Ensayo

El baile flamenco

Ángel Álvarez Caballero

14 febrero, 1999 01:00

Alianza Editorial. Madrid, 1998. 410 páginas, 5.500 ptas.

Es este un libro de sabrosas y múltiples lecturas: de un lado es una espléndida guía para navegantes, por otro es un riguroso tratado sobre una materia que echaba en falta una obra medular y, finalmente, es un genuino tesoro de hermosas historias

Decía Andrés Trapiello en Los caballeros del punto fijo (1996) que "El flamenco es triste como el toreo es trágico. Por eso son artes a las que vienen bien los años, cuando la vida los carga de tristeza, de pena, de dolor. Nada como ver a una vieja canastera bailar, marcarse unos pasitos con los pies llenos de durezas, con unas piernas seguramente comidas por las varices; nada como oír cantar a ese gitano de la voz rota por el tabaco y el vino; nada como estar delante de aquel torero viejo que apenas puede sostener la muleta delante de un toro, que podría matarlo, y verle, cuando éste se arranca, que, pese al miedo y la penita, adelanta la pierna y va a su encuentro". Así, El baile flamenco de ángel álvarez Caballero se me antoja el más bello retablo de flamelancolías.
Periodista, estudioso, autor de importantes trabajos acerca del tema y uno de los críticos más respetables, ángel álvarez Caballero ha escrito un libro de sabrosas y múltiples lecturas: de un lado es una espléndida guía para navegantes, por otro es un riguroso tratado sobre una materia que echaba en falta una obra medular y, finalmente, es un genuino tesoro de hermosas historias y argumentos literarios. Intentaré dejar algunos apuntes que corroboren cada una de estas afirmaciones.
El baile flamenco no tiene ni la pretensión de las modernas enciclopedias ni el esoterismo de otros manuales que aseguran que este arte andaluz proviene de la India o del antiguo Egipto. Todo lo contrario, se trata de una obra amena y deliciosa que traza la evolución del baile flamenco desde sus orígenes tabernarios hasta su entronización en las modernas artes escénicas, pasando por los cafés cantantes, los tablaos y los festivales. Los lectores no iniciados pueden encontrar aquí a los artistas que hoy marcan la actualidad (Antonio Canales, Sara Baras, Israel Galván, Beatriz Martín o Javier Latorre); a las grandes figuras de todos los tiempos (La Argentina, Vicente Escudero, Argentinita, Pilar López, Antonio, Carmen Amaya y Antonio Gades), y a los bailaores primitivos de la edad de los cafés cantantes (La Carbonera, El Estampío, La Macarrona y La Malena). ángel álvarez Caballero ha escrito la historia del baile para ponerla a salvo del runrún y la beatería.
Por otro lado, a pesar de ser la más universal de las expresiones artísticas del flamenco, el baile no contaba hasta ahora con una obra que dilucidara su itinerario, su estética y su magisterio. Para el cante y la guitarra -por ejemplo- existen tratados que han establecido el canon, los estilos y las contribuciones posteriores, mas no así para el baile. El libro de ángel álvarez Caballero viene a llenar ese vacío que nunca colmaron ni las biografías ni los testimonios de las viejas figuras. Desde esa perspectiva considero esencial el capítulo titulado «Del tablao a los festivales», pues ahí descubrimos cómo el baile flamenco alcanzó el estatuto de arte escénico de la mano de figuras como Matilde Coral, Farruco, Cristina Hoyos, Mario Maya, Merche Esmeralda y Göito. álvarez Caballero les concede una dimensión especial como artistas, maestros y herederos de una tradición irrenunciable. Espero que algún día el autor dirija también su atención a los siglos XVII y XVIII, donde Blas Vega ha encontrado interesantes antecedentes del baile flamenco.
Sin embargo, no quiero terminar sin referirme a las criaturas que pueblan las páginas de este libro de ángel álvarez Caballero y que reclaman una mirada literaria. El maharajá que vino a la boda de Alfonso XIII y terminó casándose con la bailaora del Salón Kursaal, la niña que vio bailar a La Macarrona y que después de pedirle sus zapatos llegó a ser La Argentina, aquel aficionado viejo que reconoció a La Malena en una decrépita vendedora de pipas en La Alameda de Hércules (a los pocos días ambos murieron: uno de pena y la otra de vergöenza). Y pensar que hay escritores que van al cine a la caza de argumentos. El baile flamenco de álvarez Caballero despide un aroma de novelas en agraz.