Ensayo

Las víctimas de la guerra

Santos Juliá, J. Casanova, J. María Solé, J. Villarroya y F. Moreno

2 mayo, 1999 02:00

Temas de hoy. Madrid, 1999. 432 páginas, 3.500 pesetas

Es este un libro necesario e importante, por la calidad de los autores y por comprender toda la extensión geográfica y cronológica del conflicto, incluyendo la represión de posguerra

la guerra civil española, con su cohorte de atrocidades y encono, tan rememorada estas semanas por las imágenes procedentes de los Balcanes, vuelve a ser causa de un nuevo trabajo, en esta ocasión sobre las víctimas. Aunque son miles las obras, artículos y memorias sobre este cruento episodio, se puede afirmar que se trata de un libro necesario e importante, por la calidad de los autores, por su carácter de síntesis de toda la producción local en torno al tema y por comprender toda la extensión geográfica y cronológica del conflicto, incluyendo la represión de posguerra. El lector encontrará explicaciones claras, algunas novedosas, e importantes modificaciones en la cifra de las ejecuciones, números que, a partir de nuevas fuentes y revisión crítica de las usadas tradicionalmente, han de ser corregidos al alza en el caso de los fusilamientos llevados a cabo por los sublevados, que se calculan en 140.000 (72.527 documentados en 24 provincias), y a la baja en lo que respecta a los eliminados por los revolucionarios (37.843 registrados en 22 provincias).
En la introducción, Santos Juliá trata de dar respuesta a cómo fue posible tal violencia exterminadora y a elucidar el supuesto silencio y olvido que la sociedad española viene practicando desde los años 70. Frente a las explicaciones a largo plazo, basadas en determinismos estructurales o en el supuesto carácter violento de los españoles, que propenden a diluir la responsabilidad en el destino o la culpa colectiva, este historiador se decanta por subrayar la especificidad del enfrentamiento civil. Por último, descubre los orígenes y lenta asimilación del discurso de la reconciliación, concebido por la generación perdedora de la guerra, respaldado por la oposición moderada monárquica y por la nueva generación del 56 que condujo a sentar las bases del discurso de superación del enfrentamiento fratricida que fue adoptado en la transición, etapa cuya mayor aportación está tanto en los agentes que la llevaron a cabo como en la práctica política que instauró.
La parte dedicada al período que va desde la sublevación hasta mayo de 1937, momento en que se considera que finaliza la etapa de terror "caliente" practicado por los dos bandos, está a cargo de Julián Casanova. La voluntad de exterminio común a ambas partes, la absoluta ausencia de control y de procedimientos que consagraron la impunidad, la preferencia por determinados sectores tanto para los revolucionarios como para los sublevados, son notas características de la etapa. Solé Sabaté y Villarroya han elaborado la parte restante del curso de la represión en la guerra civil. Pasan revista al fenómeno de los huidos y de la guerrilla republicana en la zona sublevada, a las consecuencias del avance franquista en el norte, Aragón y Cataluña. Abordan los sucesos de mayo del 37 en Barcelona y sus efectos sobre el POUM, junto con el estudio del servicio de espionaje de corte estalinista, checas, tribunales y campos de trabajo. En último lugar analizan la represión durante la retirada a Francia del ejército republicano, los sucesos de Cartagena y el golpe de Casado. De la represión de posguerra se encarga Francisco Moreno. Comprende el estudio de la represión física (eliminación por fusilamiento o por condiciones infrahumanas, trabajos forzados, tortura) y sus instituciones (campos de concentración, cárceles...); la represión ideológica, económica (la "legal" y el pillaje) y laboral, además de las depuraciones profesionales. Incluye un apartado sobre la represión de los huidos, una suerte de guerrilleros a la fuerza, y de la verdadera guerrilla ofensiva, organizada por el partido comunista entre 1945 y 1950, cuya importancia llama la atención (7.500 hombres, de los que murieron 3.000), junto a los intentos baldíos de organización de actividades políticas clandestinas en núcleos urbanos.
Ya son más de sesenta años los que han transcurrido desde el final de la guerra civil, pero la lectura de este trabajo no deja de estremecer y de suscitar preguntas de índole moral. Lo cierto es que desde el presente, con los valores que comparten actualmente la inmensa mayoría de los españoles, aquel episodio se revela como una tragedia inútil.