Ensayo

Queridos camaradas

Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo

13 junio, 1999 02:00

Planeta. Barcelona, 1999. 532 páginas, 3.400 pesetas

E sta valiosa investigación sobre las relaciones entre la Internacional Comunista (Comitern) y el comunismo español se nutrió de la documentación de los archivos del antiguo Estado soviético, sin que la censura o la interrupción por las autoridades rusas del libre acceso a los mismos en 1994 haya impedido que los profesores Antonio Elorza y Marta Bizcarrondo desentrañasen las claves de dicha vinculación. El inopinado cerrojazo dejó alguna laguna, pero esto no invalida una contribución de gran calado que, además, abre el camino para completarla a través de la indagación en los archivos del espionaje, el Ejército y el Ministerio de Asuntos Exteriores de la URSS, otras tantas secciones vedadas de momento a los investigadores.
La organización comunista se estructuraba en círculos concéntricos. En el núcleo aparecía Stalin y a continuación, en orden jerárquico, el PCUS, el Estado soviético, la Comitern y los partidos comunistas nacionales. Como partido mundial de la revolución, la IC seleccionaba el personal y dirigiría la trayectoria de los PC, los cuales sin ser exactamente una correa de transmisión, acataban sus directrices. A finales de la década de los 30 la implantación del comunismo de izquierda llevó al control absoluto de los partidos nacionales por la Comitern. Así, en España la dirección del PCE no la tenía el secretario general, sino la IC a través de sus delegados o representantes. La situación española tras la caída de Primo de Rivera concentró la atención de Moscú, donde daban por sentado una coyuntura revolucionaria sólo necesitada de la guía de un partido comunista organizado y diligente. Si no se producía la revolución se debía a la incompetencia de los comunistas españoles. Desde esa perspectiva, una república que contribuía a adormecer las expectativas revolucionarias del proletariado español era el enemigo. La política de la Comitern se mantuvo hasta 1934, momento en que Hitler irrumpe en la escena internacional. Para conciliar los intereses exteriores de la URSS con los de Inglaterra y Francia se pasa a defender el régimen republicano a través del Frente Popular. En cualquier caso, prácticamente hasta la Guerra Civil el PCE no tuvo un papel relevante. Sólo el prestigio de la URSS, símbolo revolucionario y ejemplo de la construcción del socialismo, mantuvo a la izquierda española presa del espejismo ideológico del comunismo.
Los autores prueban que los intereses exteriores de la URSS determinaron una sincera defensa de la democracia republicana y, por lo tanto, que Stalin no preparaba la toma del poder en España. Pero la lógica política estalinista hizo que el PCE se llegara a plantear la monopolización del poder, esbozando un proceso de control de los mecanismos estatales, sobre todo Ejército e Interior, similar al que culminará en la posguerra europea con la constitución de las "democracias populares" en el Este. En España, la resistencia de las otras organizaciones y el curso de la guerra frustraron dicho proceso. El reverso fue que la "experiencia democrática" del Frente Popular dejó una huella enunciada por Togliatti: si el comunismo no se convierte a la democracia, "la historia nos arrollará".
El libro plantea una cuestión sugerente, que afecta a la valoración de la guerra civil y del régimen republicano. La pregunta se inscribe dentro de la historia-ficción pero es inevitable y este documentado libro contribuye a plantearla. Dado el antecedente de democracia popular, es decir, de dictadura comunista que el PCE esbozó durante la Guerra Civil en el bando republicano, ¿qué hubiera ocurrido en España de haber sido derrotada la coalición de fuerzas lideradas por Franco?