecnológica y las debilidades democráticas, incluso en países que representan el paradigma de la libertad, han sembrado la incertidumbre. Primero fueron los narradores quienes, a través de sus relatos, abordaron la complejidad de nuestro presente; más tarde, los poetas.

Ahora es el turno de doce filósofos contemporáneos, cuyos textos, redondeados con un epílogo de Ángel Gabilondo, están disponibles en formato pódcast –el libro incluye códigos QR– y están acompañados de entrevistas a los propios autores, dirigidas por Francisco Javier Expósito, responsable literario de la fundación, y disponibles en su página web. Por más que el título proyecte un horizonte incierto, el principal caladero de reflexiones es el presente. ¿Cómo configurar un nuevo mundo sin atender antes a las encrucijadas de hoy?

Alonso cree que no somos capaces de percutir la superficie de cuanto nos rodea porque caminamos siempre con un objetivo. Reivindica, por tanto, el paseo como un "acto ocioso y contemplativo", pero también desobediente. Hay que contrarrestar, viene a decirnos, esta deriva vertiginosa, que ha dejado una estela de precariedad y desencanto. Desconfía, a propósito, de conceptos que casi se habían vuelto irrebatibles –la meritocracia, por ejemplo– y cree que la imaginación es la gran damnificada.

A la imaginación, precisamente, apela Carlos Blanco (Madrid, 1986), que ostenta un discurso luminoso y optimista. La tecnología no debería ser una amenaza sino un venero de posibilidades, aunque no obvia las "ambivalencias del progreso". Por ejemplo, las fuentes de energía no renovables fueron cruciales desde la Revolución industrial y ahora son una de las principales causas de la crisis medioambiental.

La tecnología, la amenaza climática y las debilidades democráticas han sembrado la incertidumbre

Así, un paisaje apocalíptico sirve como escenario a Heike Freire. La filósofa, referente internacional en materias de educación y naturaleza, pergeña una alegoría que nos sumerge en un mundo sombrío. El poder, la ciudad, el sujeto sensible a la destrucción del mundo y el personaje alienado son algunos de los elementos que nutren el texto con más vocación literaria del volumen, una denuncia del materialismo y la soberbia a la que nos arrastra el uso desproporcionado de la tecnología.

José Antonio Marina (Toledo, 1939), el filósofo más veterano de la nómina, también señala a una sociedad manipulada que, paradójicamente –o en consecuencia–, enaltece la opinión y el individualismo, al tiempo que desprecia la verdad. "¿Quién va a manejar la inteligencia artificial?", ironiza al respecto, y pone a las redes sociales en el centro de su diana. Tampoco muestra reparos Ana Carrasco-Conde (Ciudad Real, 1979) para subrayar la ignorancia de la gente. "No todo el mundo está legitimado" para opinar, espeta.

Su ensayo, que dialoga con obras contemporáneas y con mitos griegos como el de la Gorgona, nos pone en alerta a las primeras de cambio –"Consumimos la muerte a diario en el scroll distraído de las redes sociales"– para impugnar la obscenidad que supone pasar de ver, en cuestión de segundos, la fotografía de un bombardeo y "el anuncio de un pan de molde o un vídeo de gatitos". Siempre incisiva, nos incomoda con preguntas de este calado: "¿Vemos del mismo modo el dolor de quien se parece a nosotros y aquel que sufren aquellos con los que poco tenemos en común?".

Mientras tanto, Josefa Ros (Murcia, 1987) y Victoria Camps (Barcelona, 1941) abogan por la acción colectiva. La primera reivindica la filosofía para enfrentarnos juntos al "absolutismo de la realidad" y, en la práctica, el cuidado de los otros para alcanzar la satisfacción propia. Camps, por su parte, esboza el discurso desde el elocuente título de su ensayo: Sujetos a la deriva. La veterana filósofa, que ejerció de senadora, lamenta la progresiva disolución de referentes intelectuales y propone conciliar lo subjetivo y lo comunitario.

En la misma línea, Daniel Innerarity (Bilbao, 1959) no contempla el futuro sin la necesaria convivencia entre humanos y máquinas. Catedrático y experto en inteligencia artificial, nos recuerda la autonomía e iniciativa de la IA, hecho que nos enfrenta a un cambio de paradigma –"nuevos problemas filosóficos, políticos, éticos y jurídicos"–, mientras que Javier Echeverría (Pamplona, 1948), dos veces Premio Nacional de Ensayo, se hace eco de la tecnópolis digital en la que vivimos, regida por unos "señores de las nubes".

Esas nubes, por cierto, están formadas por vastas redes de ordenadores que consumen grandes cantidades de energía, recuerda Eurídice Cabañes (Valencia, 1983) en su texto, Filosofía zombi para habitar el colapso, el más combativo. La filósofa no solo alerta de la vigilancia tecnológica –"nuestra información personal solo es un medio para el verdadero fin: la sutil modificación de la conducta individual y colectiva", leemos–, sino que se muestra especialmente crítica con "algunas élites" que "pretenden crear espacios habitables en otros planetas, cuando son incapaces de dejar de destruir este".

José Luis Villacañas (Úbeda, 1955) es otro de los que vierten su preocupación por la salud de las democracias occidentales. Influido por Max Weber, abraza la idea de la responsabilidad ciudadana, que será determinante para una necesaria reforma social.

Antonio Lastra (Valencia, 1967), el verso suelto de esta antología, se remonta a sus orígenes para explicar, a través un yacimiento arqueológico de la Edad del Bronce, la relación del ser humano con el entorno. Sobre la loma de Bechí es un elogio de los espacios vírgenes, ancestrales, frente a la corrupción del supuesto progreso. Y un hermoso homenaje a la memoria de su padre.