Ensayo

Obras completas VI. Folletos literarios

Leopoldo Alas, "Clarín"

14 febrero, 1999 01:00

Edición y prólogo de Santos Sanz Villanueba. Fundación J. A. de Castro. Madrid, 1998. XLII + 553 páginas

Esta obra magistral reúne todos los tonos y todos los modos de la escritura clariniana. Los Folletos... fueron a manera de revista unipersonal que Clarín creó para poder escribir a sus anchas, sin sentirse condicionado por las limitaciones del espacio periodístico

E n su tiempo, el Leolpoldo Alas crítico punzante, chistoso, no siempre bien intencionado, ocultó al narrador magistral (y al hondo ensayista que también era); tras su muerte, progresivamente, iría ocurriendo lo contrario: el Clarín del Madrid Cómico se fue quedando viejo, dejó de tener gracia, mientras que La Regenta o los cuentos iban conquistando cada vez más amplias capas de lectores y mayor atención de los estudiosos.
Se explica así que estos Folletos literarios, tan citados, tan apasionantes, no hayan vuelto a reeditarse -con alguna aislada excepción- desde su aparición inicial entre 1886 y 1890. Y eso a pesar de ser una obra magistral y desigual que reúne todos los tonos y todos los modos de la escritura clariniana. Los Folletos ..., que fueron a manera de revista unipersonal, como el Nuevo teatro crítico de Pardo Bazán, que Clarín creó para poder escribir a sus anchas, sin sentirse condicionado por las limitaciones del espacio periodístico ni por las exigencias de los directores. En las páginas iniciales los considera como un parapeto para defenderse de los ataques de la benevolencia, el gran mal de la crítica de su tiempo: él preferiría que lo llamaran "cruel, duro, implacable, apasionado" a participar en el habitual sistema de los bombos mutuos. Son también una especie de laboratorio creativo: "Así irá la crítica en estos folletos envuelta muchas veces en formas muy variadas; algunas poco usadas para esta clase de asunto". El primero de estos breves volúmenes, Un viaje a Madrid, resulta modélico. Hay en él autobiografía, sátira de costumbres, semblanzas de algunos escritores, crítica literaria...No importa de lo que nos hable Clarín: siempre hace literatura, por esos sus páginas se siguen leyendo con interés cuando han dejado de interesarnos los escritores de los que se ocupa.
En los Folletos literarios el crítico y el narrador van con frecuencia de la mano. Inolvidable resulta el retrato de Cánovas ("Cánovas traseunte") que encontramos en el primer capítulo del folleto que le dedica. Nada tiene que envidiar don Mamerto Cabranes, protagonista de la segunda parte del folleto 0’ 50 poeta, con los sabios extravagantes y entrañables que tanto abundan en sus cuentos.
¿De qué nos habla Clarín en la silva de varia lección que son estos folletos? De los más variados asuntos: del ya aludido viaje a Madrid, y de las novedades literarias y no literarias que allí encuentra; de Cánovas del Castillo, el gran empresario de aquella fantasmagoría que se llamó la Restauración y que tuvo en Clarín a uno de sus más feroces detractores; de una "interview" -así se decía entonces- nada menos que con Apolo (Adolfo Sotelo Vázquez ha editado este folleto con minuciosas anotaciones); de sus supuestos plagios; de un discurso de Núñez de Arce y de la poética de Campoamor; de algunas novelas de Emilia Pardo Bazán; de Manuel del Palacio, el medio poeta; de Rafael Calvo,el actor, y finalmente, ya dejadas de lado las bromas de gacetillero, de su concepción de la enseñanza, de su filosofía de la vida. Pero a los temas mayores les acompañan infinidad de temas menores -Clarín fue un maertro en el arte de la digresión- que no constituyen el menor encanto de estas páginas.
Las divagaciones autobiográficas son quizá las más memorables. En "Rafael Calvo y el teatro español" se nos cuenta, basándose en informaciones de su hermano, la biografía del actor que acaba de fallecer. De pronto, en el capítulo V, con el característico humor clariniano , que es una forma del pudor, nos encontramos con una evocación del joven y tímido Leopoldo Alas: "Y por aquellos días -digo yo, interrumpiendo a mi Virgilio en este viaje de recuerdos de vida artística de Rafael Calvo-, por aquellos días llegó a la villa y corte de Amadeo de Saboya un pobre estudiante licenciado en Derecho, que venía a hacerse filósofo y literato de oficio y a contemplar y a admirar a todas las lumbreras de la ciencia, del arte y demás, que en su sentir, pululaban en la capital de las Españas". Y sigue una confesión que debió sorprender no poco a los anticlericales que le tenían por uno de los suyos: "En aquel Madrid que me parecía tan grande y tan enemigo en su indiferencia para mis sueños y mis ternuras y mis creencias, encontraba algo parecido al calordel hogar... en el teatro y en el templo. Me consolaba dulcemente entrar en la iglesia, oír misa, ni más ni memos que en mi tierra, y ver una multitud que rezaba lo mismo que mis paisanos, igual que mi madre".
Autobiografía literaria -y de la mejor ley- encontramos en "Mis plagios", respuesta al feroz Luis Bonafoux que no haría callar a ese disparatado energúmeno ( las relaciones entre ambos han sido muy atinadamente estudiadas por Martínez Cachero en el volumen Hijos de la crítica. Una polémica que hizo historía). Se lamenta Clarín de tener que ocuparse de "estas miserias a que nos vemos expuestos los que andamos por las callejuelas de la literatura", miserias no muy diferentes de las actuales. Hoy , como en tiempos de Clarín, abunda "el escritor sin ingenio, pero con todas las ansias del artista, con sus nervios, con su vanidad, con su afición al esplendor, al lujo, a la gloria", con todo, menos con talento; tampoco escasean los "exaltados, que tienen por enfermedad el prurito literario, y que, creyendo imitar lo que ni siquiera son capaces de comprender, insultan y calumnian, y llaman a esto sátira y crítica; y confundiendo lastimosamente las especies , censuran al escritor, no por sus literaturas, sino por vicios, pecados y hasta delitos reales o supuestos, pero siempre extraños a la materia artística". Es ley que no falla: a todo escritor de éxito y de talento (las dos cosas juntas nunca se perdonan) le surge su Bonafoux (el de Javier Marías es el más activo en la actualidad: no hay día en que nos encontremos en el buzón algún nuevo libelo suyo; también los de García Montero resultan particularmente activos).
Sin notas, con un preciso e informativo prólogo, en una hermosa edición, estos nerviosos folletos nos demuestran que Clarín sigue siendo el más hondo y el más divertido de nuestros contemporáneos.