Ensayo

Función de la poesía y de la crítica

T. S. Eliot

30 mayo, 1999 02:00

Edición, traducción y prólogo de Jaime Gil de Biedma. Tusquets. Barcelona, 1999. 203 páginas, 2.000 pesetas

Esta obra es un exponente de los problemas a los que la lírica moderna entonces se enfrentó. Eliot intenta poner orden en un mundo mental en el que parece empezar a reinar la incultura y el caos. Puede leerse como La rebelión de las ma-sas aplicada a la poesía

E l tipo de verso que Eliot busca no es el del poema sino el del teatro: al menos eso es lo que se deduce de lo que viene a ser su conclusión final. Distingue, pues, entre las tres clases de poesía de la tradición clásica -la épica, la lírica y la dramática- y se decanta por esta última, en la que ve no sólo esa "interacción entre prosa y verso", que él intenta, sino también lo que llama "varios niveles de significación". Eliot llega a ello después de una larga y reflexiva peregrinación, que confluye en un ensayo que hay que tomar como lo que es: no un método crítico sino una poética. Jaime Gil de Biedma lo supo ver muy bien: para él "el punto de intersección de lo intemporal con el tiempo" es el núcleo temático de Eliot. Y eso, en poesía, se llama "tradición". La coherencia de la personalidad de Eliot consiste, como la de Borges y como la de Quevedo, en esto: en que no son hombres sino "tradición"; en que se inscriben en una tradición que los escribe; y en que su obra no se refiere tanto al yo de la persona que la hizo como a las posibilidades fijadas ya en esa tradición. Como explica Biedma, Eliot se esfuerza por definir y determinar unas "normas críticas generales y unos criterios apreciativos aplicables a cualquier tipo de poema", pero no lo consigue porque "lo que el poeta experimenta no es la poesía, sino el material poético y lo que sentimos como lectores nunca es exactamente lo mismo que el poeta sintió".
Concebidas y escritas como conferencias para ser pronunciadas ante un público, su fecha, 1932-1933, condiciona su punto de vista. Más aún: Función de la poesía y función de la crítica es un exponente de los problemas a los que la lírica moderna entonces se enfrentó. Eliot intenta poner orden en un mundo mental en el que parece empezar a reinar la incultura y el caos: incluso puede leerse como La rebelión de las masas aplicada a la poesía. Ortega y Eliot van en un mismo barco, aunque no siempre coinciden en el rumbo a tomar. Para Eliot, "la poesía griega es en muchos aspectos medieval" y la latina de la edad de oro, renacentista y, en la desigual e interesada recepción de ambas, está el germen de cuanto ha sido todo su desarrollo posterior. Eliot no se acerca a ello como un filólogo, ni siguiera como un crítico, sino como un pedagogo, al que interesa hallar la causa y la raíz de "la buena o mala crianza de nuestros poetas". Eso le lleva a intentar analizar la historia de la poesía en lengua inglesa a la luz de las teorías poéticas y retóricas en las que se formó. Y eso es lo que le interesa de la crítica: el "proceso de reajuste entre la poesía y el mundo en el que y para el que se produce".
Eliot intenta distinguir qué es lo que cambia y qué lo que permanece y busca, una vez más, el punto de intersección de Dante, que constituye la base de su escritura y de su creación. Por eso he dicho antes que este libro no es un método sino una poética, que tiene el interés de incluir una inteligente reflexión sobre las cuestiones mayores de la lírica. Así, en lo relativo a la "comunicación", sostiene Eliot que "lo que se comunica es el poema mismo y sólo incidentalmente la experiencia y el pensamiento vertidos en él"; afirma que "no hay que confundir la intensidad de la experiencia poética [...] con la intensa experiencia de la poesía" y subraya que el poema tiene "existencia propia". Cuando estudia la época de Dryden confunde poética y retórica, y ese error le lleva a no entender la distinción entre "ingenium y ars", y entre "inventio y elocutio". Su incomprensión de Addison deriva de ahí: de que no entiende que toda verdadera crítica literaria termina convertida por necesidad en ética y estética, como los románticos alemanes sabían muy bien. Mayor interés tiene su revisión de Wordsworth y de Coleridge. A Shelley lo ve como una simultánea y paradójica mezcla de racionalista dieciochesco y "platonizante nebuloso", al que "las abstracciones le despertaban una fuerte emoción", y dice de él que sus mejores -y también sus peores- poemas "son aquellos en que toma sus ideas absolutamente en serio". De Keats elogia, sobre todo, sus cartas. De Matthew Arnold dice que le asoma, por debajo del verso, la toga de catedrático; y que es "el poeta y el crítico de un periodo de falsa estabilidad". Cuando llega a Arnold, la mente de Eliot se dispara y alcanza sus mejores momentos: afirma entonces que "cada cien años aproximadamente, es deseable la aparición de un crítico que emprenda una revisión de la literatura del pasado y establezca un nuevo orden de poetas y de poemas". Pero no ignora los límites de ello y reconoce los riesgos y las trampas también, aunque no parece tenerlas siempre en cuenta.
Las últimas páginas, que el 3 de marzo de 1933 Eliot escribe sobre él, parece contestarlas E. M. Foster, en su artículo "Liberty in England", publicado en el "London Mercury", en agosto de 1935, en el que dice que "Uno ha de conducirse como si fuera inmortal y la civilización eterna". Algo similar expone Francisco Díaz de Castro, en fecha mucho más reciente: aconseja olvidar "los engaños del futuro y usar la vida como si no acabase". El último ensayo es un diálogo sobre la mente moderna, en el que Eliot sabe que su sistema de ideas y creencias cruje y se tambalea y que es el último testigo de un mundo y una época que inicia su final; rechaza el "gusto por lo mediocre"; comprende el error de "querer salvar las emociones sin las creencias con las que su historia está implicada; coincide con Housmann en que "la poesía produce mayor placer cuando se la comprende sólo de un modo general e imperfecto"; y concluye con una meditación sobre la oscuridad y la dificultad. Bienvenida sea la reedición de este libro, que no es un catecismo pero que aclara muchas cosas: entre otras, el mal uso que entre nosotros se ha hecho de él.