
Juan Gabriel Vásquez, escritor. Foto: Casa de América
Juan Gabriel Vásquez desentraña el enigma de la artista que "murió de tristeza" cenando con García Márquez
El escritor retrata en 'Los nombres de Feliza', su nueva novela, a una mujer fuerte, progresista, y tan libre que abandonó a sus tres hijas tras su divorcio.
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Con el enfoque hoy tan de moda de la autoficción, Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) aborda en Los nombres de Feliza, la biografía de la creadora plástica aludida en el título, Feliza Bursztyn, olvidada artista, sobre todo escultora, colombiana. Mientras Bursztyn y su marido, Pablo Leyva, cenaban con sus veteranos amigos "los Gabos" se produjo la repentina y prematura muerte de la artista en 1982. Poco después García Márquez remataba un artículo afirmando que "murió de tristeza".
El enigmático colofón espoleó la duradera curiosidad de Vásquez y le ha llevado a escribir este libro en el que cuenta, entre otros, con el detallado testimonio del viudo, a quien dedica el libro. La biografía de aquella pionera de las instalaciones artísticas ocupa el centro de la obra y Vásquez hace un retrato documentado y cabal del interesantísimo personaje.
Con técnicas de exploración psicológica redondea un perfil humano muy singular; una mujer fuerte, progresista, de un izquierdismo libertario sin partido, de carácter firme rayano en la tozudez, y tan libre que abandonó a sus tres hijas pequeñas tras el divorcio del primer esposo en aras de su independencia. En realidad, de no ser por la base cierta del personaje, estaríamos ante un tipo novelesco enormemente sugestivo.
Vásquez ve en Feliza su dimensión de apasionante figura literaria y participa de tal encantamiento, pero sin dejar en ningún momento de lado la realidad cotidiana de la mujer, su energía para afrontar con inusitado valor un medio social dominado por el machismo y por diversas convenciones religiosas y sociales. Vásquez incluso aliña dosis de didactismo feminista sin que hagan falta porque la determinación de Feliza tanto en cuestiones morales y amatorias como artísticas habla por sí sola.
A partir de la biografía de Feliza Bursztyn, Vásquez despliega un abanico de otros asuntos importantes que complementan y enriquecen el objetivo central del libro. El ascendiente de judíos expatriados en Colombia de Feliza da lugar a un múltiple relato muy intenso y a ratos conmovedor de la persecución antisemita, del nazismo y del sentimiento del exilio. El vanguardismo experimental de Bursztyn propicia comentarios jugosos, si bien algo manidos, acerca de la cerrazón social y cultural al arte que transgrede los convencionalismos realistas burgueses.
La obra atractiva que vásquez consigue a base de oficio no supera los méritos del bestseller de calidad
Tiene, además, el libro alcance de mosaico histórico en el que se encajan diversas teselas: las graves circunstancias políticas de Colombia, con el sangriento vaivén de golpistas y grupos revolucionarios; el horizonte ilusionante auspiciado por el castrismo o los juveniles movimientos rebeldes del año 68. En cierto modo, la obra presenta una amplia estampa de la guerra fría.
Vásquez maneja en Los nombres de Feliza excelentes materiales. A veces –en el alucinado recorrido parisino final de Feliza y su marido– alcanza gran fuerza narrativa. El conjunto del libro suscita, sin embargo, bastantes reservas. La relación de Feliza y Pablo quiere ser tierna y resulta ternurista y de novela rosa. Las andanzas del matrimonio por París se convierten en pretexto para una tópica guía turística. No es de buena ley la instrumentalización de García Márquez y su presencia excesiva. Y en el orden verbal, hay un abuso de adjetivos superfluos.
Veo a Juan Gabriel Vásquez en exceso preocupado por escribir un relato con posibilidades comerciales. De ahí que incurra en recursos efectistas y manidos. La obra atractiva que consigue a base de oficio no supera los méritos del bestseller de calidad. Un escritor con su trayectoria debe exigirse más.