Ensayo

Bogart

A. M. Sperber Y Eric Lax

4 julio, 1999 02:00

Tusquets. Barcelona, 1999. 770 páginas, 3.900 pesetas

E n una entrevista publicada en el número 1 del vol. XIX de "Film Quaterly", John Huston le confesaba a Gideon Bachmann que, en muchas ocasiones, la calidad de estrella impregna toda la persona, como ocurre con los caballos: "Miras un potro y te das cuenta de que es de primera clase. Lo mismo pasa con ciertas personas: con una Ava Gardner, con un Humphrey Bogart, con una Katharine Hepburn. No es posible engañarse". A Huston no le interesaban las fachadas: le interesaba la excentricidad o la dureza siempre que fuera real. Bogart tardó mucho en demostrar su "realidad" fuera del arquetipo de gangster o detective con un corazón roído por el tiempo y la mala vida. Su "realidad" era, como la de todo personaje biografiado (léase mito), compleja: alcohólico compulsivo y trabajador responsable, hombre comprometido y triste víctima de sus turbulentas relaciones con las mujeres -excepto con Lauren Bacall. Bogart estaba predestinado a ser inmortal.
Ser protagonista de una biografía como ésta -Ann M. Sperber se pasó siete años recopilando datos y entrevistando a casi 200 personas, siendo sustituida por Eric Lax, célebre biógrafo de Woody Allen, al fallecer repentinamente- tiene algo de impúdico. Los buenos biógrafos son verdaderos obsesos del documento y del testimonio imposible. Son enemigos, pues, de los agujeros negros: no hay lugar ni para el misterio ni para el silencio. Sabremos, pues, que Bogart tenía que rodar en el plató 19 de la Warner después de haber pasado una navidad -su 45 cumpleaños- solitaria en su habitación de hotel. Sabremos, también, que Mayo, su tercera esposa, le atacó con un cuchillo de carnicero porque sospechaba que recurría a la prostitución. En dos palababras: seremos conscientes de todos los detalles, no habrá ni un espacio en blanco para la imaginación. ése es, con toda seguridad, el peor defecto de una excelente biografía.
No hay duda: Bogart lo es. Excelente, digo. Elude el amarillismo sin ocultar los escándalos, resulta tremendamente emotiva (hermoso el pasaje del "the end" del bueno de Bogart) sin ser llorona, y es todo lo subjetiva que puede ser una novela escrita en una prosa ortodoxamente periodística. Incluso describiendo la ambigua posición de Bogart ante la Caza de Brujas. Sperber y Lax se muestran comprensivos con la figura de un hombre que, hasta en los momentos más difíciles, supo comportarse con una nobleza que a Rick Blaine, protagonista de "Casablanca", le hubiera parecido digna de un brindis. No se asusten ante el volumen del libro: hay más de cien páginas dedicadas a varios apéndices. Todas las entrevistas realizadas para la ocasión están debidamente referenciadas, el índice onomástico es generoso, la bibliografía y la filmografía son completísimas. Es imposible perderse en los vericuetos de la vida de Bogart si son Sperber y Lax quienes nos guían.